Rubén Olmo
Director del Ballet Nacional de España
Recuperar y potenciar nuevos ballets
En esta temporada veo al sector de la danza con un nivel artístico muy interesante. Hay muchísimo potencial. Las nuevas generaciones están trabajando muy bien, están desarrollando unos procesos creativos muy atractivos. Después de la pandemia todos los artistas hemos vuelto con muchas fuerzas y ganas de salir adelante. La danza ha estado siempre muy presente, tanto en los momentos buenos como en los momentos malos y lo cierto es que las nuevas generaciones aportan su energía.
El problema es no tener más espacios. Necesitamos más teatros, más festivales, tener más compañías privadas e institucionales para poder desarrollar el trabajo de los creadores. Esas personas no encuentran su sitio para poder exponer sus ideas. Falta un poco más de apoyo tanto a nivel institucional como de los programadores para que la danza se posicione por fin en su lugar.
Las nuevas generaciones desarrollan en estos momentos proyectos muy pequeños, en formato reducido, ya que económicamente no pueden sostener grandes producciones
Cuando está en el cartel, el público asiste. Podemos decir que el público tiene hambre de ver danza. Se necesitan más espacios, como digo, para poder estar presentes en las temporadas de los teatros. En estos momentos, las nuevas generaciones desarrollan proyectos muy pequeños, en formato reducido, ya que económicamente no pueden sostener grandes producciones.
En las próximas temporadas me gustaría que, como en el caso del Ballet Flamenco de Andalucía, tuviéramos en distintas comunidades varios ballets. Al igual que pasa con las orquestas, que en muchas comunidades y en muchos teatros tienen la suya propia, podría haber también un ballet o compañía de danza. Que cada comunidad pudiera contar con un ballet contemporáneo, clásico, de danza española o de flamenco.
Estamos hablando de danza en sus distintas disciplinas. Igual que antes teníamos el Ballet de la Región de Murcia o el Ballet de Zaragoza, podríamos disponer ahora de ballets en los que esos bailarines pudieran tener su sitio. Que se pudiera fomentar y alimentar lo que es el futuro de la danza. La existencia de todas esas formaciones ayudaría a crecer al sector de la danza.
La danza no ha estado mal en ningún momento, siempre han salido nuevas generaciones de coreógrafos y bailarines. Esa no es la cuestión. La dificultad real ha sido la desaparición de compañías privadas. Se han perdido muchos puestos de trabajo y el futuro de la danza no está muy claro en ese sentido.
Mi deseo para esta temporada –y las venideras– es que se cuente con más apoyos para esas compañías y para todo el sector de las artes escénicas en general. Para que podamos tener lo mejor danza en España.
Somos personas que estamos acostumbradas a sobrevivir y a resurgir, y creo que la danza ha demostrado con creces que es vital para todos, para nosotros como profesionales y para la gente en general, también como forma de expresión y liberación en cualquier momento.
Por eso necesitamos estar cerca del público, en todos los teatros posibles, para que todo el mundo pueda apreciar y disfrutar la expresión de la danza en cada una de sus disciplinas.
Francisco Lorenzo
Director del Centro Nacional de Difusión Musical
De los altavoces a las salas
Cuando la pandemia irrumpió en nuestras vidas, las salas de conciertos temblaron. Todo se paralizó. Los primeros meses fueron de incertidumbre, pero pronto nos dimos cuenta de que era la propia música la que no debía parar. Se colaba en los hospitales, en los balcones y en el interior de las casas, convirtiéndose en una herramienta determinante para combatir la inquietud, la soledad y el miedo.
Desde las instituciones, tomamos una decisión: adaptarnos para ofrecer una cultura segura en los momentos más difíciles. La programación del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM), al igual que otros espacios culturales, sufrió alteraciones.
Las temporadas 19/20 y 20/21 fueron especialmente duras, pero pudimos mantenernos contra viento y marea gracias a una reorganización de las actividades, a un mayor apoyo para nuestros músicos y a una mejora de la comunicación con nuestros socios. ¿El fin? Mantener viva la llama de la música en directo.
El mayor obstáculo es la inestabilidad. En la venta de entradas ha cambiado el comportamiento de la gente, que prefiere elegir localidades sueltas en vez de abonos para no comprometerse a largo plazo
Ahora toca poner la vista en el futuro. El público tiene ganas de conciertos y nosotros necesitamos llenar esas butacas para que todo el tejido que hay detrás permanezca inalterable. Los datos nos dicen que vamos por buen camino: las unidades de artes escénicas y música del Ministerio de Cultura y Deporte incrementaron un 50 % el número de espectadores en la temporada 21/22 respecto a la edición anterior.
Sin embargo, no debemos obviar que atravesamos momentos complicados, por la situación de guerra en Ucrania y la crisis energética global, que afectan y preocupan, evidentemente, al sector musical. El mayor obstáculo lo tenemos en la inestabilidad.
En la venta de entradas, por ejemplo, ha cambiado el comportamiento de la gente, que prefiere elegir localidades sueltas en vez de los abonos para no comprometerse a largo plazo. Esto ocurre en España, pero también en los grandes festivales internacionales de música clásica.
Lo pude comprobar en Múnich y Salzburgo este verano. Antes era impensable conseguir una entrada para el estreno porque se agotaban en enero; mientras que este año fui capaz de adquirir una localidad la misma semana.
Esta situación, que se acrecentará por un otoño incierto, no debe cegarnos: tenemos que perseverar, buscar formas de comunicar más audaces y conectar con públicos jóvenes a través de medidas como el recién lanzado bono cultural.
Sobre todo, debemos seguir enamorando a la gente a través de una programación pública estable, diversa y de calidad; una programación que nos ayude, a su vez, a mantener intacta nuestra principal misión: cuidar y difundir nuestro rico patrimonio musical, pilar fundamental para expresar nuestra diversidad.
Debemos apostar por una vuelta a la normalidad en la que la música siga ocupando un lugar clave en nuestras vidas, por una nueva temporada en la que las salas de concierto sean ese pequeño oasis en el que zambullirse cuando el mundo se ponga imposible y porque lo que escuchábamos desde los altavoces en nuestra casa durante el confinamiento suene ahora, con más fuerza que nunca, en todas las salas del país.