Gonzalo Torné

"La Red ha cambiado muchas cosas: unas para bien, otras para mal, y otras ni se sabe..." Valga este remedo de relativismo popular como introducción a la siguiente anécdota: un buen amigo nos contaba hace poco que durante su adolescencia sin Internet (transcurrida en una localidad considerablemente alejada de la capital de provincia más cercana, que tampoco suele considerarse un centro de irradiación cultural) le pasaba que en ocasiones mucho antes de tener la oportunidad de ver una película en el cine o en video había podido leer ya varias reseñas de periódico, e incluso ensayos en las revistas (creo entender que francesas) a las que estaba suscrito.



Desde luego nadie puede lamentar que hoy en día (siempre que se disponga de una buena conexión) baste con suscribirse a un portal como Filmin para tener acceso legal a miles de películas sin depender de los caprichos y los calendarios de las salas de cine. Pero mi amigo no dejaba de reconocer un sutil placer perdido: el de reconstruir a partir de los textos la película en la imaginación. Hasta tal punto podía ser intensa, particular y absorbente esta recreación que medio en broma, medio en serio, mi amigo rubricaba su anécdota reconociendo que en ocasiones la película "real" le dejaba con cierto regusto de decepción. "Está bien esta Eraserhead, claro, pero no es lo mismo, no es lo mismo".



Desde luego nada impide seguir leyendo sobre películas en lugar de verlas, pero la artificiosidad del empeño le quitaría buena parte de su encanto. Después de pensar un poco se me ocurrió que la Red nos posibilita hacer un ejercicio similar con las películas que no se llegaron a rodar, algunas de ellas abortadas en fases muy avanzadas de desarrollo y de cavilación, y que entretanto, gracias a la agitación de las comunidades virtuales, han alcanzado una estatura mítica.



Por escéptico que uno pueda ser ante las prometidas bondades del "pensamiento colectivo" impresiona el acopio de datos y la cantidad de especulaciones (sobre cómo hubiese sido la película y el motivo por el que no se pudo llevar a puerto) que ha generado en la Red el Napoleón de Kubrick, el Dune de Jodorowsky (del que se ha rodado recientemente un documental), el Casino Royale de Tarantino (que hubiese supuesto su aportación a la saga de James Bond) o de la película "maldita" y "perdida" de Jerry Lewis sobre el Holocausto. De todas ellas contamos con fragmentos suficientes para elaborar una versión imaginaria, aunque nunca podamos contrastarla con la película "auténtica" que en ninguno de estos casos llegó a rodarse.



Como las cosas cambian, pero también permanecen de alguna manera, cuesta no relacionar este sofisticado placer virtual con el elogio de los románticos a las ruinas: que según ellos fascinaban a la imaginación porque la incitaban a completar las formas que se presentaban inacabadas ante el ojo. Desprovistos como estamos en el presente de vestigios actuales, y socorridos como encontramos los templos clásicos nos basta pasear por estas inmensas documentaciones para convencernos de que los proyectos cinematográficos abortados son nuestras (sugestivas) ruinas contemporáneas.

Proyectos abortados

Quizás el autor más prolífico en el género de los proyectos abortados sea Orson Welles, director de quien se especula en la Red por lo menos sobre tres posibles adaptaciones literarias: El principito, Los papeles del club Pickwick y El corazón de las tinieblas. Personalmente me hubiese encantado ver El Quijote de Terry Gilliam (de la que disponemos de alguna escena) o la generosamente documentada Megalópolis que Francis Ford Coppola renunció a rodar después de años de trabajo . En el lado Nerd del universo se acumulan los lamentos por el frustrado Superman de Kevin Smith y Tim Burton con un indescriptible Nicolas Cage en el papel del protagonista. Y uno tiene la impresión, leyendo el entusiasmo y la generosidad con la que los aficionados reconstruyen y especulan con estas películas, que si un día se descubriesen copias completas igual se sumaban al mismo desengañado veredicto de mi amigo: "Está bien, claro, pero no es lo mismo, no es lo mismo".