Image: Gremiales

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Opinión

Gremiales

13 julio, 2018 02:00

Gonzalo Torné

La imaginación es una facultad disconforme que rara vez se contenta cuando la razón y los sentidos le dicen que no hay manera de averiguar algo. Lo saben los cartógrafos del pasado (qué pocos mapas dejaban en un inmaculado blanco las zonas del planeta nunca visitadas, casi todos preferían dibujar corrientes, islas imaginarias o criaturas amenazantes), lo sabía Pessoa cuando presumía de que los países desconocidos prosperaban en su imaginación, y lo constatamos cada uno de nosotros poco antes de conocer a alguien o cuando nos enfrentamos al primer día en un nuevo trabajo.

La imaginación no solo es una facultad exploradora, también es tentativa, se inclina a completar los datos de las personas que conocemos a medias (aunque me temo que no hay otra manera de conocer a nadie), supone cómo han pasado la semana, en qué andarán metidos y qué pensarán de esto o de aquello.

Estas exploraciones imaginativas se intensifican en las redes sociales donde muchos de sus usuarios aparecen enmascarados o disfrazados o escorados en una tonalidad de su carácter. Pasamos horas, a veces durante meses, hablando con personas que apenas conocemos: un festín para la curiosidad imaginativa.

Al frecuentar redes sociales también he advertido que la imaginación (al menos la mía) disfruta de un impulso organizador. No solo me pica la curiosidad saber quién estará detrás de este avatar o a qué se dedicará el tal Pepe García (o Violeta Mancebo o Pere Codony) en sus horas ajenas a lo digital, sino que establezco relaciones infundadas entre los distintos usuarios. Infundadas, pero no arbitrarias, pues siguen un criterio, y me atrevo a compartirlo con los lectores solo porque se acerca el verano, época de gran relajación en el apartado de las costumbres.

Agrupo a los diversos usuarios y contactos por gremios: los bibliotecarios, los libreros, los dibujantes (mis favoritos), los periodistas culturales, los editores, los humoristas, los traductores, los cocineros, los correctores, los catalanistas, los actores, los músicos y los filósofos. Alguno me dejo. Los imagino viviendo en sus estrechas calles gremiales (versión digital) colmadas de las preocupaciones especializadísimas del oficio... Y les veo recorrer a cualquier hora la distancia virtual que los separa de la inmensa plaza pública del TL, donde algo desentendidos de su especialidad (pero influidos por ella como un sesgo) se mezclan con el resto de ciudadanos de la república digital y se incorporan a las conversaciones del día: el Mundial, el muerto célebre de la semana, cosas del politiqueo, alguna huelga situada en el aeropuerto...

Todo esto no es más que un teatrillo imaginario, claro, pero he descubierto que es menos inocente de lo que parece. En varias ocasiones me he mosqueado (dentro de un orden) cuando resulta que dos dibujantes no se conocen, dos libreros no se siguen o dos bibliotecarios (¡por favor, si comparten calle!) ignoran sus avatares respectivos. Tengo que recordarme antes de hacer el ridículo acusándoles de que algo me ocultan que todo es una ficción cómoda, una manera de organizar el espacio virtual, una representación. Me sirve también como advertencia del peligro que supone embelesarse con las propias construcciones mentales. Sobre todo cuando la realidad no tiene la menor prisa (ni el menor interés) por replicarnos.

Reto y exhibición Me acaba de llegar la siguiente información por Facebook: el crítico Vicente Luis Mora se prepara para leer la obra entera de Aira (que según sus estudiosos estaría por encima de los cien volúmenes, pero creo que nadie lo sabe a ciencia cierta) a razón de un libro al día. Interesado por el asunto pregunto directamente al crítico que me da una respuesta profesional y sensata que, además, no puedo divulgar. Me pregunto, ¿por qué me ha llamado tanto la atención el anuncio? Creo que por el reto. Y me pregunto de nuevo: ¿de la misma manera que para promocionar los deportes se hacían espectáculos de exhibición no sería buena idea, en un momento que la crítica parece haber perdido parte de su prestigio e influencia, organizar retos y demostraciones? De ser así, sin duda, el mejor espacio sería el virtual que sigue sin dar con el tono mejor para una crítica esclarecedora, popular y exigente. En cualquier caso, como lector "completista" quedo a la espera de qué extraerá Vicente Luis Mora de su maratón Aira.