Image: ¿Cuántos lectores necesita un escritor?

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Mínima molestia

¿Cuántos lectores necesita un escritor?

Por Ignacio Echevarría Ver todos los artículos de 'Mínima molestia'

28 octubre, 2011 02:00

Ignacio Echevarría


No soy de los que se toman al pie de la letra lo que un escritor dice en una entrevista, a menos que conste que fue respondida por escrito. Así que no pienso dar más importancia de la que tienen a las declaraciones de Alberto Olmos recogidas en la entrevista que le hizo Nuria Azancot, publicada por este suplemento hace dos semanas. Pobre Olmos, lo mismo ni siquiera quería decir lo que en definitiva ha dicho, y en cualquier caso no está uno para medir todas sus palabras cuando, como él, se halla en plena promoción de un nuevo libro (Ejército enemigo, Mondadori).

Paso por alto muchas de las cosas que en esa entrevista crujen. Me limito a destacar una. A propósito de la última novela de Belén Gopegui, Acceso no autorizado (Mondadori), dice Olmos que le gustó mucho "porque también tiene un punto de thriller", como al parecer la suya. Y añade: "Nos diferencia la intención política, porque creo que los escritores no somos ni sacerdotes ni moralistas y que la literatura debe ser espectáculo: a mí me gustan las palabras, las metáforas, la retórica, la sintaxis variadita. Me gustaría que la gente se enganchara al libro como a un best seller. Cada vez tengo más respeto a lo que la gente compra y estoy más harto de esa actitud nuestra de que cuanto menos venda un libro mejor será. O no. Entre Belén Gopegui y un tipo supercomercial no hay tanta diferencia. Yo no puedo ir a la calle y creerme escritor si sólo me leen quinientas personas. No quiero que me conozcan sólo en el mundillo. Leí el otro día en la calle Huertas un fragmento de ‘Una carta a Andrés', de Larra, que decía, 'Terrible y triste me parece escribir lo que no ha de ser leído'. Y sigue siendo verdad...".

Vaya a saber uno quiénes se esconden detrás de ese "nosotros" que piensan, por lo visto, "que cuanto menos venda un libro mejor será". En cualquier caso, lo que parece pensar Olmos, pasándose al bando de la mayoría silenciosa, es poco menos que lo contrario: que será mejor cuanto más venda. Lo cual me recuerda un "artefacto" de Nicanor Parra, recogido en el segundo volumen de sus Obras completas, recién publicado. Escribe Parra, con su habitual ironía: "¿Best seller? La KK se come: tanta mosca no puede estar equivocada".

Sólo que, en el caso de Olmos, no parece que la cosa vaya en broma. Lo que parece más bien es que se ha hecho un verdadero lío y termina por mezclarlo todo. Pues no hay manera de ver qué relación encuentra entre el hecho de que a un escritor lo animen intenciones políticas y el que se tome por un sacerdote o un moralista. No nos aclara qué es lo que tendrían en común "Belén Gopegui y un tipo supercomercial". Parece improbable que un libro, si de verdad lo inspiran el gusto por "las metáforas, la retórica, la sintaxis variadita", vaya a leerse como un best seller, como él pretende. Su respeto "a lo que la gente compra" podría confundirse con un reverencioso acatamiento de los dictados de la moda.

Y, sobre todo, por decirlo ahora parafraseando el célebre cuento de Tolstoi (y atentos a su moraleja): ¿Cuantos lectores necesita un escritor? Para que se pueda creer él mismo escritor, quiero decir.

Quinientas personas, a Olmos le parecen pocas. Eso despeja el panorama, pues de un plumazo se barre con un elevadísimo porcentaje de quienes se toman por escritores, ilusos ellos. Para ir por la calle creyéndose escritor él necesita que lo lean cuántos: ¿mil, diez mil, veinte mil? Y ese número, ¿establecería algún tipo de grado o de precedencia? Quiero decir, ¿se es más escritor si te leen diez mil que quinientos? Bueno, claro, en cierto modo sí. Lo que pasa es que, conforme a ese criterio, escritores-escritores, de esos que pueden ir por la calle diciéndose, muy ufanos, ¡soy escritor!, lo son, sobre todo, dejémonos de gaitas, Carlos Ruiz Zafón, o María Dueñas, o Arturo Pérez Reverte. Por debajo de ellos, sumidos en dudas cada vez más desgarradoras acerca de sí mismos según se desciende en el escalafón, estarían los demás, hasta llegar a ese montón innombrable de quienes publican libros que apenas venden quinientos ejemplares.

Por cierto: vale la pena tomarse la molestia de leer entera esa "Carta a Andrés escrita desde las Batuecas por ‘El Pobrecito Hablador'", de Larra. Lo mismo hay quien se lleva una sorpresa.