Filosofía para tiempos inciertos
Ahora que las certezas son pocas y muchas las dudas, la filosofía está ahí para darnos sosiego, por más que se empeñen en retirarla de las aulas. Aunque lo importante es que llegue a la gente, con o sin la ayuda de la academia
“Yo lo que combato en realidad es la filosofía académica. Yo creo que hay que salvar la filosofía de las garras del homo academicus y volver a diseminarla entre la gente que lee, pero sin renunciar a ponerse metas altas”. Son palabras de Jorge Freire, autor de Hazte quien eres, en una entrevista con David Mejía en The Objective.
La filosofía es más necesaria que nunca, a juzgar por el panorama que nos pinta Daniel Innerarity en Filosofía&Co. “Estamos atravesando una época histórica de gran volatilidad (...). Cambios discontinuos caracterizan nuestra época hasta unos niveles incomparables con otros momentos de la historia por muy agitados que parecieran a sus protagonistas”.
En la misma línea se pronuncia la directora Paula Ortiz (Diario de Navarra). “Vivimos un momento profundamente barroco y contradictorio”. Mientras ultima una película sobre Santa Teresa Jesús, que “reivindica el poder de la duda y la imaginación”, explica que este es un momento de contrastes extremos en lo social, lo político y lo cultural, que, a raíz de la pandemia, exige “nuevas maneras de pensar y de creer”.
“Estamos en una época de gran volatilidad”. Daniel Innerarity
Descendiendo a lo terrenal, la directora de La novia también opina sobre la reforma de la Ley del Cine, que por primera vez incluirá las series. “Los proyectos, las historias y las necesidades de contar explotan por muchos lugares, pero es cierto que caminamos hacia dinámicas de producción que cada vez ahogan más las propuestas subversivas”.
Sobre series y propuestas subversivas reflexiona, en una entrevista con Alex Vicente (El País), Albert Serra, que hoy estrena Pacifiction. “En el cine, en los libros y en el arte, igual que en la vida, cuando no hay dificultad desaparece la sensación de placer. Una serie, por muy buena que sea, siempre deja una sensación de vacío. Es una experiencia que sabes que no aporta nada”. Claro que Serra también considera que “al lado de las mías, todas las películas son infantiles”.
Siguiendo con el cine, el director y guionista Borja Cobeaga defiende ante Peio H. Riaño (elDiario.es) que “la comedia funciona mejor en una sala de cine llena. Mejora la película. Si hubiésemos estrenado en una plataforma, no habría funcionado igual”. Se refiere a Ocho apellidos vascos, “una película –cuenta– con mensaje político por los cuatro costados”.
Héctor García Barnés (El Confidencial) se ha tomado la molestia de preguntar a “superlectores”, voraces devoradores de libros que superan la media nacional –doce títulos al año– y llegan al centenar de lecturas, cuál es su secreto. Uno de ellos, el escritor David Cerdá, que lee entre 100 y 150, tiene claro por qué se lee tan poco: “A toda esa gente que dice que no tiene tiempo hay que preguntarle qué hace a lo largo del día, porque algunos a lo mejor se pasan tres o cuatro horas viendo series”.
Lo que llevaría mucho tiempo sería leer toda la obra de Juan Eslava Galán, que ni siquiera sabe cuántos libros ha escrito, según confiesa a Manuel Mateo Pérez (El Mundo de Andalucía). “Y seguramente aumentaría –apostilla– si se le añade la docena que he escrito con pseudónimo o como negro de otras personas, mujeres, por cierto”.
“Los escritores somos como los mineros”. Julio Llamazares
De libros es de lo que habla Julio Llamazares con Juan Cruz (El Periódico de España). El novelista leonés ofrece una definición literaria de su trabajo. “Los escritores somos como los mineros: los recuerdos se pudren en la memoria, se convierten en carbón y eso es lo que extraemos cuando escribimos. Yo a veces escucho a gente que dice que no sabe de qué escribir y eso me sorprende. Porque para escribir no hay más que recordar”.
P. S. Félix Ovejero publica en Letras Libres un combativo artículo titulado “Las pelotas de los intelectuales”, que termina de esta forma. “Si el mundo, en ciertos empeños, no nos proporciona respuestas inequívocas acerca de cuáles son las mejores creencias (...), no nos queda otra que optar por las mejores maneras (epistémicas) de obtener las mejores creencias: humildad, atención a los argumentos contrarios, circunspección, desapego a los beneficios materiales y a los afanes tribales. Atreverse a pensar, incluso contra todos y contra nosotros mismos. Sin estar pendientes de la tribu, las multitudes o nuestra vanidad. (...) Recuerden a Cesare Pavese: “No bastan las veleidades, las furias y los sueños; se necesita algo más: cojones duros”.