El año pasado, a la vuelta del verano, les venía yo con una recomendación: El libro de la señorita Buncle, de D.E. Stevenson, publicado por Alba dentro de la colección 'Rara Avis', por entonces recién estrenada. Hoy llego para recomendarles, más vivamente aún, otra novela de esa misma colección, escrita también por una mujer: La piedra de moler, de Margaret Drabble.
Admito que este verano no he estado demasiado acertado en la elección de mis lecturas (¿quién me mandaba a mí zamparme la última novela de J.M. Coetzee?), pero no pienso que sea un reflejo comparativo el que me mueve a asegurar que la novela de Drabble es una auténtica joya.
Llama la atención lo que está haciendo Luis Magrinyà con esta colección, 'Rara Avis', cuyo nombre constituye ya una declaración de principios. No he leído ni la mitad de los diez títulos que lleva publicados, pero, además de D.E. Stevenson y de Margaret Drabble, me ha descubierto a otra novelista también notable: Barbara Comyns, autora de Y las cucharillas eran de Woolworths, otro libro que les recomiendo mucho.
Se trata en los tres casos de escritoras muy apreciables (dos de ellas fallecidas hace ya sus buenos años), que quedan muy lejos de ser canónicas, ni siquiera demasiado célebres, ya no digamos fuera de su país (Gran Bretaña). Algo que invita a hacer dos consideraciones quizá algo aventuradas. La primera: la narrativa inglesa es tan abundante, y alcanzaba -al menos hasta hace muy escasas décadas- niveles medios tan elevados, que curiosear hoy el catálogo de cualquier vieja editorial británica más o menos decorosa depara, casi inevitablemente, gratas sorpresas. A eso es a lo que parece estar dedicándose Luis Magrinyà para alimentar 'Rara Avis', dándose la circunstancia de que, con intrigante recurrencia, da con novelas espléndidas de respetables damas nada convencionales, nada infatuadas tampoco, al parecer, de su buen oficio de escritoras, y que revelan una inteligencia y una sensibilidad nada comunes.
Lo cual conduce a la segunda consideración, una extrañeza más bien: ¿cómo es posible que estas escritoras no sean más conocidas, siendo como son sus novelas, al menos algunas de ellas, muy superiores a tantas que circulan por ahí con bastante más éxito y ruido? Sospecho -y lo digo sin ningún espíritu demagógico- que interviene en ello su condición de mujeres; su condición de escritoras bien pertrechadas pero no demasiado sofisticadas, tampoco demasiado ambiciosas, extrañas por distintas razones a los mecanismos de consagración, resueltas a abordar sin miramientos, pero también sin ramplonería, asuntos que con facilidad admiten ser etiquetados condescendientemente de 'femeninos', pues tratan, desde el inconfundible punto de vista de una mujer, de situaciones propias de mujeres, protagonizadas por mujeres.
Hace tiempo ya que en mi santoral literario van ganando terreno este tipo de escritoras, cuya lectura no suele venir sugerida por el canon más o menos vigente, sino que casi siempre tiene algo de azarosa, determinada como está por recomendaciones personales, por la mediación de editores exquisitos o caprichosos. Sus libros revelan la existencia de amplios territorios librescos aún por desbrozar, abandonados demasiado a la ligera a los sobrentendidos que pesan sobre cierta literatura no exactamente comercial, que satisfizo a veces con enorme dignidad, y no sólo eficacia, las inquietudes de una clase media mucho más culta y mejor educada que la actual, no embrutecida aún -o no del todo- por la televisión, ni tan groseramente manipulada por la llamada cultura de masas.
Puede que estos tiempos de sequía contribuyan a la exploración de ese limbo literario, y que ello nos depare hallazgos como el de La piedra de moler, publicada originalmente en 1965, y estupendamente traducida por Pilar Vázquez.
Margaret Drabble es hermana de la también novelista Antonia S. Byatt, y goza en su país de un discreto pero sólido reconocimiento. La piedra de moler, una "historia de liberación sexual en el Londres de los swinging 60s", trata de la maternidad como accidente y como revelación, como inesperada y radical transmutación de las coordenadas que rigen el trato con los demás y con una misma. La voz de su narradora y protagonista -resuelta aunque temblorosa, lúcida, nada sentimental ni complaciente- es originalísima, extrañamente convincente, y la historia que narra es ejemplar, insólita y contundentemente ejemplar. No se la pierdan.