Ignacio Echevarría



Se nos echa encima el verano, y va siendo hora de dar cumplimiento a algunas de esas promesas que uno hace a lo tonto, para salir del paso, y que luego le remuerden. Empezaré por la última, la que hice al final de una columna en la que les daba cuenta del acto de presentación en Barcelona del libro que Guillem Martínez ha armado bajo el título CT o la Cultura de la Transición: crítica de 35 años de cultura española. En aquel acto, Raúl Minchinela, uno de los firmantes del libro, ofreció a los presentes el esbozo de lo que él mismo tituló paródicamente CT: el musical. Mediante un collage de fragmentos de canciones, noticias del Telediario, anuncios y otros materiales de derribo, Minchinela "montó" eso mismo, una especie de "musical crítico", por así llamarlo, en el que, como les decía, planteaba "un recorrido demoledor -puntuado de ácidos e instructivos comentarios- por lo que ha venido siendo nuestra cultura". Prometí en su día traerles aquí una muestra, y eso hago ahora, con mis limitados recursos.



Entre los materiales escogidos por Minchilena se contaba el sonado spot de un campaña emprendida el año pasado, creo, por el Instituto Cervantes. En el spot aquel -recordarán ustedes- aparecían un puñado de famosos, de muy variados palos, cada uno diciendo cuál es su palabra favorita del idioma castellano. Entre las palabras escogidas por los famosos seleccionados estaban: "Alma" (Ferrán Adrià), "Amistad" (Antonio Skármeta), "Gracias" (Raphael), "Libertad" (Mario Vargas Llosa), "Sentimiento" (Rosario), "Lealtad" (El Juli), "Verdad" (Ricardo Darín), "Querer" (Elena Ochoa), "Confianza" (Isidre Fainé), "Tú" (Antonio Gamoneda), "Solidaridad" (Diego Forlán), "Madre" (Eugenia Silva), "Sueño" (Luis Rojas Marcos), "Cariño" (Pedro Piqueras), "Espíritu" (Isabel Allende), "Alegría" (Antonio Banderas), "Belleza" (Pau Gasol, después de pensárselo un buen rato)...



Una de dos: o los promotores de la campaña del Cervantes no se explicaron bien, o los famosos tienden a confundir palabras con conceptos, y entre los conceptos tienden a preferir aquellos mejor connotados en la jerarquía de lo políticamente correcto; los de naturaleza más ecuménica, los más cercanos a lo que cabe entender por "valores", en el sentido ético.



Apenas unos cuantos entran en el juego y escogen palabras como "murciélago" (Boris Izaquirre), "querétano" (Gael García Bernal), "meliflua" (Shakira), por el simple deleite de la palabra misma, acaso sin ni siquiera saber muy bien qué demonios significa. O como "resplandor" (Ana María Matute), "alborada" (María Dolores Pradera), "murmullo" (Jaume Plensa), más plausibles.



Las más contundentes son enunciadas casi corporativamente: "investigación" (Margarita Salas), "fútbol" (Vicente del Bosque). Y la que se lleva la palma, sin duda, es "Santander", pronunciada con el mayor de los aplomos por Emilio Botín.



En su "musical", Minchilena empleaba este spot del Cervantes para ilustrar cómo, "en el nosotros sin fisuras" que caracteriza a la Cultura de la Transición, cualquier idea de compromiso aparece asociada a una constelación de lugares comunes que todos asumen como propios, en cuanto militantes que son del consenso felizmente conquistado. Minchilena llamaba la atención sobre el hecho de que fueran tan pocos los que, como Shakira, eligieran una palabra en atención a sus propiedades específicas (aliteraciones, contraste entre forma y significado, cosas de ésas). Por el contrario, la mayoría da la impresión de que "hubieran escogido la misma palabra en cualquier otro idioma". Las palabras favoritas de los representantes de la cultura española, concluía Minchilena, "no necesitan estar en español, ni siquiera tener peculiaridades de palabra". Y es que la elección, en su caso, estaría sometida "a una dinámica superior": al compromiso, ya digo, con un vocabulario conceptual previamente connotado.



Extraño resultado, pues, el de la encuesta del Cervantes. Allí donde cabía esperar que luciera la riqueza y el colorido del idioma español, lo que despunta es un diccionario de tópicos intercambiables en cualquier lengua. Lo mismo hubiera valido, a la vista de los resultados, un anuncio de Benetton. Aunque no: las campañas publicitarias de United Colors of Benetton suelen ser mucho más provocadoras. El spot del Cervantes podría serlo de una compañía de seguros o de cualquier partido socialdemócrata.



Me dirán que por ahí aparecen en buen número de famosos que no son españoles. Pero eso no invalida lo que se pretende ilustrar. La desactivación del componente crítico de la cultura es un fenómeno extendido por todo Occidente, si no por todo el mundo. La Cultura de la Transición, por otro lado, fue, como la Transición misma, poco menos que una marca, que se exportó alegremente a Latinoamérica.



Así nos luce el pelo. A todos.