Gonzalo Torné

Hace algunos años (ya casi diez) cuando parecía que la escritura digital iba a alterar la manera misma de escribir y distribuir y comerciar con la literatura recuerdo que se organizaron varios congresos sobre su formato estrella: el blog. Hasta dónde sé pocos de estos congresos surgidos al frágil vuelo de las expectativas pasó de la tercera edición. Algunas de estas ponencias, mesas redondas o debates se registraron, y resulta un espectáculo (al que volveremos) ver cómo cada cual se retrataba con su inteligencia, su audacia, su oportunismo, sus conocimientos impostados, su modestia o su tontería. Pero creo que la idea dominante era que el blog venía a reanimar, en unas coordenadas distintas, la escritura "privada": diarios, dietarios, anotaciones… Y pongo entre comillas la palabra porque en las cumbres del género lo "privado" suele ser un estado transitorio (una condición y una fermentación) a la espera de ofrecerse a los ojos del público.



Al pasar del diario personal al blog el género sufría leves pero definitorias (y jugosas) alteraciones que fueron mayoritariamente desatendidas, entontecido y enfervorizado como estaba el sector profetizando un "inminente cambio de paradigma". Una lástima. Lo que seguramente no sospechase nadie en ese momento es que terminaría siendo el género hegemónico (la novela) quien absorbiese (como lleva haciendo siglos) los rasgos de la escritura "privada" (testimonio, confesión, reminiscencias, trauma…). Al menos así ha sido en España, donde ya circula el malicioso chiste según el cual bastaría con que las editoriales contratasen un buen psicólogo para calcinar la novelística española reciente, tan renuente a la ficción y tan proclive a airear traumas. Sea como sea, el fenómeno que el blog parecía presagiar se ha cumplido por una vertiente inesperada: la "privatización" de la escritura "pública".



Como no llevo diario ni mantengo correspondencia ni apenas tomo notas no se me había ocurrido preguntarme por el fenómeno inverso: ¿afecta de alguna manera la conversación digital (que ya no transcurre en el blog, sino en los estados de Facebook y las réplicas de Twitter) a la escritura genuinamente privada?



La pregunta tiene su interés y encuentro una tentativa de respuesta en los muy recomendables Diarios (2015-2016) donde su autor Eduardo Laporte, entre otras cosas, describe la estela de erosión profesional y personal que ha dejado la crisis. Pero volvamos a nuestro tema, Laporte escribe: "No sería descabellado pensar en un aumento de la escritura y la publicación de diarios íntimos en un momento en que expresar opiniones levemente controvertidas en redes sociales, que implican lecturas generosas, empáticas y de trazo fino, es tan complicado".



La "era digital" empezaba con una abertura de múltiples espacios públicos que servían para filtrar escrituras que hasta ese momento solo podían aspirar a una difusión privada, diez años después el empleo (y la degradación) de esos espacios públicos provocaría un repliegue hacia la escritura privada o como prefiere Laporte, íntima, más sensible al matiz y a la "generosidad".



Suena plausible; por desgracia, dada la tendencia de los diarios a emerger con cierta demora, tardaremos años en disponer de material crítico suficiente para comprobarlo.



@gonzalotorne

Muerte por selfie

Entre las principales tendencias de nuestro tiempo está la "muerte por selfie", o dicho de otro modo: la del usuario que muere o se mata (por una caída, aplastado por un tren, devorado por un tiburón, retorcido hasta la asfixia por la trompa de un elefante, electrocutado por una catenaria, despeñado, aplastado por un camión...) mientras se hace una autofoto. En 2015 murieron doce personas, en lo que llevamos de 2018 se dice que ya hemos duplicado la cifra. El líder mundial es la India, el europeo Rusia (donde se ha publicado una guía de lugares donde está prohibido el selfie, muy instructiva) y la cuarta posición la ocupa España, justo detrás de los Estados Unidos. En densidad de muertos por población somos líderes indiscutibles. La tendencia ha generado varios debates y teorías sobre hasta dónde estamos dispuestos a llegar para lograr una imagen impactante y sobre las relaciones entre asumir riesgos con la cámara y la psicopatía. Supongo que las nuevas tecnologías seguirán el camino de las viejas, y como ha sucedido con los muertos mensuales en carretera asumiremos y normalizaremos las bajas.