Arcadi Espada

Estuve la otra tarde en la charla de Svetlana Aleksiévich en la Fundación Telefónica. Aleksiévich es periodista. Obstinadamente periodista hasta el punto de que su voz propia es la voz de los otros. No vi a ningún periodista en la sala, aunque quizá habría uno o dos ya que la sala estaba repleta. Conversaba con la periodista una locutora muy agradable. Solo podían hacer preguntas los niños y unos nicks que aparecían de vez en cuando en las pantallas de tuiter.



Aleksiévich hacía unos poderosos esfuerzos por sobreponerse. Es una rusa de libro: triste, laboriosa y profunda. Y bielorrusa. Braceando entre las oleadas de banalidad explicó que su padre era un comunista acérrimo. Y que una noche volvió a casa, armada, no sé si sabiéndolo, del célebre epitafio de Kipling: "If anyone asks why we died/Tell them, because our parents lied" ("Si alguien te pregunta por qué hemos muerto dile que porque nuestros padres mintieron"). Es así que se encaró con su padre: "Papá, vivo en un país de asesinos, y tú me mentiste". Y cuenta, entonces, que su padre no dijo nada y se echó a llorar.



Pero lo interesante de su relato es lo que sigue: "Hoy no lo haría, me equivoqué". La razón fundamental de por qué no lo haría es la revolución, lo que hoy piensa de la revolución. Rusia es el país de la revolución y la parte mejor de la obra de Aleksiévich es explicar lo que la revolución hizo con los hombres rusos. Por eso dice que ha dejado de creer en la revolución, incluso en esa revolución sentimental, generacional, papá me mentiste. Su punto de vista sobre la Rusia de Putin es implacable, devastador. Unas élites gangsteriles. Una democracia totalitaria. Además ella se siente ahí en peligro, algo aliviada ahora por si el Nobel fuera un detente bala. Pero, incluso en esas condiciones, descarta la revolución. Vive en una dictadura democrática y descarta la revolución. No sé si la están escuchando los indigentes y frívolos que viven en una democracia y aún claman por la revolución.



@arcadi_espada