Elvira Navarro
Escritora
¡Que sea paritario!
La Academia Sueca tenía su propio Harvey Weinstein y no hubo premio. ¿Sirve como reparación que se otorguen ahora dos? En tanto que efecto, parece chiquito, dos por uno, como en los supermercados. Habría que evaluar, por otra parte, si el galardón sigue conservando toda su importancia, y para ello quizás se necesiten más escándalos, incluso catástrofes: pienso en el cambio climático, o en la descomposición de Europa. Si sobreviviese a las peores previsiones, eso significaría que la literatura seguiría siendo útil tal y como la entendemos, a saber: de manera extraña, disfrazada de inútil e incomprendida por un puritanismo viejo al que podemos llamar idealismo, concepto con el que se explican mejor las cosas: ya el idealista Platón quiso expulsar a los poetas de la polis por no ser ejemplares.
"Habrá acusaciones de machismo si se lo dan a dos hombres, pero también si las premiadas son mujeres. Habrá quien crea que se lo dan por una cuestión de corrección política y no de talento"
De no expulsar a los poetas de la polis, pero sí a los abusadores y a los chorizos de las instituciones, y a los mercaderes del templo de la literatura, es de lo que yo creo que va el premio Nobel, aunque no siempre lo consiga. La buena salud ética de nuestra sociedad pasa por que en la Academia Sueca no haya violadores ni ladrones, pero también por darle el Nobel al autor de Lolita (no se lo otorgaron porque creyesen que Lolita era una apología de la pederastia, sino porque les parecía un autor comercial, según leo), o a Borges, que se quedó sin él por sus ideas políticas.
Lo que me pregunto al hilo de nuestros tiempos es si el premio será paritario. Y es que habrá acusaciones de machismo no sólo si se lo dan a dos hombres, sino también si las premiadas son mujeres.
Estarán quienes supongan que se lo han dado a dos féminas por una cuestión de corrección política y no de talento, y también a quienes le parecerá perfecto, paternalismo encubierto mediante, que se lo den a dos autoras para enmendar injusticias, en vez de por méritos (¡los que han decidido en qué consiste el mérito son hombres!, argüirán, con cierta razón, pero también sin ella).
En todos los casos, la literatura saldrá perdiendo, ya que los debates desviarán el interés sobre las obras de los premiados. Y ni hablar de sutilezas, de análisis que no den para titulares tendenciosos: así, si ocurriese que las obras de los hombres premiados fuesen profundamente críticas con el heteropatriarcado, daría un poco igual, nadie se molestaría en señalarlo porque son hombres, como tampoco se señalaría que las premiadas (si la falta de paridad fuera por el lado femenino) resultaran, por ejemplo, ramplonas en su feminismo, tópicas, repartidoras de carnets.
Dirán que esta situación es imposible porque la buena literatura se abre camino contra el tópico, etcétera. Creo en eso, pero también en el cambio climático y en que el debate público es una caza de brujas. Así las cosas, espero que sea paritario para que podamos hablar de literatura, es decir, con profundidad, inteligencia, apertura y sin superioridad moral de estas y otras cosas.
Enrique Redel
Editor de Impedimenta
Un premio para la tribu editorial
Desde casi sus inicios, el Nobel de Literatura se ha esforzado (programáticamente) en “distinguir a aquellos autores, reconocidos a nivel mundial, que han realizado aportes significativos a las letras”. A decir verdad, pocas veces, muy pocas, el premio ha cumplido este objetivo. Basta con enumerar a las más brillantes estrellas de literatura del siglo XX, figuras disruptivas tras las cuales “nada ha vuelto a ser igual” a nivel literario, para darse cuenta de que en general, y salvo pocas excepciones (Thomas Mann, William Faulkner, T. S. Eliot, Samuel Beckett, Gabriel García Márquez), la verdadera historia de las letras ha sobrevolado, sin vocación de contacto, las deliberaciones de la Academia Sueca (quizás porque la literatura de verdad, la literatura de raza, tiende a ser incómoda y políticamente molesta): Tolstói, Joyce, Proust, Kafka, Nabokov, Rilke, Woolf, Borges, Zola o Ibsen murieron sin Nobel. Normal. Un amigo editor, vienés, me comentaba hace no mucho que la nómina del Premio Formentor (Dacia Maraini, Jorge Semprún, Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, Javier Marías, Roberto Calasso, Ricardo Piglia, Mircea Cartarescu o Annie Ernaux, por nombrar solo a algunos de sus ganadores) reflejaba mejor el verdadero talento literario que el listado de últimos agraciados con el Nobel.
"Aunque el 'prestigio social' ya no parece hallarse en la literatura ni en las ciencias ni en las artes, ese día los componentes del sector editorial tendremos un ojo puesto en los periódicos"
En 2018, tras cancelarse el premio debido al caos que siguió al escándalo sexual que salpicó a la Academia Sueca y que trajo como consecuencia la dimisión de parte del jurado del Premio, haciendo imposible que existiera el quorum necesario para elegir a un ganador, la Fundación Nobel anunció que los ganadores este año serán dos. 2018 fue la primera vez, desde la Segunda Guerra Mundial, en que no se concedió el Premio. Y lo cierto es que nada reseñable pasó a nivel literario.
Hace ya años que la noticia de la concesión, cada primer jueves de octubre, del Nobel de Literatura apenas interesa ya más que a los profesionales del sector. Existe una broma que se repite cada vez que se aproxima la fecha en que se falla el Nobel, por la que se asume que lo más probable es que se lo lleve algún escritor de nombre impronunciable, de un país periférico, que obligará a los editores a buscar en el rincón más oculto de sus almacenes alguna edición antigua que poner en las librerías para intentar salvar los muebles. La veteranía del premio Nobel hace que se le considere un acto social, de resonancias diplomáticas, más que un verdadero acontecimiento literario, y los fastos, los escándalos últimos, hacen que se le considere algo arcaico y hasta folk. Un premio que no va a deparar grandes sorpresas, pero siempre deseable. Aunque podamos pensar que los premiados no van a obtener la repercusión de hace años, que no van a conseguir ventas mayúsculas, que el prestigio no es tanto porque, entre otras cosas, el “prestigio social” ya no parece hallarse ni en la literatura ni en las ciencias ni en las artes, lo cierto es que los componentes del sector editorial sí que tenemos ese día un ojo puesto en los periódicos a la espera de saber el nombre del afortunado o afortunada que le va a dar la mano al rey de Suecia.