Gonzalo Torné
Por motivos de trabajo (esta columna) y de amistad (que siempre da trabajo) he terminado involucrado en dos actividades imprevistas y que confluyen: estar atento a lo que sucede en la Red y leer muchísima poesía de escritores nacidos en los noventa.En otra entrega ya señalé un efecto benéfico que las redes habían ejercido sobre los nativos digitales: acercar enseguida a lectores y escritores con intereses parecidos, lo que revertía en su confianza y en una mayor facilidad para arrancar proyectos comunes, por no hablar de una casi instantánea circulación de ideas internacional, inimaginable (por caudal y por los países a los que llega, alejados de cualquier centralidad simbólica) hace unos años.
Dado que la mayoría de estos jóvenes (en proceso de dejar de serlo) tienen casi desde niños presencia en las diversas redes sociales y empezaron a foguearse en blogs sin la carga estratégica y deliberación de mis coetáneos, ¿podrían señalarse algunos rasgos en sus poéticas cuyo origen pueda derivarse directamente de la actividad en la Red?
La pregunta es más sencilla de plantear que de responder. Ni que decir tiene que mi muestra de poetas es pequeñísima en relación a la cantidad de personas en la misma franja de edad que escriben poesía (parecería que hay tantos como cantantes o cocineros que no dejan de alimentar realitys), pero nadie prometió nunca que la "crítica" tuviese que ser justa, y estoy bastante convencido de la buena orientación de mi muestra.
De manera tentativa percibo tres rasgos bastante extendidos:
En primer lugar una poesía de corte confesional, sin apenas ironía (alejada del modelo predominante Auden-Gil de Biedma), que trata antes de exponer una impresión vital que exponer a juicio o moralizar a partir de la propia existencia.
En segundo lugar cierto desentendimiento por la estructura formal del poema que rara vez está pensado o trabajado como unidad, ni modulado para ofrecer una impresión final.
En tercer lugar, muy vinculado a los dos puntos anteriores percibo un predominio del expresionismo, auténticos chorros líricos, cuya torrencialidad prefiere estructurarse a través de repeticiones cuando no se abandona a la propia fuerza del estilo.
Me anticipo a decir que no creo que existan poéticas superiores o más adecuadas a la época que otras, y me alegro mucho que haya pasado la época en la que se repetían desconcertantes lemas como que la novela del siglo XXI tenía que ser sin personajes porque el yo había muerto o en primera persona porque al no tener centro no admitía un punto de vista omnisciente (la contradicción flagrante nunca ha sido un impedi- mento para la propagación de tonterías). Ninguna poética garantiza a priori que una obra tenga interés ni vacuna contra el desastre. Los rasgos señalados son meramente orientativos, que se juzgue a cada poeta según sus méritos.
Lo que si me parece plausible es trazar una relación entre el fogueo en blogs y redes sociales con algunos de estos rasgos comunes. Tampoco me extenderé (en parte por evidente y en parte porque se me acaba el espacio): de ser así estaríamos ante la primera ocasión que lo digital influye sobre lo literario de manera no artificiosa ni programática. O eso parece. Veremos como evoluciona.
@gonzalotorne