Estrenábamos en junio ministro de Cultura con un titular sorprendente (Màxim Huerta) que se convirtió en el más breve de la democracia. Le sucedió José Guirao que llegó como un soplo de aire fresco y con el Estatuto del artista bajo el brazo: en septiembre, el Congreso aprobaba las 75 propuestas que resuelven asuntos reclamados por el sector cultural, como la compatibilidad de la jubilación con el cobro de derechos de autor.



Con el nuevo gobierno llegó el consabido cambio en la cadena de mando de instituciones culturales. ¿Hasta cuándo? Juan Manuel Bonet fue sustituido por Luis García Montero como director del Cervantes. Hubo cambio también -no por esa razón- en la dirección de la Real Academia. Darío Villanueva renunció a un segundo mandato y Santiago Muñoz Machado toma las riendas de la Casa, que tiene ante sí los retos no menores que conlleva el cuidado y la potencia de nuestra lengua. Por primera vez en la historia no hubo Nobel, pero el Cervantes nos dio una alegría celebrando la obra de la poeta Ida Vitale. Como le ocurrió a la producción editorial, los premios Nacionales sucumbieron a lo políticamente correcto, mientras se convertían en lecturas de masas ensayos dedicados al optimismo (Pinker, Harari), el nacionalismo (Canal, Espada) y el feminismo. Más allá de eso, calma creativa. La novela sigue empapada de autoficción, y se multiplican, con desigual fortuna, las microeditoriales y los proyectos "de autor".



El año artístico que se abría celebrando a Murillo, acaba como empezó: con exposiciones del sevillano en su ciudad natal que se ha volcado en su IV centenario proponiéndose acabar con la imagen de pintor de Inmaculadas para acercarnos a un creador más complejo. Tuvimos una buena edición de ARCO, dijeron los galeristas, que se preparan para despedir tras la feria de 2019 a su director, Carlos Urroz. Han comenzado los fastos del Bicentenario del Prado con gran respuesta mediática y la conmemoración se prolongará durante todo el año. Y un anuncio de última hora: Carmen Thyssen (en mejor sintonía con el Ministerio de Cultura) dejará su colección en Madrid. Tampoco Guirau consigue, de momento, sacar adelante la Ley de Mecenazgo ni el IVA reducido para las compras de arte.



Bajaba en cambio el impuesto para los espectáculos y el cine del 21 al 10 por ciento. Y en la escena, nada más llegar, el ministro paralizó la fusión del Teatro de la Zarzuela con el Teatro Real. La delicada reforma del INAEM ya está en marcha. Todo esto el año en el que celebrábamos los 40 del CDN y del Ballet Nacional y que hemos visto cómo caía el número de representaciones y venta de entradas en los espectáculos (entre el 17 y el 57 % desde 2007). El descalabro lo alivia un fenómeno ilusionante: la gran calidad de nuestros dramaturgos y su presencia cada vez más habitual en la cartelera. Mención especial merece Pablo Remón por su doblete (Los Mariachis y El tratamiento). La música también deja buenas noticias: la pujanza de conjuntos nacionales barrocos como Forma Antiqua, La Ritirata, Musica Alchemica, La Grande Chapelle... Y el pianismo incombustible de Achúcarro. ¡Bravo!



Hasta principios de enero no conoceremos los datos del cine español en 2018, pero sí podemos celebrar el éxito de recaudación de películas como Campeones, El mejor verano de mi vida o Superlópez. Veremos si ha sido suficiente para mantener la cuota de pantalla en el 25 %. En todo caso, y al margen de la taquilla, trabajos como Entre dos aguas, de Isaki Lacuesta, o Quién te cantará, de Carlos Vermut, han demostrado que el cine español respiró talento y sensibilidad. Asistimos a la polémica aplicación de la reducción del IVA y a la aprobación de la esperada Ley del Cine de la mano de la nueva directora del ICAA, Beatriz Navas. Y Josetxo Cerdán llegó a la Filmoteca en un año en el que Netflix removió, con Roma, los cimientos de la exhibición.



En el apartado científico, el astronauta Pedro Duque se hizo cargo, aunque no lo parezca, de un ministerio que pasaba a denominarse de Ciencia, Innovación y Universidades. El sector sigue estancado por la falta de medios, que ni impulsan la ciencia interior ni facilita el regreso de la diáspora exterior. A pesar de eso, equipos españoles están directa o indirectamente implicados en los grandes hitos, como el liderado por Juan Carlos Izpisúa, en los descubrimientos de las pinturas rupestres más antiguas de la historia de la humanidad o en la progresiva "conquista" de Marte (InSight, Curiosity...) y Mercurio (BepiColombo).