Gonzalo Torné

Si bien las redes sociales son capaces de generar sus propias dinámicas, el debate cultural sigue reflejando mayoritariamente las inercias de la prensa. De manera que también aquí "los temas vigentes" vienen en buena medida condicionados por la secuencia imparable de muertes y de aniversarios que según el novelista V.S. Naipaul "constituyen la mayor fuente de entretenimiento gratuito para la mayor parte de la humanidad". El principal aporte de las redes sociales a esta dinámica es por supuesto la multiplicación, el crecimiento exponencial de menciones, recuerdos y homenajes. Cuando el difunto era alguien respetado y querido por su trabajo (también ayuda que sea estadounidense) parece como si ningún usuario quisiese dejar la oportunidad de testimoniar su afecto o su pérdida, como ha podido apreciarse tras el fallecimiento de Lauren Bacall, de Peret o de Robin Williams.



Ningún periódico profesional (ni siquiera un medio digital que dejase abiertos los comentarios sine die) puede competir con la inercia de estos aludes que se forman en las redes sociales. Se intensifica así la sensación de que es una lástima que toda esta lluvia de reconocimiento (que puede durar semanas, cortada apenas por el nuevo suministro que proporciona la muerte) llegue cuando el protagonista no es capaz ya de enterarse, e invita a preguntarnos si sería posible organizar algún servicio que nos avisara, sin caer en lo morboso, de la cercanía del adiós.



Cuando se trata de muertes recientes apenas afloran voces disconformes, pero si se trata de conmemorar el centenario del nacimiento de un artista la enorme extensión de las redes sociales propicia que se establezcan revisiones a fondo sobre el valor de los conmemorados.



En los cien años de Cortázar no han sido todo flores. En paralelo a los recuerdos sentidos y a los homenajes rutinarios se han expresado muchas dudas de que este escritor merezca el sitio de privilegio que ocupa en el imaginario literario. No puede ocultarse que muchas de estas dudas parecen ajustes de cuentas con la propia memoria (el reproche que el gusto maduro proyecta de manera retrospectiva sobre su antiguo placer inocente), y que otras reticencias sólo tienen sentido dentro de la correlación de fuerzas de la literatura argentina (y que se necesitaría un mapa local para desentrañarlas). Pero con independencia de cual sea nuestro gusto el caso de Cortázar insinúa que las redes sociales podrían ser un buen espacio para dirimir en tiempo real sobre la pervivencia de un escritor en el canon (que no es otra cosa que el interés mayoritario de los lectores vivos), un proceso del que los medios convencionales apenas ofrecen el desenlace: si llegado el aniversario se informa o se pasa por alto.



Siempre se podrá decir aquello de que "si se habla de alguien es que sigue importando", pero el tópico no invalida que de mantenerse esta tendencia en las redes las conmemoraciones van a ser a partir de ahora más intrigantes y movidas. A ver cómo se resuelve el centenario de Benet, o el de Cela, para el que faltan apenas dos años.

El caso Cortázar

Nunque se pueden encontrar en la Red sanciones completas a la obra de Cortázar (una de las maldades más retuiteadas ha sido este video paródico: https://www.youtube.com/watch?v=4tSGnMmfeGY, anunciado como "la mejor obra de Cortázar"), la principal línea de ataque ha sido cargar contra su novela más popular, Rayuela, de la que se ha dicho que la mejor página era la última, donde se lee: ("se dejó de imprimir en Buenos Aires por Editorial Sudamericana…"). El joven escritor Gabriel Antillano ha resumido con crudeza un sentir bastante generalizado (@GaboAntillano): "lo único bueno de la obra de Cortazar son algunos cuentos", y muchos usuarios han expresado su particular nominación de obras que deberían salvarse de la "quema". En su cuenta de Twitter la novelista Elvira Navarro protestaba con energía: "Ánimo, ya os queda menos para convertir a Cortázar en el nuevo Paulo Coelho. Si el resultado fuera leerlo, sería fantástico". No me resisto a enlazar este post (http://blog.eternacadencia.com.ar/archives/2014/38221) donde escritores latinoamericanos recuerdan cómo llegaron a Cortázar y multiplican las pistas para entender tanta disidencia.