La tristeza del marido
Como lector y como crítico siento una gran suspicacia hacia categorías como las de sinceridad y autenticidad en relación a la literatura.
3 junio, 2019 10:22El título de esta columna remeda burdamente el de un impresionante poemario de Anne Carson, La belleza del marido. Un ensayo narrativo en 29 tangos (2000). Hacía tiempo que el libro, publicado por Lumen años atrás, era inencontrable. Pero acaba de ser reeditado por la misma editorial, en una nueva traducción del siempre impecable Andreu Jaume, autor también de un ajustado y orientador prólogo.
La belleza del marido es el desgarrador recuento de una relación amorosa “que empieza en la adolescencia, se consagra en una boda temprana y acaba en divorcio debido a las constantes infidelidades del marido”, este último un hombre “al parecer muy guapo –aunque nunca se nos descubre su físico–, locuaz, seductor, aficionado a los juegos de guerra y perdidamente mujeriego”. El libro es un asombroso hojaldre de sentimientos encontrados, de reflexiones a menudo contradictorias sobre la belleza (más en particular, sobre el concepto de belleza y verdad de Keats, al que se cita recurrentemente en el texto), sobre el amor, sobre la sinceridad, sobre el deseo.
De tono y de tensión muy distintos a los de La belleza del marido es El salto del ciervo (2018), el último poemario de Sharon Olds, cuidadosamente traducido por Joan Margarit para Igitur. Ya les mencioné este libro en mi personal selección de “mejores lecturas” del año pasado. En él también se narra, en una secuencia a ratos escalofriante de poemas, el drama y las secuelas de una civilizada pero dolorosa separación matrimonial, evocada con una contención y una intensidad a ratos desconcertantes.
Como lector y como crítico siento una gran suspicacia hacia categorías como las de sinceridad y autenticidad en relación a la literatura. Fabián Casas tiene el raro acierto de hacerlas solventes
Obviamente, el tema de la separación es tratado, en estos dos portentosos poemarios, desde una perspectiva de mujer. Los traigo a colación porque no he podido menos que pensar con ellos al leer el último poemario de Fabián Casas: Últimos poemas en prozac (Emecé, 2019), en el que también se siguen los rastros de una doliente separación, esta vez desde la perspectiva del marido.
Recuerdo que fue a Fabián a quien obsequié el ejemplar que yo conservaba de La belleza del marido (el de la antigua traducción). Él lo andaba buscando sin éxito la última vez que pasó por Barcelona, hará uno dos años, creo. Sí, fue en 2017, con ocasión del Festival Barcelona Poesía. Aquel año Fabián Casas dio un estupendo recital junto a Viggo Mortersen, y en él, me parece recordar, leyó ya algunos de los poemas recogidos ahora en este nuevo libro.
Por entonces Fabián estaba todavía muy tocado por su relativamente reciente separación. Estaba hecho mierda, esa es la verdad. Me pregunto qué efectos tendría para él la lectura del libro de Carson. Detecto sus ecos en no pocos pasajes, y una alusión explícita en el título del poema titulado “La velocidad del marido”, uno de mis preferidos.
Constituye un interesante ejercicio leer en secuencia los tres poemarios que llevo citados. El nuevo desorden amoroso y la quiebra de la institución matrimonial no dejan de cobrarse víctimas a montones. Los caudales de dolor, de resentimiento y de soledad que desatan las separaciones, por comunes que sean, se mantiene constante.
Ni el chiste de su título, ni el humor gris que lo atraviesa, tampoco la autoironía, la a menudo impostada sentenciosidad –“la familia es una patología / que te acompaña toda la vida”– rebajan el sufrimiento y el drama de los que da cuenta Últimos poemas en prozac con una honestidad y una valentía infrecuentes.
He aquí el cuaderno de bitácora de un penar intensificado por la angustia de la paternidad desterrada (un asunto magníficamente tratado por Richard Stern en la novela de la que les hablaba tres semanas atrás: Las hijas de otros hombres) y apenas amortiguado por el efecto embrutecedor de los antidepresivos. Es también la crónica de un ajuste de cuentas personal, de una lenta y esforzada reconquista de sí mismo, de la alegría.
Como lector y como crítico siento una gran suspicacia hacia categorías como las de sinceridad y autenticidad en relación a la literatura. Fabián Casas tiene siempre el raro acierto de hacerlas valederas y solventes. Últimos poemas en prozac es una buena noticia para cualquier lector de poesía. Pero lo es particularmente para quienes, además de admirarlo, queremos a Fabián.
Un abrazo, amigo.