Gonzalo Torné

Cualquiera sabe quien sería el primer poeta que escribió sobre la ciudad; ya sea como escenario o como aspiración (o para asediarlas) parecen estar en la literatura desde el principio. Pero si pensamos en las ideas que suelen asociarse a las ciudades contemporáneas: soledad, barullo, basura, oportunidades y bullicio… en seguida recordamos versos de Baudelaire, de quien se ha dicho con fortuna que "se instaló en la ciudad para seguir trabajando como un botánico".



Entre las ideas-imagen que acuñó Baudelaire sobresale para nuestros propósitos de hoy el flâneur, una clase de caminante muy especial: aquel que vaga solitario por las calles urbanas, sin un propósito concreto, abierto a las diversas experiencias sensoriales que sólo una gran ciudad puede ofrecerle. Y precisamente el flâneur es la figura tutelar de caminandobogota.com, un proyecto que sus autores definen como un "experimento de diseño digital de creación hipermedia". Tras esta disuasoria definición el equipo que dirige Carlos Torres en el marco de la Universidad Javierana nos ofrece distintas rutas para pasear virtualmente (y en solitario) por Bogotá.



Ninguno de estos paseos pretende competir con los recorridos que podemos hacer en Google Maps, no se trata de recrear virtualmente las calles ni de adosar a diversos puntos del mapa sus fotografías correspondientes. La gracia del "experimento" (la página se presenta como una obra en marcha y receptiva a nuevas colaboraciones) se asienta en el concepto que vertebra las fotografías, animaciones, vídeos o sonidos que se muestran en cada paseo, todos ellos cuidadosamente diseñados. Así, las cortinas abiertas de un teatrillo nos ofrecen una secuencia de imágenes que nos trasladan del alba al atardecer sobre el horizonte urbano; avanzan hacia nosotros siluetas negras que al rozarlas con el cursor se abren en imágenes donde se exponen las preocupaciones íntimas del viandante; de un hilo tendido cuelga ropa interior que nos enlaza a anuncios de prostitutas; una construcción es el entorno elegido para contemplar primeros planos de los obreros; y con un contrapicado asistimos a las formas que tejen y destejen una bandada de palomas en el aire de Bogotá.



La frialdad del diseño, las siluetas sin rostro, la música electrónica, la organización de las imágenes en rubros codificados y muy reconocibles (palomas, centros comerciales, televisiones, parques) evocan una experiencia de la ciudad que ya no es la de Baudelaire. El internauta no pasea por esa masa de vida intensa que sobresalta, excita y escandaliza al flâneur. Lo que caminandobogota.com parece señalar es la paulatina implantación de una clase de vínculo nuevo con nuestras ciudades para las que quizás no disponemos todavía de un poeta, y que en palabras de Sergio Chejfec es "rápida y sintética, difusa y fragmentaria", dominada por una insensibilidad rutinaria.

La vida en Marte

¿Para que sirve un mapa tridimensional de todo Marte como Google Mars? Por de pronto, para que Google demuestre que puede diseñarlo, y para que el usuario disfrute de saber que está en su mano la posibilidad de recorrerlo. Y digo "posibilidad" porque aunque el planeta no está del todo muerto (el viento marciano sigue agitando las dunas rojas y la masa de los casquetes polares se altera cuando cambia la estación) ¿quién iba a recorrer en serio esos desiertos oxidados? Pues por lo visto se trata apenas de educar el paladar. En la Red encontramos a miles de personas que dedican horas a pasearse por estas inmensas llanuras virtuales en busca de imágenes que contradigan las versiones de la NASA. Los hallazgos se celebran como vetas de oro, se ponen en común y se comentan apasionadamente. Nadie va a sorprenderse ahora de que la paranoia sea uno de los combustibles de la red, pero aunque a uno le fatiguen las teorías sobre el colapso de la tierra o los esfuerzos para demostrar que nos domina una raza de reptiles infiltrados, hay algo emocionante en estas exploraciones virtuales de Marte (además de los nombres sugestivos que les dan a sus "hallazgos": "El cráter extraño"; "Hermosa cascada de agua"; "Pequeña y solitaria entrada entre los hielos"): están decididamente a favor de la vida, están buscándola donde apenas hay esperanza.