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Tlon, Uqbar...
Gonzalo Torné
No hace todavía ni un mes que Katherine Mahler presentaba un vídeo resumen para agradecer las contribuciones que miles de personas hicieron en el 2014 para sostener Wikipedia, que pese al tono lastimero que adoptan en sus campañas goza de una estupenda salud.Cuesta ponerle reproches a la idea de que se trata de la enciclopedia colectiva más extensa, y la actualizada con mayor frecuencia de la historia. Y tampoco sorprende, aunque resulte más molesto, que se le aplique en conjunto la expresión de "casa de sabiduría"; habituados como estamos a que el optimismo digital vacíe de contenido palabras prestigiosas para dotar de aura a los últimos artículos de moda: Musil advertía ya en 1930 qué poco queda de la palabra "genial" si la podemos aplicar a un caballo, y algo parecido sucede hoy con "mítico", "inteligencia" o "creatividad".
Al fin y al cabo la sabiduría tiene que ver con la aplicación de los propios conocimientos a la experiencia, algo que está completamente fuera del alcance de las enciclopedias, que funcionan más bien como registros o acopios de datos, incapaces de discernir o de tomar decisiones por nosotros. Tengo serías dudas incluso de que se pueda hablar de "conocimiento": Wikipedia nos permite un acceso instantáneo a casi cualquier área (lo que ya es muchísimo, casi magia), pero lo que se nos ofrece recuerda a una imagen orientativa, desenfocada, que exige un trabajo posterior de ajuste de las lentes. Vamos, que después de memorizar las entradas sobre literatura rusa o teoría de cuerdas el "conocimiento" sobre estas materias seguirá siendo superficial, apenas un borrador.
De sobra son conocidos los reproches habituales sobre los errores en las entradas, pero me ha sorprendido enterarme que en Wikipedia luchan casi a diario para localizar y desbaratar fraudes: mentiras elaboradas a conciencia. Incluso existe una suerte de ranking que incluye: persuadir al usuario del descontrolado incremento de población de los elefantes africanos, la creación de un tal Edward Owens (caído en desgracia durante la Gran Depresión y reaparecido años después como pirata de Chesapeake), informar sobre el fallecimiento repentino de Simbad (el marino), promocionar la ducha para "pájaros de compañía" o "mascotas aladas", acusar a Tony Blair de adorar durante su adolescencia un póster de Hitler que tenía colgado en su habitación, o el caso Essjay: un administrador de Wikipedia que se pasó años elaborando contenidos a su bola y al amparo de un falso doctorado en derecho canónico: a resultas del caso se intentó implantar un sistema de verificación de credenciales, pero no prosperó.
Esta clase de falsificaciones (por las que una ficción irrumpe en los "registros" que regulan "la verdad") no son nuevas: el falso ciclo de Ossian fascinó a muchos intelectuales europeos, entre ellos al joven Goethe (la página de la Wikipedia, por cierto, ¡sigue concediéndole crédito!) y los Protocolos de los sabios de Sión han proyectado una negrísima sombra. Los falsificadores, chistosos o fanáticos, por lo visto, siguen porfiando, y uno no sabe si las capacidades superiores de implantación y actualización de la Red los vuelven más o menos peligrosos.