Raúl Carlos Maicas
Fundador y director de la revista Turia
Hay vida
Tras casi cuarenta años de trayectoria, quienes hacemos Turia seguimos siendo optimistas. Nunca ha sido fácil nuestra tarea pero, más allá de la dictadura de las grandes cifras, de las abrumadoras audiencias, de la mercantilización que todo lo corroe, de la eterna precariedad económica que padecemos, estamos absolutamente convencidos que hay vida para las revistas culturales en español. No somos una especie protegida pero deberíamos serlo. Tampoco merecemos ser catalogadas como una fórmula en vías de extinción. Al contrario. Hay presente y hay futuro si las revistas conseguimos ofrecer buenas lecturas a buenos lectores. Seremos pocos, pero suficientes como para no rendirnos. Ése es, y ha sido siempre, el reto de aventuras tan milagrosas como la nuestra: hacer frente a la barbarie. No es fácil, más bien al contrario, mantener la esperanza. Pero la tarea de estimular la creatividad y la cultura en sociedades libres bien merece la pena.
Hay presente y hay futuro si las revistas conseguimos ofrecer buenas lecturas a buenos lectores. Seremos pocos, pero suficientes como para no rendirnos
Los ingredientes para conseguirlo se pueden contar, no son como el secreto de la Coca-Cola. Lo principal: convertirnos en un ejemplo permanente de globalización cultural bien entendida, de mestizaje, de universalidad que no olvida sus raíces. Ser plurales, integradores, apostar por la calidad de los textos más allá de la procedencia ideológica, geográfica y/o estética de sus autores. Mezclar, no agitar, adecuadamente la tradicional edición en papel con los nuevos formatos digitales y utilizar las redes sociales en beneficio de nuestra mayor difusión. Apostar por lo digital para que sobreviva el papel.
Nuestra tarea siempre sobrevivirá si conseguimos hacer frente a quienes nos condenan a la invisibilidad, o desdeñan por minoritario el trabajo que realizamos de ampliar los límites, de dar cabida a nuevos autores, de redescubrir a los injustamente olvidados, de estimular a nuevas reflexiones frente a la mediocridad predominante o a los subvencionados prescriptores de naderías.
Es cierto que, a diferencia de las publicaciones francesas o anglosajonas, quizá seamos empresas más frágiles y menos longevas, pero quiero creer que con la participación de todos, lectores, autores y mecenas públicos y privados, lo conseguiremos. Resistiremos a la dictaduras de los likes, de los gurús mediáticos o de esas pantallas que nos abducen sin descanso con contenidos de usar y tirar. Continuaremos adelante pese a los déficits que existen para nuestra distribución/difusión, pese a la desidia y el abandono con que nos tratan no pocas instituciones/entidades público-privadas.
Concluyo este texto, que es una declaración de intenciones y un certificado de existencia, con una invitación a practicar el muy saludable vicio de sumergirse, ya sea en papel o en soporte digital, en el maravilloso y enriquecedor universo de las revistas culturales. Un espacio en el que disfrutaremos comprobando la ingente y muy nutritiva creatividad artística y literaria, ensayística e investigadora, que existe más allá de los algoritmos y las modas prefabricadas. Bienvenidos al club de los ciudadanos con opiniones propias. Pensamiento crítico más creatividad sin ataduras, ésa es nuestra meta y buscamos cómplices como tú, que acabas de leerme.
Daniel Gascón
Editor de la edición española de Letras Libres. Su último libro es La muerte del hipster (Literatura Random House)
Para qué sirven
"Una revista literaria es la obra de un grupo de amigos que aman u odian algo apasionadamente”, decía Octavio Paz. Es cierto:muchas revistas nacen en contra o a favor de algo, y pueden verse como uno de los casos más claros de las pasiones intelectuales.
La cultura es una conversación y la cultura es transmisión: la revista es el lugar donde sucede esa conversación, el vehículo que se encarga de la transmisión
Hay revistas admirables y extraordinariamente influyentes que tienen una vida breve. Pero, como en las instituciones, la duración también puede ser un valor. A menudo son publicaciones frágiles, que sobreviven de una manera que oscila entre el misterio y el milagro. Otras no, y uno envidia los suscriptores que tienen publicaciones de otros países, las cifras asombrosas de revistas anglosajonas impulsadas por internet y la globalización. A la vez, muchas publicaciones sufren la decadencia del kiosco y en España no tenemos la cultura de suscripción de otros países. Pero aunque no siempre tengan muchos lectores –son, como decía Karl Miller, “revistas minoritarias de interés general”–, sí son influyentes: hay una pequeña élite que les presta atención.
La revista es un lugar para la discusión y el aprendizaje. Muchos textos importantes de la vida de cualquier lector se han publicado primero en revistas. Algunos de los mejores textos de Orwell o Hitchens salieron en revistas, como muchos de los mejores cuentos y poemas de la literatura estadounidense o hispanoamericana. Muchos escritores que admiro tuvieron o soñaron con tener una revista, y otros encontraron en ellas una experiencia formativa. Este tipo de publicaciones también sirve para dar a conocer autores e ideas que han circulado antes en otras lenguas. La cultura es una conversación y la cultura es transmisión: la revista es el lugar donde sucede esa conversación, el vehículo que se encarga de la transmisión. Como en un bar donde se celebra una tertulia, parte de la gracia está en las excentricidades del local (temas, parroquianos, manías ortotipográficas); como todo viaje, parte del encanto se deriva de lo inesperado. Bagehot hablaba de pasar con ligereza de un tema a otro y sugerir cosas profundas en broma.
Vivimos en un tiempo de retroceso de la cultura letrada y de abandono de la estética: algo que no es exactamente político sino una especie de posicionamiento partidista se convierte en el tamiz que filtra las ideas sobre el mundo y el valor de las obras. Las revistas combaten ese reduccionismo empobrecedor, y son uno de los espacios donde se producen debates que no se tienen en otra parte. Puedes publicar entrevistas con creadores que van más allá de la actualidad, investigaciones, ensayar agrupaciones imprevistas de autores, el esbozo de un libro o una idea nueva, combinar el ensayo o el reportaje, tratar cuestiones políticas que van un poco más allá de la actualidad, o descuadrar un poco las cosas, que a veces ayuda a verlas mejor. Las revistas cambiarán de intereses y enfoques y de formatos, cuya mayor importancia reside en que nos estimulen a aprovecharlos para contar las cosas de la mejor manera posible. Pero sobrevivirán, en una versión u otra de la definición de Paz, y seguirán siendo relevantes.