Image: Juicio digital de la Navidad

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Opinión

Juicio digital de la Navidad

5 enero, 2018 01:00

Gonzalo Torné

Las teorías del péndulo aplicadas a la historia (de las sociedades, de las artes, de las costumbres) imprecisas como son, por no decir falsas, suelen ofrecer una gratificación sin complicaciones: satisfacen a la imaginación (por su trazo sencillo, de ida y vuelta) sin ofender al razonamiento (puede que por costumbre).

El caso es que de un tiempo a esta parte (unos diez años) no he querido advertir pero he advertido que se veía produciendo una impugnación general a la Navidad (entendida en su sentido más amplio: de la semana previa de compras hasta el día de Reyes) muy activa desde varios flancos. Hay quien ataca la presunta hipocresía de base, pues parece como si a cambio de media semana de bondad se nos permitiese ser unos mezquinos los trescientos cincuenta días restantes; hay quien sale a defender las esencias y señala la perversión consumista que los vampiriza; una parte del respetable denuncia que las familias ya no se reúnen como antes, otra parte del tendido señala que reunirse con "las familias" solo puede entenderse como un sofisticado (como sinónimo de cruel) sistema de suplicio social, y todos están de acuerdo (incluso algunos publicistas) en que, pese a partir de un elevado nivel medio, los anuncios alcanzan estos días niveles de cursilería siderales.

Este batiburrillo de críticas (no siempre compatibles y que parecen validar el dicho según el cual "a perro flaco todos son pulgas") inundaba las redes sociales, y parecía operar como una especie de carta de presentación del usuario o de contraseña entre iniciados (como diciendo: "yo también estoy en el secreto", "qué me vas a contar" o "a mí no me la dan con queso"), al menos entre la tribu de escritores y lectores, artistas y gustosos de las artes, que imagino constituye también el grueso de los lectores de este suplemento.

El curso pasado percibí los primeros síntomas de relajación, como si alcanzado el punto máximo de elasticidad que permite la sustancia crítica esta empezase a destensarse. Y estas navidades se han alzado las primeras voces contestatarias, con argumentos que replican las diversas líneas ofensivas. El que más me ha gustado venía a decir que con tanto pelma diciéndonos a diario que debemos ser más competitivos igual dedicar un par de días a pensar en cómo ser mejores (o si prefiere a ser más amables, que ya para Henry James era uno de los tres ingredientes de la moral civilizada; los otros dos eran la amabilidad y la amabilidad) no era tanto una "hipocresía" como un acto de disidencia, contestatario, casi contracultural.

¿Ley del péndulo? A falta de una teoría mejor acojámonos a esta trampa amable del razonamiento. Aunque si me fijo en la gente que sigo no puedo evitar reparar en que muchos de los que criticaban la Navidad desde la juventud inconforme son ahora padres con responsabilidades, enfrascados en el comprensible empeño de ilusionar a sus hijos. Y no es lo mismo aguar una fiesta de la que estás tratando de escapar que sabotear la que tú mismo estás organizando.

Claro que con este argumento sustituyo la ley del péndulo por la interpretación generacional que tampoco es el criterio más fiable del mundo. Y quizás el año que viene vuelvan a predominar los gruñidos, y los repuntes de este año apenas habrán servido para que algún plumilla arranque un nuevo año de colaboraciones.

@gonzalotorne

Ni reemplazados ni resistentes

Uno de los titulares más viralizados de estas Navidades (en nuestro sector, se entiende) nos asegura que "El libro resiste al ebook"; estrambote dialéctico para no reconocer que este año tampoco se cumplirá la consabida profecía hacia la que en esta página se ha mantenido una prolongada campaña de cuchufleta. El asunto es grave por un motivo: la metáfora de la "resistencia" deriva de la de "reemplazo" con la que una serie de afanosos por quedarse con el pastel de la edición (de la que visto lo visto ignoraban todo) incardinaron en un contexto casi de depredación evolutiva las relaciones entre el papel y el digital. Si tales relaciones se hubiesen planteado en términos de complementariedad y apoyo ahora estaríamos progresando en su empleo para libros de consulta y para facilitar una primera circulación de obras a las que difícilmente se arriesgará el papel. ¿Cómo convencer a los editores, a los que se les machacó con que se trataba de una guerra, que se tomen la molestia de ver qué empleos, en beneficio de todos, se le podría dar al "derrotado"?