La nueva distribución del Reina Sofía ha dado lugar a un sinfín de opiniones encendidas. Tal vez faltaba una tan autorizada como la del ex director del Prado Fernando Checa. La ofrece en Revista de Libros, web dirigida por Álvaro Delgado-Gal y editada por Rafael Narbona. En un exhaustivo y documentado ensayo, el profesor Checa asegura tajante que “no existe museo que no quiera transmitir un mensaje de naturaleza política”. Lo explica: “en realidad no existe museo ‘inocente’, ni recorrido museológico ‘neutro’ desde puntos de vista históricos, políticos y, en buena medida, ideológicos”, lo que, según su criterio, vale “para los que exponen su colección desde el presente más actual, como el madrileño Museo Reina Sofía”.
La primavera es tiempo de fiesta y algarabía cultural. En una tercera de ABC, el bonaerense Andrés Calamaro aprovecha para escribir un panegírico de la efervescencia de Madrid. “La Segunda Movida Madrileña se declara instalada. Oficialmente en marcha y en movimiento (...) Madrid es la capital cultural del mundo en este y en todos los idiomas (...) Urge implantar el modelo madrileño en el resto de España y en el mundo, como urge el blindaje cultural –de la flor de Occidente– frente a las formas de ‘amable y terrible control’ ciudadano”.
“Al escritor medio se le pone el capote y embiste”
El escritor y político madrileño del PP Jaime M. de los Santos describe con entusiasmo en El Confidencial el ambiente primaveral de la capital. Nos habla de aquellos que “tejen historias que, sobrevenidos, cada mayo, mudan sus aperos de escribano por visitas cortas al asfaltado paso del Buen Retiro (...), con el calor del aglomerado planeando sobre sus pensantes coronillas –la mía rala–. Hasta convertirse un poco en paisaje. Diverso, ruidoso, necesario. Ilustrado. Tan ilustrado como Antonio Gala, que avanzaba lo que importa de la historia en una serie legendaria –Paisaje con figuras–. Y olvidada”.
No todo el mundo experimenta ese frenesí. Juan Cruz (EPE) le pregunta a Alice Kellen si le llama la atención eso que se ha dado en llamar el mundo literario. “No –contesta con firmeza la joven novelista valenciana–. Para mí el mundo literario son los libros de mi estantería, jajajaja. Si a mí me dicen: ‘Te invitamos a una gala’. Pues… la verdad, para mí eso es una mala noticia. [...] Es un mundo complejo. Miras a tu alrededor y dices: ‘Bueno, ahora estoy aquí, pero quién sabe dónde estaré dentro de tres o cuatro años’. Es un mundo que da muchas vueltas y no puedes relajarte. Y no poder relajarte es un incordio”.
Tampoco al joven filósofo Jorge Freire le gusta la excesiva exposición pública de los autores. “Al escritor medio se le pone el capote y embiste –le cuenta a Loreto Sánchez Seoane (El Independiente)–, es muy difícil que se quede calladito, porque a la gente le cuesta mucho quedarse calladita, con lo cual se le pide que opine acerca de algo y aunque no tengan ni puñetera idea, opina”.
La maternidad, con películas, ensayos y novelas, está en el centro del debate. Milena Busquets, por ejemplo, tras anunciar que se va a “meter en un jardín”, se queja en ABC de que “hay un intento de sacar a la luz la regla, los embarazos, la sangre, la lactancia, la menopausia. Son asquerosidades, cosas puramente fisiológicas que no interesan a nadie”.
"La Segunda Movida Madrileña se declara oficialmente en marcha y en movimiento"
De la paternidad, en cambio, se habla menos. Sergio del Molino viene a suplir ese vacío en un artículo titulado “Ser solo padre” (Ethic). “Cuando me escriban una elegía fúnebre, no hará falta que investiguen mi currículum en Google ni que copien bien los títulos de mis libros. Con que anoten que engendré a Daniel (ni tan siquiera que lo crie, no me quiero arrogar más mérito que el de su mera existencia), estarán contando una vida bien vivida”.
P.S. Pilar del Río, quien afirma orgullosa en National Geographic “yo quise ser la sombra de la sombra”, en referencia a José Saramago, se pregunta “si la literatura salva”. Y se responde a sí misma: “La literatura ayuda, nos hace más consistentes, nos da otra perspectiva, aunque solo sea porque nos amplía el horizonte. Las experiencias que leemos en un libro y que forman parte de nosotros mismos, aunque no las hayamos vivido, son importantes. Nos ayudan a explicarnos mejor porque nos facilitan palabras”.