ENSAYO. "Julio Romero de Torres / pintó la mujer morena / con los ojos de misterio / y el alma llena de pena…". Cuando se escuchaba esta canción a mediados de los 70 o a principios de la Transición, su letra y su música provocaban rechazo entre quienes deseaban dejar atrás el franquismo, pues las consideraban propias de la banda sonora del Régimen.

La contaminación alcanzaba al pintor, cuya efigie estaba presente en unos billetes de 100 pesetas emitidos en 1953, con su cuadro La Fuensanta en el reverso.

En su ensayo, Pero ¡en qué país vivimos! (Espasa), amenísimo y muy bien documentado y traído, Agustín Sánchez Vidal establece, con agudas observaciones, la genealogía, la línea de continuidad y las interrelaciones de varias manifestaciones de la cultura popular española –la música, el teatro y el cine, sobre todo–, observando cómo muchas de ellas nacieron en tiempos de la monarquía alfonsina, prosiguieron durante la República y, atravesando el franquismo, han llegado hasta hoy mismo. Es decir, que no fueron privativas de la dictadura.

MUJER. Es el caso de la copla citada al comienzo, La morena de mi copla, compuesta en 1929, popularizada por Estrellita Castro y grabada en 1931. Como el franquismo hizo a su conveniencia –siguiendo, por otro lado, la estela de los viajeros románticos europeos– una identificación interesada entre España y Andalucía, Julio Romero de Torres (1874-1930), que tanto pintó a la mujer andaluza y tanto se inspiró en la cultura de su tierra, cayó en el pozo del inconsciente político y cultural como un emblema del Régimen que en parte lo había utilizado.

Nada más lejos de la realidad: el cuadro La Fuensanta del billete fue pintado en 1929, un año antes del célebre La chiquita piconera –reproducido en sellos en 1965–, obra excepcional que se considera testamentaria del artista, quien murió en su Córdoba natal en 1930, esto es, sin llegar a conocer ni la República, ni la Guerra Civil, ni el franquismo.

¿Por qué damos tanto pábulo a lo que dicen por ahí afuera, tantas veces ligado a tópicos de los que no son capaces de desprenderse?

Todo esto es bien sabido –aunque no por todos–, y ahora el diario británico The Times, a cuenta de una de las muestras que tiene lugar en Córdoba con ocasión de los 150 años del nacimiento del pintor, ha vuelto a activar la carraca del franquismo, con una nota titulada "Una exposición para sacudirse la mancha de Franco", muy divulgada en la prensa española. ¿Por qué damos tanto pábulo a lo que dicen por ahí afuera, tantas veces ligado a tópicos de los que no son capaces de desprenderse?

MODERNIDAD. La tal "mancha" está borradísima desde hace décadas, del mismo modo que la mirada hacia la pintura de Romero de Torres hace ya tiempo que ha sido revisada para ver en su obra mucho más que el regionalismo o el folclorismo. Pienso en la relectura que se hizo en 1993 en una exposición de Mapfre, en los escritos y trabajos de comisariado de Francisco Calvo Serraller o Pedro G. Romero

Hace años y años que el indiscutible material de corte regionalista de la pintura de Romero de Torres ha sido puesto en relación con el simbolismo, con la modernidad e, incluso, con algún aspecto de las vanguardias que, en teoría, le eran ajenas. He visto tres o cuatro veces la obra del pintor en su museo de Córdoba, en la plaza del Potro, y hay piezas suyas –diría que las más literarias, teatralizantes y recargadas– que me sugieren ecos de la pintura metafísica y hasta del surrealismo, por no hablar de las huellas renacentistas y, en conexión, prerrafaelitas.

Perturba en su imaginería un fortísimo componente erótico, la tensión entre Eros y Tánatos, lo sagrado y lo profano, el vicio y la virtud, la idealización y la negritud, lo real y lo onírico. Inquietante y gran pintor.