Ignacio Echevarría

Dos semanas atrás, este suplemento dedicó un amplio dossier a la cultura cubana de última hora. Yo mismo contribuí a él con un reportaje sobre la joven narrativa, que se presentaba acompañado de la reseña de cerca de una docena de nombres más o menos emergentes. En mi reportaje, citaba yo unas declaraciones de Leonardo Padura realizadas en 2011 en las que este escritor decía de la literatura del país que ofrecía "un panorama de desolación espantoso". En la misma entrevista en que hizo esas declararaciones (Rafael Grillo, "Diez novelas de la vida de Leonardo Padura"), le preguntaban a Padura si leía a "los autores cubanos de hoy mismo" y qué opinión le merecían. A lo que él contestaba que su programa de lecturas le dejaba "poco tiempo para leer literatura cubana". "Cuando escribo -añadía-, necesito leer narrativa capaz de retarme, de alertarme, de enseñarme, y siempre vuelvo a los mismos autores: Vargas Llosa, Rulfo, Cortázar, Fernando del Paso, Vázquez Montalbán, Cabrera Infante..." Y concluía: "Ojalá pudiera recuperar la conexión con la narrativa cubana, y que la narrativa cubana la recuperara con su mejor tradición. De todas formas tengo la impresión de que no ha habido en los últimos años demasiadas novelas cubanas que te obliguen a renunciar a la relectura de Fitzgerald o Kafka".



¿Se cuentan las novelas del mismo Padura entre esas novelas?



Como sea, uno se asombra de que Padura se mostrara tan categórico sobre el estado de una literatura que, según confiesa él mismo, apenas frecuenta. ¿Qué cabe pensar, siendo así, de ese "panorama de desolación espantoso" que dibujaba?



Padura era uno de las tres figuras entrevistadas en el dossier de El Cultural. Otra era el cineasta francés Laurent Cantet, autor de Regreso a Itaca (2014), película exhibida en el último Festival de San Sebastián. El guión lo firman el mismo Cantet y Leonardo Padura, por lo que no resulta sorprendente enterarse de que la película -que narra el encuentro en una azotea de la Habana de cinco amigos reunidos para celebrar el regreso de uno de ellos, después de 16 años de exilio- cultiva la misma perspectiva de frustración y desencanto que es marca de la literatura del autor de La novela de mi vida, libro del mismo Padura en que el guión se basó.



Lluvia sobre mojado, pues.



La tercera figura entrevistada en el dossier -y la más interesante, sin duda- era la artista plástica Tania Bruguera, residente en Chicago, objeto de atención en las últimas semanas por haber sido detenida en La Habana a consecuencia de una frustrada "acción". La "acción" consistía en "poner un micrófono en la Plaza de la Revolución y abrirlo a la opinión de los cubanos tras el anuncio de las nuevas relaciones entre el país caribeño y Estados Unidos". La prensa occidental, con Estados Unidos al frente, acusó al Gobierno cubano de restringir la libertad de expresión y de atentar contra los derechos fundamentales. Conviene advertir, sin embargo, que las autoridades cubanas habían prohibido previamente la celebración del acto, prohibición que la artista desoyó. Uno se pregunta si una acción de este tipo hubiera sido consentida en Washington, o frente al Palacio del Eliseo de París, pongo por caso. O, para no irse tan lejos, si hubiera sido consentida en la Plaza del Sol de Madrid, autorizada por el gobierno que acaba de imponer la llamada "Ley Mordaza".



Tania Bruguera declaraba en su entrevista sentirse orgullosa de ser cubana, de formar parte "de una historia de humanismo y de lucha por la justicia", y expresaba su deseo de que no se perdieran muchas cosas dolorosamente conquistadas por la revolución. No hubiera estado de más oír por una vez la voz de quienes, dentro de la isla, defienden a pesar de todo los valores y los logros de esa revolución, también desde el campo de la cultura.



Por escasa simpatía que le produzca a uno el independentismo catalán, ¿qué pensaríamos si en un dossier sobre la cultura catalana entrevistara, en representación de la misma, y para auscultarla, a Juan Marsé, a Albert Boadella y a Isabel Coixet, pongo por caso?



Pero algo así ocurre con Cuba, una y otra vez, sin que nos demos ya ni cuenta.