Image: El cambio cognitivo de esta primavera

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Opinión

El cambio cognitivo de esta primavera

12 diciembre, 2014 01:00
Sepa usted que si no frecuenta la Red está a punto de quedarse fuera de un "cambio cognitivo". Lo explica Nicholas Carr, quien después de un "uso" prolongado de Internet (en cantidades no especificadas) se dio cuenta de que había perdido capacidad de concentración. Carr sentía que su tensión mental se aflojaba a les tres o cuatro páginas de lectura, y nos asegura que su déficit de atención se inscribe en un cambio más profundo y universal: acostumbrados a leer mensajes breves pronto seremos incapaces de asimilar el contenido de más de tres líneas, de manera que toda la educación debería readaptarse (he aquí el verbo clave) para suministrar "titulares" afines a los tuits.

¿Seguro?

No tengo conocimientos suficientes en neurología para discutir si la Red está modificando nuestro cerebro, pero aprovechando que Carr tampoco los tiene voy a discutir la manera cómo está "cocinada" la noticia. Carr presupone que el cerebro es algo así como un programa que sigue una serie de pasos establecidos, si uno se estropea (en este caso la atención) hay que cambiar de protocolo. Pero el cerebro es un órgano "plástico" precisamente porque no está sujeto a un solo "programa", sino que puede escoger entre varios según sus necesidades.

Circulan videos donde niños muy pequeños en lugar de pasar las páginas de un libro tratan de "arrastrarlas" como si fuesen iconos. ¿Supone eso el fin del libro tal y como lo conocemos? Más bien supone que el niño en cuestión no había visto un libro en su vida. En cuanto aprenda la sencilla técnica de manejo no volverá a confundirse, de la misma manera que un comensal curtido ejecuta instintivamente un movimiento de sierra con el cuchillo, un empuje penetrativo con el tenedor y un suave arrastre con la cuchara. El sistema nervioso no puede esperar a que el "programa" del cerebro cambie, sino que desarrolla una nueva "aplicación" para afrontar la realidad. Se me ocurren dos motivos para explicar por qué nos "cocinan" y nos "gustan" esta clase de noticias. Primero: por provechosas que sean nuestras experiencias privadas, todos vamos algo justos de emociones "colectivas". Hannah Arendt señaló que uno de los motivos por el que prenden las revoluciones políticas es porque pasadas las primeras horas de incertidumbre, ya no hay manera de meter en casa a los ciudadanos emocionados por participar en un suceso histórico. En un tono menor, la idea de estar asistiendo a todo un "cambio de modelo cognitivo" auspiciado por la Red desprende algo irresistible.

Segundo: todos nos hemos reído y aterrorizado (y con motivo) del supuesto plan soviético de constituir una "ciencia socialista". Pero a la vista de que existen recetas económicas neoliberales, decisiones mercantiles sobre qué medicamentos investigar (y qué enfermedades erradicar), y teorías sobre la "creación" que parecen diseñadas para favorecer los talleres de escritura, convendría averiguar primero si estas profecías están tratando de vendernos algo (maneras de "readaptar" contenidos, por ejemplo). No vaya a ser que el despliegue de la "ciencia desinteresada" apunte más a la conquista de nuestro bolsillo que al incremento de nuestro conocimiento.

Ahora y antes

Carr precisa: "la lectura en profundidad que antes era algo normal ahora se ha convertido en un esfuerzo". Y de nuevo recurre al testimonio personal: "antes podía sumergirme durante horas en las páginas de un libro. Ahora ya no. Mi concentración empieza a flaquear tras dos o tres páginas de lectura, dejo de seguir el argumento y empiezo a pensar en otras cosas", a tenor de las listas de los libros más vendidos colmados de novelas y ensayos de más de 400 páginas quizás le hubiese sido provechoso contrastar antes su experiencia con la realidad. Antes de que existiese la Red las distracciones ya eran un problema. Alguien tan poco sospechoso de frivolidad como Lobo Antunes recordaba que puestos a decidir entre leer a Tolstoi y una revista se inclinaba por una lectura ligera. Antes y ahora, en la Red o en el mundo analógico, las lecturas que proporcionan un provecho más duradero han exigido siempre una disposición y alerta especiales.