Gonzalo Torné

Existe cierto consenso en considerar el diálogo como el camino más seguro y elegante hacia los acuerdos. El prestigio de la empatía, de la escucha, del respeto al turno de palabra, de la ponderación mesurada de los argumentos, la toma de conciencia y el ceder cada uno un poco para que todos salgamos ganando... es sencillamente imbatible.



Aplicando la misma lógica a la inversa se entiende la mala fama que arrastran las discusiones en las redes sociales. Para muchos observadores se trata de una continua efervescencia de la grosería, la interpelación intempestiva, el pisotón de los turnos y la retirada abrupta (por no referirnos directamente a la proliferación de los insultos).



Sin embargo, es bueno reconocer que en muchos casos los argumentos solo se afilan en la discusión y que las polémicas actúan como aceleradores del diálogo. Empleo "polémica" expresamente porque creo que es excesivo aplicarlo a las discusiones de Twitter o Facebook. La polémica afecta a "materias discursivas", y exige una articulación de los argumentos que raramente se da en el medio digital. Más bien asistimos a intercambios de consignas, escaramuzas discursivas o ráfagas de discusión (justo como decía Fielding que debían ser las reflexiones en las novelas: nada de discursos bien trabados, sino "ráfagas de pensamiento").



El propósito de este artículo no es romper una lanza a favor de las broncas en Twitter, sino ofrecer un catálogo de rasgos distintivos que pueden ayudar a configurar una forma tentativa de las ciberdiscusiones. Allá vamos:



1. La ventaja de la apelación directa: ¿hemos recibido una mala crítica? ¿no nos gusta el libro de Fulanito? ¿la última ocurrencia de Menganito nos parece una bobada imposible de pasar por alto? Pues si el sujeto de crítica tiene domicilio digital le podemos hacer llegar nuestras discrepancias.



2. A diferencia del papel no se necesita una tribuna para atacar o rebatir. No hay que abrirse primero un espacio para disfrutar del turno de palabra. Tampoco hay limitación de respuesta más allá del agotamiento. En principio, una discusión pública entre dos usuarios con miles de seguidores podría seguir indefinidamente o hasta que se aclarasen.



3. El punto anterior viene compensado por la limitación de espacio del tuit, que dificulta enormemente la flexión del pensamiento. La discusión se inclina hacia el intercambio aforístico, de lemas y consignas.



4. La aparición de un espontáneo. Que no se entienda espontáneo como categoría moral, su carácter puede ser de cualquier color: agudo, impertinente, despistado, cretino... Su aparición puede ser indicio de la conveniencia de ir recogiendo.



5. El desenlace suele ser una completa pérdida de rumbo, un mareo. Como un río que después de dar muchas vueltas por la tierra fuese a desembocar al desierto.



Como conclusión tentativa diría que la discusión virtual muestra más a las claras un fenómeno que también encontramos en las polémicas o diálogos que transcurren en el ámbito de la proximidad física: que el verdadero provecho de una conversación (sobre todo si es más tensa que relajada) se empieza a extraer cuando nos replegamos en casa, empieza a bajar la marea de la intensidad y podemos reexaminar con cierto sosiego los argumentos en disputa.



@gonzalotorne

Lecciones de los maestros

Llevo varias semanas tratando de decir algo articulado sobre el "fenómeno" de los youtubers (usuarios con canal propio en YouTube) más populares del mundo, algunos de los cuales consiguen dos millones de visitas en pocos minutos. Como enseguida me entra una considerable vergüenza ajena (el problema desde luego es mío) y desde la perplejidad es imposible estructurar un discurso crítico voy posponiendo el abordaje. Para compensar les traigo la conferencia que Riccardo Muti ofreció en el lejano 1994 sobre Rigoletto en Boloña (https://www.youtube.com/watch?v=ZPHEqJALA50) . Lo de Muti es una maravilla, pero lo saco aquí a colación como ejemplo (entre tantísimos posibles) de la relativa sencillez con la que YouTube permite acceder a las "lecciones de los maestros", en contraste con las proporciones míticas que cuando yo estudiaba iban adquiriendo (a fuerza de acumular sentidos elogios) profesores que al no estar en activo era imposible escuchar como Valverde o Riquer, nombres que no puedo leer sin sentir una nostalgia inducida. El video no impide que los tiempos pasados sigan volviéndose un poco fantasmales, pero mantiene frescas las lecciones.