Image: El escritor como publicitario

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Mínima molestia

El escritor como publicitario

Por Ignacio Echevarría

5 febrero, 2010 01:00


Días atrás, un amigo me mandó un correo electrónico con un enlace a un vídeo de You Tube y un único comentario: "Inenarrable". Cliqué, lleno de curiosidad, y me encontré con un vídeo promocional de la novela Presentimientos, de Clara Sánchez, publicada por Alfaguara en febrero de 2008. El vídeo se titula "Clara Sánchez presenta Presentimientos" y en él aparece la escritora con una bata de médico y un estetoscopio colgado del cuello respondiendo a las preguntas que, en una sala de reuniones, le hacen tres jóvenes, supuestamente médicos también. A la pregunta "¿Qué tenemos, doctora Sánchez?", la escritora responde con una larga tirada hablando de su novela y de lo que con ella se propuso, para, después de un rato, concluir, a coro con sus pupilos, que -mira por dónde- la novela es un best-seller, sí, "un best-seller clarísimo", afirma, "que va a llegar a todo el mundo".

Dicho esto, la "doctora" Sánchez invita a sus pupilos a pasar a un quirófano, donde los cuatro, ahora con batas y mascarillas de cirujano, fingen realizar una operación a lo que sólo al final se deja ver que es un ejemplar del libro mismo, de Presentimientos, acerca del cual termina diciendo la doctora Sánchez, entre los enhorabuenas de sus ayudantes: "La operación ha sido un éxito. Está vivo, palpitando, y va a vivir muchos años. Yo creo que tenemos que felicitarnos". Si el lector de esta columna tiene al alcance un ordenador conectado a la red, no se conforme, por favor, con la descripción hecha hasta aquí y acuda a You Tube (http://www.youtube.com/watch?v=b-5SydE8fYc) para ver con sus propios ojos el vídeo. Constatará que es, en efecto, inenarrable. Que su zafiedad apenas deja margen a la ironía, cualesquiera hayan sido las intenciones de sus autores. Y que, con independencia de esas intenciones, la consternación y la vergüenza ajena que el vídeo produce apuntan a algo que, por frecuente que sea, todavía suscita escándalo cuando se revela con tanta desnudez: la creciente disposición del escritor a actuar como publicitario de su propia obra, pasando por alto todas las cláusulas que el pudor y la educación imponían, hasta no hace mucho, a quien sentía el impulso de hablar bien de sí mismo, tanto más si lo hacía en público. Hace ya varias décadas que Adorno percibió como rasgo característico de los artistas modernos el exhibicionismo a que los empuja la tendencia a "exponerse a sí mismos como mercancías". Pero el vídeo de la "doctora" Sánchez, como tantos otros, va más allá de esto, dado que no se trata en él de poner en venta la propia imagen o la propia interioridad, que era lo que Adorno sugería, sino de aceptar convertirse uno mismo en propagandista de su propia producción, desdoblándose en mercader a la vez que en mercancía. El de la "doctora" Sánchez está lejos de ser un caso aislado. Estos días circula, también en You Tube, "el primero de cuatro tráilers" creados por Jorge Carrión para promocionar Los muertos, la novela que le publica Mondadori este mes de febrero. En esta ocasión el autor se ha adelantado a sus editores y ha tomado él mismo la iniciativa de actuar como agente publicitario de su propio libro. El resultado es, ciertamente, menos bochornoso que el del vídeo impulsado por Alfaguara, pero, al amparo de una irónica imitación de los tráilers cinematográficos, el autor se permite en definitiva, amén de otras lindezas, acuñar acerca de su novela eslóganes como "En la era de Matrix, de Facebook y Lost, un relato sin límites: ¿la primera novela del siglo XXI?".
Ejem.
Carrión pertenece a una promoción de escritores que han descubierto con varias décadas de retraso la intertextualidad, la labilidad genérica, el fragmentarismo, la cultura pop, el mestizaje, el nomadismo y otros muchos aspectos que son invocados últimamente, y saludados, como novedades. Lo específico de estos escritores, sin embargo, no es nada de eso sino el hecho de haberse construido como tales en un medio que potencia, por medio de las llamadas redes sociales, la desinhibición, y disfraza como estrategias de comunicación lo que no dejan de ser, cualquiera sea el circuito considerado, estrategias comerciales más o menos intencionadas.

Que los propios escritores no perciban cuándo se produce el tránsito de una esfera a otra, que asuman entusiastamente el penoso papel de ser voceros de sí mismos, es un indicio elocuente de cómo su propia conciencia artística se halla colonizada por el mercado, cuyas estrategias han interiorizado, y a cuyos dictados, por lo tanto, resultan, lo sepan o no -y se sientan más o menos modernos o innovadores, más o menos alternativos o marginales-, tristemente obedientes.