Image: Máscara

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Opinión

Máscara

16 mayo, 2014 02:00

Marta Sanz

Anagrama edita mi nueva versión de La lección de anatomía y corroboro la idea de que redes sociales y blogs son géneros autobiográficos. Espejos. Sin embargo, a veces nos sucede lo que a los vampiros: no nos reflejamos. La falta del reflejo cuestiona la importancia -textura, carnalidad, vida interior….- de ese original que necesita ser descubierto, visitado, amplificado para sentir que es alguien. Se lee en alguna red: "Preparando una tarta", "Aburrido en el bus". No se activa el prejuicio literario de que lo pequeño puede ser fascinante, sino esa confusión entre identidad e intimidad que nos lleva a corregir el significado del pudor. Como si la sobreexposición de lo íntimo, ese lugar en el que somos poco fotogénicos, apuntalara la singularidad del yo. Hablamos de nuestras enfermedades, iluminamos una intimidad de pelusa y a la vez declaramos que es un tesoro. A veces pienso que nos encanta ser vigilados: caminamos por la casa como si danzásemos con el deseo de que alguien mire por un agujerito.

No hay mayor impostura que el auténtico yo. La persona es la máscara y posa frente al objetivo con el antifaz que prefiere para exhibirse. La vida adquiere la consistencia del arte, la manipulación, el artefacto. Los lectores analizan máscaras, copias, reflejos, sueños, relatos, emanaciones del yo, y deciden, como psicoanalistas, si en el forzamiento de la pose se oculta alguna psicopatología. Se reconocen o se rebelan contra la visión que les devuelve el espejo. Interpretan el dime de qué presumes y te diré de qué careces. Pese a no tener nada contra la masturbación ni el onanismo, me interesan los yoes que se autorretratan en lo que comparten con otros. También los lectores que se leen en la Historia, la plaza, la grisura. En el brillo de la vulgaridad.