Image: Arde Madrid

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Opinión

Arde Madrid

13 noviembre, 2015 01:00

Marta Sanz

El jueves 22 de octubre Kiko Herrero presentó Arde Madrid (Sexto Piso) en la Vía Láctea de Malasaña. Herrero nació en Madrid, vivió Transición y Movida, reside en París, escribe en francés. El glorioso día de la Hispanidad le escribí con un móvil para felicitarle por un libro rabioso contra una repugnante acepción de España; un libro que desbarata las mentiras de una historia mal dicha; un libro sin ombligo y lleno del dolor que acarrea la destreza congénita para percibir las paradas de los monstruos... Arde Madrid desmiente el mito fundacional de la democracia española en la posmodernidad y sitúa allí el embrión de la crisis. Si Goya hubiese nacido a finales del siglo XX, habría pintado estas estampas sensibles y punzantes: gatos, cuerpo, putrefacciones, microchips en la cabeza, batas de guatiné, tías locas, la maravillosa metonimia de la mano de su madre...

La memoria se activa desde la anti-nostalgia y el desarraigo de un país y una época que nos obsesionamos en retratar desde su mejor pose. Lo vivido corrobora la existencia de un excipiente histórico que une el caldo de gallina con los héroes de una movida que a ratos encarnaron el lado bufonesco de una Transición cojitranca. Kiko Herrero se exilia en París para amputarse del ADN la mancha de una España, desgrasada y light, coloreada artificialmente, que seguía siendo negra. No es insultante: ejerce la autocrítica y escribe como un español extranjero o un extranjero español. Expulsa de su libro a esos lectores patriotas que sentirán herida su sensibilidad.

Los lectores sin patria disfrutamos de un estilo que sintetiza fuera y dentro, ternura y violencia, Historia e intimidad, amor y odio. Como los nudillos de Mitchum en La noche del cazador. Un libro de una radicalidad y exigencia literarias poco comunes, y no apto para los que casi linchan a Fernando Trueba por hacer una broma sobre su españolidad.