Gonzalo Torné

"Internet está al alcance de todos, por lo que el net.art también. Si a ti te interesa la pintura te vas a ver cuadros a un museo, y si no te interesa no vas… En cambio todo el mundo se acaba cruzando con el net.art de vez en cuando. Mucha gente aún sigue pensando -y sobre todo en España- que el net.art es una estética o un movimiento en lugar de un medio o disciplina. He escuchado a mucha gente decir que el net.art es Tumblr, y eso es como decir que la pintura es rococó".



El párrafo anterior está extraído de una entrevista a Claudia Maté, artista virtual nacida en Madrid en 1985. Maté "expone en medio mundo" y gestiona una cuidadísima galería de arte digital (Cloaque.org) que elabora sus obras con imágenes encontradas en la Red. La entrevista es muy útil porque con un inusual desparpajo pedagógico Maté nos ofrece una utilísima panorámica del net.art: nos asegura que no es necesario conservar las obras, pues mientras exista la Red nunca se deteriorarán; que el suyo es un mundo dominado por hombres; que es complicado ganarse la vida exclusivamente con el net.art; que un aspecto que le fascina de su trabajo es la posibilidad de llegar de manera instantánea a cualquier parte del mundo, y que a veces tiene las sospecha de que si emplease métodos más clásicos la crítica se la tomaría más en serio.



Lo que más me ha interesado de la entrevista es la advertencia con la que he empezado mi artículo: no se debe confundir un medio con una estética. Lo que dificulta Maté con esta distinción (no sé si de manera deliberada) es que el net.art quede automáticamente asimilado por la vanguardia, que desde luego nunca ha aspirado a ser un medio. Por decirlo de manera más elocuente que precisa: el net.art no se considera una avanzadilla de la pintura, sino que reclama su carácter de disciplina autónoma, como en su momento hizo la fotografía.



La demanda parece más sutil que la idea (ya en franca retirada) que manejaban algunos escritores: como internet era algo nuevo si simulaban que sus libros eran pantallas o introducían elementos digitales ellos mismos se transformarían por ensalmo en autores de vanguardia.



Otra declaración interesante de Maté es la de que al navegar nos encontramos con piezas de net.art en las que nuestro ojo no repara por falta de adiestramiento. De nuevo me parece provechoso compararlo con la vanguardia literaria. Kenneth Goldsmith, cuyas ideas suelen ser bastante sugerentes, propone una escritura "no-creativa" y "no-escrita", absolutamente sumergida en Internet, pues consiste en combinar flujos de escritura ya disponibles en la Red. Los procesos del net.art y de la literatura vanguardista obtienen resultados similares por procesos casi inversos: las obras del net.art si no van "señalizadas" son difíciles de identificar en el marasmo de imágenes de Internet; mientras que los libros de vanguardia se "no-escriben" recogiendo escritura ajena, emitida sin una intención expresamente artística. Curioso.

Gacheto-biblio





Aunque se necesita una fe considerable para seguir creyendo en la profecía del relevo inminente entre papel y digital, conviene recordar que el ebook ha colonizado un porcentaje considerable de mercado, así que no puede sorprendernos que las bibliotecas traten de adaptarse tecnológicamente (como en su momento introdujeron pantallas de vídeo) a las nuevas condiciones de lectura. Piotr Kowalczyk ha reunido hasta siete adminículos futuristas que están preparados para asaltar el presente a la primera oportunidad. Aquí van algunas: el marcador digital, el drone entrega-libros o la interfaz para ebooks. También contempla algunas propuestas para el mundo "físico": el lector óptico que traduce palabras a varios idiomas o las máquinas de "print-on-demand" conectadas a un catálogo de siete millones de títulos y que permitiría disponer al momento de ejemplares ya prestados (esa maldición). Kowalczyk también riñe a los diseñadores de aplicaciones: ¿cómo es posible que no podamos dar paseos virtuales por las bibliotecas públicas, pedir prestado libros o tomar notas in situ?