Gonzalo Torné

¿Qué es UbuWeb? Desde luego es una página Web pero no funciona como un blog, tampoco es un sitio de noticias, ni un espacio de crítica, y sus gestores se opondrían con firmeza a que se les equiparase con un museo. Sabemos que la página nació en 1996 con la idea de convertirse en un depósito de poesía visual. Poco después se amplió para recoger documentos sonoros, y no tardó en dar alojamiento a toda clase de obras relacionadas con la "vanguardia histórica". ¿Se trata de un archivo? En algún punto intermedio de su evolución pudo serlo, pero durante el proceso de "expandirse en todas las direcciones posibles" ha terminado por fagocitar (iba a escribir "albergar", pero sus responsables reconocen que se apropian sin pedir permiso) cientos de miles de "objetos artísticos", millares de películas, incontables MP3 y terabytes de conversaciones, conferencias, entrevistas y debates... Su verdadera función parece ser la de devorar la mayor cantidad posible de Red.



Al frente de este proyecto encontramos a Kenneth Goldsmith, actual poeta laureado del MoMA. Para definir UbuWeb su creador se preocupa sobre todo por distanciarse del "mundo del arte" con un argumento previsible: lo que UbuWeb "almacena" no tiene valor comercial. Añade que se trata de una página absolutamente democrática, pues no se somete al juicio de la tradición, de un consejo de sabios o de un director. Y si en este punto se le ocurriese al lector replicarle que algún criterio aplicarán sus gestores para decidir qué se archiva y qué no, Goldsmith podría responder de manera coherente que no se trata de un criterio selectivo, que no se escoge un documento en detrimento de otro. La elección es sólo aparente: aunque se añadan de una en una, el destino final de todas las obras sin "valor comercial" es quedar "almacenadas" en UbuWeb. La absorción es cuestión de tiempo.



Se podría pensar que UbuWeb aspira a ser una suerte de limbo letárgico, y lo cierto es que la página apenas puede manejarse. Pese a los rubros y las clasificaciones el internauta puede pasarse horas escuchando audios, leyendo poemas y pasando videos sin encontrarles tampoco ningún "valor artístico". Los estudios culturales nos han enseñado a sospechar de la autoridad convencional, pensar a contrapelo, y recordar las sombras de barbarie que proyectan los templos de la civilización; pero me parece casi inevitable ante el abigarramiento y la acumulación bulímica de UbuWeb sentir cierta nostalgia del criterio como garantía de medida, de propuesta respetuosa con nuestro interés y nuestro tiempo.



Ni siquiera Paul de Man, que desde su exilio en Yale favoreció la puesta en marcha de los estudios culturales, las hubiese tenido todas consigo: "Esto suena muy simpático pero deberían recordar que el caos es error, locura y estupidez bajo todas sus formas". Claro que un hombre como Goldsmith, que mide el éxito de sus libros por el debate que generan (asegura que son tan aburridos que le sorprendería que alguien los leyese), ni siquiera considera imprescindible que naveguemos por UbuWeb, le basta con saber que existe, y que escribimos y leemos sobre ella.

El archivo más sublime

Una de las maravillas de la Red es la posibilidad de escuchar la voz de los poetas recitando sus obras. Merece la pena pasearse por el archivo de la Academy of American Poets para escuchar a Stevens, Ashbery, T. S. Eliot, e incluso a alguien que bien podría ser Walt Whitman (http://www.poets.org/viewmedia.php/prmMID/20157). A poco que pasemos algo de tiempo en el archivo impresiona el esfuerzo sostenido de tantos individuos por componer estas miniaturas de orden, que replican en el plano del pensamiento el laberinto con tanta frecuencia absurdo e injusto de la realidad. Seamus Heaney lo diría así: "Siempre que las coordenadas de lo imaginado se correspondan con las del mundo en el que vivimos y sufrimos, la poesía ejercerá su función de contrapeso. Se convierte en otra verdad a la que recurrir, una verdad que nos permite fortalecernos y conocernos mejor". Emana de este archivo una autoridad contra la que sería absurdo revelarse ya que es nuestra propia gratitud, después de juzgar y reconocer el mérito, quien la concede.