Gonzalo Torné

Por más que leo definiciones de especialistas, cuando veo pasar el "flujo de información" que circula por Twitter a lo que más me recuerda es a unos versos de Hart Crane: "Y así fue como entré en el mundo roto / para rastrear la compañía visionaria del amor, su voz / un instante en el tiempo (ignoro dónde fue) / para no retener mucho tiempo cada elección desesperada". Crane se arrojó por la borda de un barco en 1932, de manera que a duras penas llegó a ver ni un televisor, pero sus versos reflejan bien ese mundo desmigajado en células informativas sobre las que el ojo se posa un segundo para extraviarlas apenas un instante después.



Claro que en ocasiones surge un asunto que parece "anudar el mundo". Así ha sucedido con el documental Operación Palace, donde Jordi Évole y su equipo exponían como si fuese cierta una tesis ficticia sobre la autoría del 23-F. Lo excepcional no es tanto la avalancha de comentarios que ha generado, pues otros asuntos más nimios impulsan a un número mayor de internautas a expresarse; como que Operación Palace ha propiciado comparaciones con otras disciplinas, pensamiento e ideas: aspiraciones más complejas que manifestar una opinión, algo que está al alcance de cualquiera y sin apenas esfuerzo.



Hay quien ha recordado las similitudes del documental con la novela de Javier Cercas, Anatomía de un instante, no han faltado las menciones a Welles (y la acusación de que se podría suscitar una ola de suicidios análoga a la que provocó el anuncio de la invasión marciana), se han expresado dudas sobre si la inclusión de elementos ficticios en un formato informativo puede menoscabar su credibilidad, y también se ha hablado de mentira, pero dado que el documental termina con un desmentido como mucho se podría hablar aquí de engaño pasajero.



Se han abierto otras muchas vías de aproximación interesantes, pero destacaría tres: Iván de la Nuez (http://www.eldiario.es/catalunya/opinions/Jordi-Evole-artista-contemporaneo_6_233836640.html) sacaba a relucir la figura de Joan Fontcuberta, el extraordinario fotógrafo que en su "obsesiva exploración en los límites de la ficción" ha inducido a más de uno a creer en las aventuras de un astronauta inventado o en esqueletos de sirena varados en una playa, y nos invitaba con ironía a ver Operación Palace bajo los códigos del arte contemporáneo. Ernesto Castro (http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=6734) se planteaba en un contundente artículo hasta qué punto la principal deficiencia del documental no consistía en haberse quedado demasiado corto, en bromear apenas dentro de un marco de crítica aceptable. Y Alberto Rey establecía en su blog (http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/asesinoenserie) una interesante comparación entre Évole y Risto Mejide, con quien compite por la audiencia. Rey caracteriza a Mejide como un personaje que sobrevivió a su obra original y que deambula por la televisión en busca de formato, y a Évole como a un periodista que se ha impuesto al personaje que le dio a conocer hasta disfrutar de una libertad "sugerente y provocadora". Y aunque Rey no cierra la comparación, nos invita de alguna manera a distinguir la falsedad rutinaria que dejamos pasar sin inmutarnos de una puesta en escena capaz de interrumpir el flujo de información, de aturdirnos, de ponernos a pensar (con independencia de nuestra opinión) qué nos ha pasado.

Deudas vencidas

Entre los muchos usos intelectuales y recreativos que uno puede darle a Twitter asoma ahora uno práctico: la reclamación. El 3 de febrero de este año la escritora Llucia Ramis le reclamaba a @EndesaClientes el cobro doble de una factura. Contraviniendo la fama laberíntica que popularmente tienen esta clase gestiones, @EndesaClientes respondía casi de inmediato que el asunto estaba solucionado. Un internauta se quejaba medio en broma en la misma conversación de las ventajas de ser "mediática". Pero por lo visto el sistema de reclamación no funciona para todas las compañías por muy "mediático" que uno sea. El novelista Sergio del Molino ha lanzado toda una andanada contra @Renfe ante la imposibilidad de comprar billetes de tarifa reducida, y pese a las adhesiones solidarias, a la vista del último tuit ("Me gusta que, en medio de la disolución, los españoles sigan unidos por el odio a @Renfe") parece que se le resistió el ansiado billete.