Image: Viaje a Cotilledonia

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Opinión

Viaje a Cotilledonia

17 octubre, 2014 02:00

Agustín Fernández Mallo

Me encuentro sumergido en una mudanza. Sólo cuando tu casa es un océano de cajas te das cuenta de la cantidad de cosas inútiles que has ido acumulando. De entre mis casi 3000 libros he rescatado 800 que o ya no me interesan o bien ya no puedo con ellos. Desde El ser y la nada o Las partículas elementales a la más cochambrosa publicación estatal que algún día alguien imprimió para mayor gloria de una cuenta bancaria. Unos amables chicos se llevaron el lote, que alguien venderá, regalará o quemará; para redondear el artificio ojalá hubieran sido 666 y no 800.

Pero en todo ese proceso aparecen también fantásticas rarezas a conservar (defino rareza como todo aquello que no está en Google). Por ejemplo el n°5 de la revista Saber, de octubre de 1985, dedicada a los Diarios secretos de Wittgenstein, y entre cuyas hojas encuentro un folio suelto que de inmediato llama mi atención: se trata de una carta de Basilio Baltasar dirigida a Virginia Woolf, en la cual el escritor rememora para la escritora un encuentro entre él y ella. Inmediatamente llamo a Basilio Baltasar, quien me confirma que todo lo dicho en esa carta es cierto.

Pero el mejor reencuentro ha sido toparme con mi ejemplar de Viaje a Cotiledonia, maravilla de Cristóbal Serra, fallecido en 2012, y quien pasa por ser la más cuajada y secreta reunión de Michaux, Bioy Casares y Boris Vian que ha dado la literatura española. Octavio Paz dijo de él: "Habita el secreto con la misma naturalidad que otros nadan en el ruido. No es ni dragón, ni caballero andante, ni filósofo gimnosofista ni hechicero. Sabe sonreír y esa sonrisa lo aparta de los hombres modernos".

Por cierto, buena noticia: otro que está mucho más allá de lo moderno, el dibujante Pere Joan, está preparando la obra gráfica de Viaje a Cotiledonia.