Luna Miguel

No sé, me dio pena. Fue triste darse cuenta de que no había discurso. Hablo del polémico artículo sobre los poetas de internet, ese en el que varias voces daban su opinión sobre el fenómeno que hizo saltar a un montón de jóvenes de sus espacios de Twitter e Instagram hasta las grandes editoriales. Hablo de la ausencia de ideas, de la falta de coherencia, y del sofoco de encontrar entre las motivaciones de algunos de ellos cosas tales como "repartiste el pastel".



Me apena porque lo que ellos llaman "el pastel" es en realidad algo muy grande y muy hermoso. Porque más allá de esas palabras hay voces verdaderamente interesantes, que a pesar de la fama repentina, se mantienen en sus trece, reivindican un discurso político, una voluntad feminista, una preocupación por crear voz, así como las ganas de promocionar no sólo a su yo sino también a la industria de la que participan y a la tradición que aman. Pienso, por ejemplo, en casos como los de Rupi Kaur (Canadá), Danez Smith (USA), Elvira Sastre (España) o Aranya Johar (India). Pienso en ellos y veo esa capacidad para convertirse en escritores-marca sin dejar que la segunda palabra se apodere de la primera. Esa capacidad para llevar muy arriba el estandarte de la poesía. De reinventarlo para que sea accesible para cada vez más lectores, pero sin renunciar al riesgo ni a las ideas.



No sé, quizá exagero. Quizá es la sensación de estar desconectada de ese mundo. De no entender muy bien cómo lo que está trabajado hasta el último milímetro -la imagen, la estética, las apariciones en prensa, la gira, el merchandising- es capaz de obviar lo más importante: "Voy a quedar fatal... No he leído a ninguno [de esos escritores clásicos]. Simplemente los del instituto, me sé de memoria el poema de "La vida es sueño". Pero poesía leo bastante poco".



Bastante poco. Lo dice el poeta más vendido de España.



El pastel se pudre.



@lunamonelle