De piloto a escritor
Fernando Aramburu
A James Salter le agrada decirlo en francés: savoir vivre. Ya en la adolescencia concibió la existencia como oportunidad para la culminación de proyectos personales. Pronto formuló los suyos: ser escritor, ser libre. Lo primero presupone reclusión; lo segundo lo indujo a despegarse del suelo, a contemplar el mundo desde arriba. A los 17 años, su padre lo convenció para que se hiciera aviador. Luego le tocó la guerra, el capítulo esencial de su vida; el que, según sus palabras, lo hizo hombre. Ser hombre, ser libre, ser escritor: como tantos autores norteamericanos, alcanzó la excelencia literaria por el atajo de las ideas y los fines claros. Fue guionista en Hollywood, donde trabajó con Robert Redford y Charlotte Rampling, pero no era lo suyo. Lo dejó. Más tarde buscó buen gusto, paisajes, disfrutes varios en Francia. Ha estado tres décadas largas sin publicar una novela. Ha vuelto, octogenario, con fuerza.