Gonzalo Torné

Una de las zonas fronterizas donde conviven papel y digital con resultado todavía incierto es el espacio que antes ocupaban en exclusiva las guías de viajes. Uno de sus "productos estrella", el mapa de calles, parece empezar una lenta retirada ante la mayor comodidad de consulta que ofrecen los mapas digitales que pueden instalarse y consultarse en dispositivos móviles.



Los mapas digitales no sólo ofrecen la ventaja de ocupar menos espacio sino que según sus promotores proporcionan los beneficios de la "interactividad" que se despliega en dos sentidos: el orden práctico y el sentimental. En el práctico el usuario disfruta de las ventajas que da el "tiempo real" para evitarse así el disgusto de restaurantes cerrados por descanso del personal, calles cortadas o alas de museos en reformas. Y también es posible consultar en "tiempo real" información sobre el clima, los estilos arquitectónicos y la gastronomía local, con lo que se comprende en el mismo mapa buena parte de la información que suministran las guías de papel.



En paralelo a esta interactividad (práctica y centrada en la información pública) encontramos otra de orden sentimental o privado. Se trataría de aprovechar los recursos digitales y de la red para personalizar el mapa, para decantar la ciudad por donde puede pasear cualquiera con un pasaporte en regla a la ciudad de nuestro viaje: puntuando los restaurantes por donde hemos cenado, situando sobre los museos selfies con los cuadros más famosos, trazando el recorrido de nuestros paseos desde el hotel o añadiendo al mapa nuestras fotografías de las calles, casas o monumentos que más nos hayan llamado la atención.



Como no hay acción sin reacción el rearme de los callejeros de papel ha empezado y por una vertiente inesperada: el diseño artístico y a mano. Empiezan a proliferar propuestas como el estupendo mapa de Nueva York que ha dibujado Jenni Sparks, y que además de ser realmente bonito no se trata de un mero adorno, sino que es muy útil para aclararse con el metro (que es prácticamente para lo único que uno tiene que consultar un mapa en Manhattan).



¿Qué hay de malo en los mapas digitales para celebrar esta reacción a la contra? En realidad nada, los mapas interactivos parecen utilísimos. Y aunque la interactividad sentimental parece la versión gozosa de aquella venenosa observación de Séneca: "No importa cuanto viajes siempre terminas arrastrándose a ti mismo", tampoco es descabellado que un día el personal termine fatigado de valorar apenas aquello que remite (o que puede ser absorbido) por su propia experiencia.



Si ese día llega lo más probable es que nos acojamos de nuevo al arte, en la medida que lo "artístico", como se aprecia en el mapa y en los dibujos de Sparks, ofrece una versión inesperada y estilizada del mundo, que nos permite descansar de la fatiga (¡un goce para tantos!) de ser nosotros mismos todo el tiempo. Y de la que no nos libramos ni viajando, como ejemplifican tantos turistas que en cuanto pisan suelo extranjero empiezan a buscar un restaurante "de casa".

Un héroe en su alforja

Hace unos meses distinguía de manera tentativa entre traducir (actividad propia de los seres humanos) y trasladar de un idioma a otro a ver que sale. Los "traslados" de la Wikipedia la conducen a menudo a extremos de comicidad involuntaria como este "resumen" de un pasaje de La valquiria: "Las otras valquirias se reúnen al pie de la montaña, cada una con un héroe en su alforja". Mención especial merece la entrada dedicada al actor Louis Jordan fallecido el mes pasado (http://es.wikipedia.org/wiki/Louis_Jourdan). El lector encontrará pronunciados baches gramaticales ("Coprotagonizó con Frank Sinatra y Shirley MacLaine en el musical Can-Can") y absurdos ("Jourdan fue ordenado hacer películas de propaganda alemana que se negó a hacer") que ni a propósito. Como la Wiki nos resulta simpática y útil desde esta sección solo nos queda animarles a que dediquen parte de los beneficios de su nueva campaña de donaciones a contratar traductores humanos. De momento, no hay otros.