Primera palabra

Buero frente a la violencia

31 enero, 1999 01:00

Recomiendo a los que quieran conocer una parte importante de nuestra historia -y de nuestro mejor teatro- que vayan a ver esta "Fundación" de Buero

Fue una gran noche de teatro. Cuando el miércoles 27 de enero salía Buero con su lento, y ya dificultoso, caminar al escenario del Teatro María Guerrero de Madrid (Centro Dramático Nacional), una cálida y respetuosa ovación del público puesto en pie -incluidos Sus Majestades los Reyes, que asistían a la representación- premiaba el resultado teatral de la misma, y los 50 años continuados de creación del autor. Se tenía la sensación de que esos aplausos cerraban una época, no sólo de la dramaturgia española, sino de la dura y terrible historia de nuestro país en este siglo que termina. Era un balance, un recuento emocionado y doloroso, y la conciencia de muchas derrotas y algunas victorias, principalmente la del autor sobre su tiempo.
Había en el aire algunas preguntas que daban al estreno el sabor de un acontecimiento: ¿cómo habría afectado el paso del tiempo a esta obra, tan representativa de nuestro dramaturgo más destacado de la segunda mitad de este siglo? Y esta pregunta no sólo se refería a cuestiones de estética teatral, sino también a algunas otras fundamentales cuestiones de ética y moral que en ella se formulan. El propio autor, al contestar a los emocionados aplausos desde el escenario, daba su opinión sobre dichos interrogantes (con un débil y al tiempo firme hilo de voz escuchado con especial reverencia): "Creo, después de ver esa representación, que la obra sigue teniendo hoy vigencia ...", dijo, para destacar a continuación una de las frases de uno de sus personajes al final de la obra... "No más violencia".
Estas palabras del autor dan respuesta hoy a dos largos debates en torno a su obra, avivados en el 74 con motivo del estreno de La Fundación. Desde el punto de vista estético, la posible vigencia en nuestro tiempo de la corriente estilística que Buero representa, y desde el ético y moral, las posibilidades de cambios sociales y políticos, y el legítimo o no empleo de la violencia para conseguir dichas transformaciones. "Aunque me repugna, es difícil prescindir de la violencia -dijo Buero años atrás, hablando de su obra- ...pero es preciso vigilar los límites de la violencia". Años después ha cerrado con su "no más violencia" ese largo debate.
Toda una vida en la que obra y experiencia personal se funden, transformándose en el escenario en una realidad comunicativa, llena de sentido para el espectador de todas las épocas. En el texto hay abundante material autobiográfico, pues como es sabido, Buero estuvo preso y condenado a muerte en el año 39; y su padre fue asesinado durante la Guerra Civil en Madrid.
Si hoy vemos lejano en nuestro país, afortunadamente (salvo en los casos aislados de terrorismo), la violencia y el terror a que la obra alude, no pasa lo mismo con otra de las variables esenciales de la misma, y es la violencia que ejerce la mentira, cubierta -hoy tal vez más que nunca- de una falsa apariencia de paraíso cotidiano. Esa lectura de "La Fundación" adquiere hoy un claro sentido, con las máscaras y maquillajes que sirven para ejercer una distorsión institucionalizada sobre la verdad. Destaca en este sentido la necesidad de una toma de conciencia, que defiende la obra, así como el acercamiento hacia las zonas de luz que generan la justicia y la dignidad, tan deterioradas detrás de los escaparates de "Gran Fundación" en la que vivimos.
Cuando yo estudiaba teatro, hace unos treinta años, vino Buero a clase a dar una charla, siendo ya por entonces el más reconocido y famoso autor español de la época. Yo, que había visto y leído varias de sus obras, asistí a su conferencia con gran interés. No lo conocía personalmente, y en mi mente se formulaba la pregunta: ¿cómo sería aquel escritor a quien yo tanto admiraba?
Buero era ya entonces un hombre sencillo, que hablaba con normalidad de su trabajo, no representando ante nosotros, en ningún momento, el papel de "escritor importante". El segundo rasgo que me impresionó de él fue la seguridad con que hablaba de su dedicación a la autoría teatral. él era eso: autor teatral, es lo que quería ser y sería toda su vida, sacrificando para ello lo que fuera necesario. Y el tercer rasgo que le caracterizó fue la relación que tenía para él su trabajo creador con la defensa de unas ideas éticas y morales, lo que le ha originado estar sumergido en una dura batalla la mayor parte de su vida con censuras y prohibiciones por un lado, y con modas y corrientes contrarias a sus principios, por otro.
He visto desde entonces mantenerse, sin la más mínima concesión, estos tres pilares. Ha defendido su figura de hombre sencillo y "normal", por encima de premios y reconocimientos con que la sociedad le ha distinguido; ha vivido su vida para darla a sus obras, siempre con seriedad y rigor, además de con gran calidad y talento; y, por último, ha defendido, en la plaza pública del escenario, sus ideas sobre la necesidad de un mundo mejor -o al menos no tan injusto- como el que él ha visto.
En todos estos años le he admirado, y querido, como escritor y como ser humano. Y he seguido disfrutando como espectador de la belleza y profundidad de sus textos teatrales. Recomiendo a los que quieran conocer una parte importante de nuestra historia -y de nuestro mejor teatro- que vayan a ver esta "Fundación" de Buero. Y desde luego, a todos aquellos que se quejan del bajo nivel de nuestro teatro de autor en los últimos cincuenta años. Creo que con sólo conocer su gran obra dramática cambiarían de opinión.