Image: Narrativa sin ficción

Image: Narrativa sin ficción

Mínima molestia

Narrativa sin ficción

Por Ignacio Echevarría Ver todos los artículos de 'Mínima molestia'

12 noviembre, 2010 01:00

Ignacio Echevarría


Que Anatomía de un instante, el libro en que Javier Cercas disecciona el 23-F, obtuviera el Premio Nacional de Narrativa fue una buena noticia. Más allá del aprecio que uno pueda sentir por este libro, es relevante que un jurado de narrativa haya destacado un texto que se ofrece -y así ha sido leído- como una mezcla de crónica, de reportaje y de ensayo acerca de un episodio histórico relativamente reciente, en el que se propone indagar.

En unos tiempos reacios a los encorsetamientos de cualquier etiqueta, no deja de ser saludable reivindicar para el concepto de narrativa una elasticidad que permite aplicarlo a objetos no homologados literariamente, y no sólo a cuentos y novelas. Por lo demás, tanto o más ancho aún que el concepto de narrativa se ha vuelto, desde hace ya tiempo, el de novela, cuyo carácter proteico le permite asumir formas y materiales de toda índole. Como decía Mario Levrero, "una novela, actualmente, es cualquier cosa que se ponga entre tapa y contratapa".

A lo largo de su trayectoria, Javier Cercas se ha distinguido por su empeño en problematizar las fronteras entre ficción y no-ficción, con propuestas que juegan astutamente en el límite entre una y otra. Su más celebrada novela, Soldados de Salamina, puso en circulación un concepto acuñado previamente por Cercas, el de "relato real", que en su momento suscitó fundadas reservas; reservas que él mismo compartió y de las que salió al paso con deportividad, justificando algo bizantinamente su fórmula.

Al calor de la muy razonable alegría que le supuso el Premio Nacional de Narrativa para Anatomía de un instante, Cercas realizó unas declaraciones que, de un modo sin duda impremeditado, parecen desvirtuar la audacia del jurado. Me refiero a unas declaraciones realizadas en una entrevista publicada por El País al día siguiente de serle concedido el premio. En ellas, Cercas asume con naturalidad el hecho, chocante para algunos, de que el Nacional de Narrativa haya recaído en un libro como el suyo, que, novela o no, no deja de ser, en definitiva, "un extraño experimento narrativo, un híbrido", pues "tiene dos almas, es ensayo histórico, cuenta exclusivamente la verdad, hasta donde pude, pero posee también la ambigüedad esencial de la novela: los hechos se explican desde puntos de vista diferentes".

Hasta aquí, todo muy plausible, por mucho que el empleo de la palabra "verdad" suscite siempre aprensiones, tanto más si se la invoca "exclusivamente". Pero, ya lanzado, Cercas va más allá y desliza a continuación -con la misma desatinada labilidad que lo indujo a acuñar la fórmula "relato real"- el término "ficción", proclamando que su libro, "paradójicamente, es una reivindicación de la ficción, un acto de fe en la palabra".

Ya sabemos cómo son los periodistas. Puede que Cercas no dijera esto, o no con este espíritu. En cualquier caso, la cita sirve como ilustración de una actitud que desanda el buen paso dado por el jurado del Nacional de Narrativa al distinguir a un libro como el de Cercas. Pues la gracia del asunto residía en desvincular del concepto de narrativa el de ficción. Las palabras de Cercas, sin embargo, hacen entrar por la ventana al invitado que habíamos despedido en la puerta.

Anatomía de un instante admitiría, llegado el caso, ser encuadrado -aunque qué falta hace- dentro de una tendencia, la de la "novela de no-ficción", que cuenta con creciente arraigo. Pero decir de este libro que entraña, aunque sea paradójicamente, una reivindicación de la ficción, supone tergiversar la estrategia que lo constituye.

Por muchas que sean las escenas imaginadas por Cercas para reconstruir el 23-F, todas ellas están sujetas, por la naturaleza misma de su propósito, a un criterio de veracidad, y no sólo de verosimilitud. Sin duda es cierto que "los datos por sí solos no explican la historia"; ahora bien, si un historiador denunciara el empleo consciente o inconsciente, por parte de Cercas, de datos falsos, a éste le cabría invocar la condición ficcional y no sólo novelística de su libro, pero entretanto -importa no engañarse al respecto- su interés quedaría seriamente mermado.

Bien está que los escritores se sirvan de la novela para impugnar lo que la Historia tiene de ficción o para llenar sus silencios. Pero no conviene que, malentendiendo este noble propósito, los novelistas contribuyan a diluir las fronteras entre ficción e Historia, pues de la confusión entre una y otra sólo cabe esperar falsificaciones y manipulaciones que inevitablemente servirán para alienar y entontecer todavía más a la legión de los incautos.