Desbordan esta semana mi papelera emails y tuits de algunos lectores sobre el estado, no mental sino elemental, de uno de los más incisivos colaboradores de estas páginas, que la toma esta vez con ellos y, como siempre, con los críticos literarios de aquí y acullá. A todos ellos los sitúa, despectivamente, en el gueto de “los que les gusta que les guste leer”. Pues va a ser que sí. Los otros, los que no leen ni les gusta que les guste, no necesitan ni quieren suplementos ni críticos que los orienten. ¿O será que el excrítico de mis entretelas pretende que los suplementos culturales se interesen solo por los cuatro autores exquisitos de su tribu? Demasiado angosto ese gueto, ¿no?
La presencia española en Cannes de este año será marginal y esquinada. Fernando León presentará A Perfect Day, su regreso tras cinco años, pero lo hará en el festival paralelo, la Quincena de Realizadores, compitiendo no en vano junto a grandes como Philippe Garrel o Miguel Gomes. El autor de Los lunes al sol tendrá que ausentarse momentáneamente del documental que rueda sobre Podemos y su irrupción en el paisaje político. También en la Quincena competirá el corto Pueblo, de la española Elena López Riera, sobre unos jóvenes de marcha nocturna que se cruzan con una procesión religiosa. Ah, y Rossy de Palma en el Jurado.
Después de su tormentosa relación con Roberto Alagna, la Gheorghiu va recuperando la estabilidad. Los celos del tenor francés -dice ella- llegaron al paroxismo cuando compartió el cartellone con Jonas Kaufmann en la Tosca dirigida por Pappano. Nada nuevo en el avispero de egos y pasiones que siempre habita la ópera. Hoy presume de felicidad sentimental junto a un dentista 22 años menor que ella, que cumplirá los 50 en septiembre. La Warner Classics va a celebrarlo con el lanzamiento de un cofre con sus papeles estelares.
Los miembros de la Real Academia (y alguna miembra, que diría el candidato) se dirigían a Argamasilla de Alba a celebrar una sesión extraordinaria de homenaje a Cervantes. Celebraban también por el camino la imparable buena marcha del español y sus millones de hablantes hasta que un cartel luminoso, al pie como quien dice del Quijote, les enmudeció:“Show girls. Low Cost”. ¿Tu quoque, Argamasilla?