Tengo la impresión de que en las redes sociales (sobre todo en Twitter) cada vez cuesta más mantener una agenda propia de publicaciones y temas. No se trata tan sólo que, como era previsible, las principales "tendencias" coincidan con el sumario del telenoticias, sino que incluso los usuarios con un perfil a priori más interesado por la "cultura" y el "arte" siguen el metrónomo de los aniversarios: de muerte, de nacimiento, de publicación...



Entre los muchos aniversarios de este curso bulle especialmente en la Red el de los doscientos años de la publicación de Emma: la más imaginativa y juguetona novela de Jean Austen, quien entre tanto se ha convertido en una auténtica industria ya sea vendiendo libros, películas o incluso muñecos.



De lo que no estaba al corriente era de su presencia arrolladora en la Red. Quizás Austen no pueda presumir de tantos estudios dedicados a los aspectos más variados e insospechados de su obra como Shakespeare, en cuyas obras se inspiran desde ornitólogos a naturópatas, pero es una autora con muchísima presencia en la discusión viva de los foros de debate, que genera comentarios en ambientes virtuales bastante alejados del estudio académico o la conversación erudita.



En un mundo donde la crítica parece dominada por el formalismo y la taxonomía (por toda esa lata de los géneros y las influencias) casi sobresalta descubrir que en estos foros predominan las interpretaciones "morales", enfrascadas en discernir la bondad o maldad de los motivos de los personajes, la naturaleza de su carácter, y la posibilidad de que su actuación nos sirva de "modelo".



A los detractores de Austen esta clase de crítica les parecerá un indicio más de que se trata de una autora a la que no es posible tomar en serio, pero lo cierto es que la crítica de personajes en manos de un Samuel Johnson o un Harold Bloom es cualquier cosa menos ingenua.



Mucho más ingenua me parece otra tendencia de estos días: descomponer los libros de Austen en "ingredientes" como si se tratasen de fórmulas o recetas. En la Red he descubierto varios intentos de "desarmar" o "deconstruir" (según la pedantería del plumilla) a Jane Austen que parecen inútiles para recrear un éxito parecido de ventas, y ridículos si de lo que se trata es de escribir novelas tan buenas. Me aventuro a conjeturar que esta clase de "lecturas" son un efecto de tantos cursos de "escritura creativa" mal enfocados donde se pretende formar a un escritor integrando herramientas o ingredientes como si se tratase de armar un Mr. Potato. Desatendiendo la originalidad y la calidad de su imaginación, facultades tan misteriosas como decisivas para un novelista.



El secreto de Jane Austen no está en los "ingredientes" sino en que era singularmente inteligente, una artista original y que escribía de fábula. Y la manera más legítima de interpretarla es con una lectura crítica que esté al nivel de su excelencia. Como una lectura así depende del talento más que de la voluntad, bienvenidos sean entre tanto las lecturas devotas, vivas y "morales" que sobre sus novelas se acumulan en los foros de la Red. l

Obsolescencia inesperada

Al debate sobre el fin del mundo le ha salido un hermano menor: el debate sobre el fin de Internet. Pese a lo espectacular del enunciado participan en él personas más serias que los habituales profetas del cataclismo, nada menos que Vinton Cerf, inventor de la Red. El tema, además, puede modularse en términos menos escandalosos: lo que está en peligro no es tanto la supervivencia de la propia Red como los formatos en los que almacenamos habitualmente nuestras fotos, archivos o documentos. La velocidad con la que el mercado cambia de sistemas operativos es tan rápida que podría descabalgar el ritmo más pausado de las actualizaciones y provocar un bit rot (una putrefacción de los bits): cuando la recuperación de datos sea un proyecto tan costoso que se desestime por no aportar el suficiente beneficio. Cerf calcula que en breve se habrá perdido el 90% de la información de estos primeros años de mundo virtual, y que los historiadores de nuestro presente serán más bien arqueólogos.