Image: El hombre del torreón

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Opinión

El hombre del torreón

12 diciembre, 2014 01:00

Fernando Aramburu

Lo que más me gusta de Montaigne, circunloquios y pasajes en latín aparte, es que se le entiende. No creo que por trazar con nitidez un dibujo de los hombres y, por tanto, de sí mismo, su varia y amena obra tenga una densidad menor de perspicacia que la que acaso se esconda en las fórmulas de los magos oscuros o en la jerga de ciertos autores con fama de filósofos. Fue modesto, acaso elegante, al conferir rango de tentativa (de ensayo) a sus escritos, lo cual revela que no se consideraba en posesión plena de la verdad. Esta convicción conduce a la tolerancia. Su curiosidad intelectual no admitía confines. Recluido en el célebre torreón, le interesaron por igual Virgilio o el canibalismo, la embriaguez o la educación de los hijos. Shakespeare y Cervantes fueron sus contemporáneos. Sólo por leer a esta gente merece la pena haber nacido.