Rafael Bachiller
Astrónomo y director del Obstervarorio Astronómico Nacional
Terraformar la Tierra
La degradación del medio ambiente, el progresivo agotamiento de los recursos naturales y el vertiginoso cambio climático hacen que ya soñemos con emigrar de nuestro planeta cuando lo hayamos convertido irreversiblemente en un inmenso basurero. Pero en nuestra vecindad no hay otro planeta tan agradable como fue, y todavía es -aunque quizás por poco tiempo- la Tierra, así que la terraformación de otros cuerpos del sistema solar se impone como la idea más prometedora. Novelas y películas de ciencia-ficción ya han jugado con este planteamiento desde hace décadas. En esas historias, naves enviadas por los humanos exploran otros mundos e introducen agentes externos (por ejemplo, la plantación de algas) con el fin de crear una atmósfera que sea respirable y modificar el clima para hacerlo apto a los humanos. Así sucede por ejemplo en la saga Star Trek, en la que asistimos a la terraformación primero de Marte y luego de Venus.
En el mundo de la ciencia también se ha considerado la terraformación de diferentes cuerpos del sistema solar. La NASA ha llegado a organizar congresos sobre el tema. Pero los retos que hay que vencer para terraformar un cuerpo, incluso los más cercanos como la Luna y Marte, son insuperables hoy por hoy. Los trabajos de modificación de esos cuerpos serían muy lentos y requerirían muy posiblemente la presencia continuada de humanos en ellos. Cuando acudimos a otros cuerpos del sistema solar, las dificultades aumentan enormemente al hacerse las temperaturas más extremas. Así, aunque las lunas Titán, Europa o Encelado sean buenos candidatos para albergar algún tipo de vida rudimentaria, sería extremadamente complicado alterar sus condiciones para acoger a humanos.
"El único plan viable para sobrevivir como especie es el de devolver a nuestro planeta las características que hacen de él un lugar único"
A la búsqueda de mundos más propicios podríamos soñar con ir a otros sistemas planetarios, pero las naves que han llegado más lejos de nuestro planeta, las dos Voyager, apenas han alcanzado la heliopausa, esto es, el límite de la zona de influencia solar. Para llegar a los planetas de la estrella más cercana al Sol (Próxima Centauri, que se encuentra a 40 billones de kilómetros), una nave como las Voyager necesitaría 720 siglos. Con otros sistemas de propulsión, quizás se consiguiese reducir este tiempo a unos milenios. Vemos que se trata de un viaje que estará fuera de nuestras posibilidades durante mucho tiempo. La vida, y más concretamente la vida humana, requiere de una concurrencia ingente de circunstancias afortunadas. Una casi mágica conjunción de factores que, por ahora, solo hemos visto en la Tierra. Reproducir tal concomitancia de ingredientes, o encontrarla en otros mundos, siempre será extremadamente difícil. Así que durante muchos años, incluso durante siglos, seguiremos encadenados a nuestro pequeño planeta. No tenemos ningún otro sitio adónde ir. No tenemos ningún Plan B para el caso en que lo acabemos de arruinar. El único plan viable para sobrevivir como especie es el de volver a terraformar la Tierra, el de devolver a nuestro planeta sus características maravillosas que hacen de él un lugar, hoy por hoy, único para vivir.
Antonio J. Durán
Escritor y matemático
A medio plazo, inimaginable
La brutal escalada atómica militar durante la guerra fría hizo tomar conciencia pública de que los humanos podíamos acabar con la vida en la Tierra. La desazón se reforzó con el descubrimiento, hace algo menos de cuarenta años, de evidencias científicas que apuntaban a que la extinción de los dinosaurios pudo ser causada por el choque de un pequeño asteroide con la Tierra. La capacidad de evocación de los grandes lagartos antediluvianos (incluso antes del feroz empuje publicitario que supuso la serie Jurassic Park) aumentó la impresión de cuán frágil puede ser la vida en nuestro planeta. Y a esas amenazas azarosas de los meteoritos o los cometas se ha añadido otra tanda de peligros generados por acciones humanas, ya sea la destrucción de la capa de ozono o la más amenazante del cambio climático.
Sin duda las pulsiones milenaristas de 2000 o la supuesta profecía maya del fin de los tiempos para 2012 ayudaron a aumentar la pesadumbre ante un cercano fin de la vida en la Tierra. Un repaso a la cartelera de la última década muestra que no han sido pocas las superproducciones hollywoodienses que han intentado rentabilizar en taquilla estos miedos apocalípticos más o menos justificados. Una parte no desdeñable de estas películas han propuesto como solución la búsqueda de otros planetas donde cobijarse cuando en este las cosas se pongan realmente feas. Además de los guionistas, reputados científicos han aconsejado explorar la búsqueda de hogares alternativos que garanticen la futura supervivencia de la humanidad, o al menos de una parte, fuera de la Tierra. El más destacado de ellos fue Stephen Hawking. Su doble condición de científico y showman hizo que todo lo que Hawking decía tuviera repercusión, ya fuera poner en duda la existencia de Dios o avisar sobre la necesidad de explorar otros mundos.
"Hoy es pura ciencia ficción pensar tan siquiera establecer colonias mínimas en algún sitio del sistema solar"
Hoy por hoy es pura ciencia ficción pensar no ya que podamos alcanzar planetas donde la humanidad pueda asentarse, sino tan siquiera tratar de establecer colonias mínimas en algún sitio del sistema solar donde acomodar a un puñadito de humanos que puedan eventualmente volver a repoblar la Tierra en caso de desastre. Naturalmente, Hawking sabía de lo que hablaba, y sus propuestas fueron más consistentes y estructuradas que las de los guionistas, y sugerían empezar por estudios teóricos serios y dirigidos. Antes de nada, hay que analizar las posibilidades de supervivencia fuera de la Tierra, calibrar adecuadamente qué necesitamos desarrollar para acceder al menos al establecimiento de colonias cercanas, mientras potenciamos la localización de planetas en estrellas próximas teóricamente compatibles con la vida. Empezar a estudiar todo esto es factible, que se pueda convertir en realidad en el medio plazo es inimaginable. Posiblemente Hawking tenía en mente otra utilidad para estos estudios: el que la conclusión sea que vamos a tardar bastante tiempo en tener una alternativa viable a la Tierra tal vez sirva para que cuidemos más del único sitio donde hoy por hoy podemos sobrevivir…