Image: Tres molinos

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Mínima molestia

Tres molinos

27 abril, 2018 02:00

Voy a Madrid (cómo no) para asistir a la presentación, en el Goethe Institut, de la Poesía completa de Ingeborg Bachmann, que ya habrá tenido lugar cuando ustedes lean esta columna. El Goethe trae, para la ocasión, a Heinz Bachmann, hermano de la escritora y albacea de su obra. Pese a ser trece años menor que Ingeborg Bachmann, Heinz -geólogo y geofísico de profesión- mantuvo una intensa relación con ella, como corroboran tantos pasajes de una narrativa -la de Ingeborg Bachmann- llena de referencias autobiográficas.

Bachmann es una autora ampliamente publicada en español. Esta es la primera vez, sin embargo, que se publican sus poesías completas: un corpus bastante escaso, en definitiva, a pesar de su relevancia, importantísima en la literatura alemana de la posguerra. La iniciativa de editar este corpus ha sido de la propia traductora, Cecilia Dreymüller, buena conocedora de Bachmann, sobre la que prepara una biografía. La personalidad de esta escritora (nacida en Klagenfurt, Austria, en 1926, y fallecida en Roma en 1973, a consecuencia de las quemaduras padecidas en el incendio de su habitación) reúne muchos atractivos, cuyo incentivo no ha hecho más que aumentar de un tiempo a esta parte, dada la posición a menudo tan difícil que le correspondió ocupar en un sistema literario dominado por hombres, y las resueltas actitudes que adoptó en relación al mismo. Las intensas relaciones sentimentales que mantuvo con dos escritores tan carismáticos como Paul Celan y Max Frisch (quien evoca a Bachmann en su muy recomendable novela Montauk, de 1975) incrementan el interés de una figura empeñada en expresar la experiencia del amor con un nuevo lenguaje desentendido de los cánones masculinos, propósito que Bachmann no distrae nunca de la perspectiva políticamente comprometida con que enfrenta su labor como poeta y como narradora.

Alguna vez me he referido desde este mismo lugar a la decisiva labor mediadora desempeñada por algunos traductores y agentes culturales a la hora de establecer contactos entre la cultura española y la germánica. Se trata de un fenómeno digno de atención y de reconocimiento, sobre el que habrá que volver alguna vez con más riguroso ánimo retributivo.

Cecilia Dreymüller lleva décadas tendiendo puentes entre la literatura alemana y austriaca y la que se escribe en castellano. Crítica y traductora, a ella se deben, entre otros, dos útiles y bien documentados acercamientos a la narrativa alemana contemporánea, complementarios entre sí: Incisiones. Panorama crítico de la narrativa en lengua alemana desde 1945 (Galaxia Gutenberg, 2008) y Confluencias. Antología de la mejor narrativa alemana actual (Alpha Decay, 2014).

No satisfecha con su incansable labor divulgadora como reseñista y ensayista, Dreymüller acaba de fundar por cuenta propia un pequeño y exquisito sello editorial (Tresmolins: adaptación al catalán de Dreymüller) con el que se propone poner en circulación, en el ámbito español, títulos para ella especialmente recomendables de la literatura alemana y centroeuropea. Lo de “exquisito” alude no sólo al criterio con que aspira a articular su catálogo, sino también a la materialización de los libros, elegantemente compuestos por Sergi Gòdia, uno de los pocos continuadores, entre los diseñadores más jóvenes, de la más clásica, transparente y funcional tradición tipográfica.

Poco antes de la Poesía completa de Ingeborg Bachmann, Dreymüller ha publicado, en su recién nacida editorial, Una vez más para Tucídides, diminuto pero portentoso volumen que reúne un puñado de prosas descriptivas de Peter Handke, también traducidas por ella misma. No se puede pedir mejor tarjeta de presentación.

Tresmolins se suma al incesante caudal de pequeños sellos artesanales que, además de constituir un reparador contrapunto a las políticas de las grandes corporaciones editoriales, ensayan para los libros modelos de circulación abstraídos de la “lógica” del mercado. Se trata de iniciativas personales, guiadas, mucho antes que por el ánimo de lucro (de hecho, casi todas ellas se basan en la autoexplotación), por el deseo al parecer irreprimible de descubrir y contagiar las propias devociones a un reducido y selecto círculo de lectores afines. Empresas testimoniales de un gusto, de unas querencias, de una gratitud, de un particular compromiso con la propia memoria como lectores que buscan una forma discreta pero tenaz de explayarse, a menudo para sorpresa y beneficio de quienes aciertan a cruzarse en su camino.