Primera palabra

El bien llamado Género Chico

7 febrero, 1999 01:00

Es frecuente en los últimos años que cuando un intelectual o crítico de la cultura de los que tienen escasas nociones musicales, es decir, casi todos, decide defender el género zarzuelístico, arremeta contra la expresión género chico o hable del "mal llamado género chico".
Aunque estoy sinceramente convencido, y así lo he sostenido siempre, de que la zarzuela es una parte importante de nuestro patrimonio cultural y de que en ella se encuentran importantes joyas musicales, también reconozco que, como en tantas otras cosas, a la zarzuela le hace más daño que otra cosa sus propios defensores. Creo que ya han pasado los tiempos en que atacar o defender la zarzuela se convirtió en una especie de posición ante las esencias o los males nacionales. Gustar del género equivalía a sostener posiciones ultramontanas y atacarlo a ser progresista y europeo. Por supuesto, ambas cosas son ridículas, y en la zarzuela se pueden defender muchas cosas sin necesidad de cultivar el patrioterismo más pringoso, la catetería soez o el viva Cartagena y atacarla puede no ser sinónimo de progre sino de tonto o de ignorante.
Volviendo al género chico, los habituales del "mal llamado" lo único que demuestran es poco conocimiento del tema que pretenden defender. El género chico no está ni bien ni mal llamado. Simplemente es género chico o no lo es. Y es que resulta que no se llama a ciertas zarzuelas género chico de manera peyorativa frente a la ópera sino que simplemente que, dentro de la misma zarzuela, hay un género de lo más legítimo y que puede exhibir obras maestras, al que, por sus características especiales, se llama género chico. Y se le llama así no por capricho de críticos o musicólogos sino porque así lo denominaron desde el principio sus propios creadores.
Tras el florecimiento de la zarzuela grande, así llamada porque tenía varios actos y no porque fuera mejor o peor, que se produce durante los años de Isabel II, la presión de un género especial, el de los Bufos de Arderíus y la crisis del teatro español después de la llamada Revolución de Septiembre.
Los historiadores nos dicen que, después del asesinato de Prim, la incertidumbre política y la carestía de la vida ahuyentaron a los españoles de los teatros, los de zarzuela y los llamados de verso. En esa época, un teatro de Madrid cobraba por una buena entrada alrededor de catorce reales, un elevado precio, y a cambio ofrecía espectáculos de cuatro horas con larguísimos descansos. La solución que se encontró para abaratar los precios y volver a atraer al público fue la de dividir por cuatro espectáculos y precios. En vez de zarzuelas en dos o tres actos con cuatro horas, se pensó en dar cuatro espectáculos de una hora. Fue el Teatro Variedades el primero en ensayar la fórmula en los años postrevolucionarios pero tuvo tanto éxito que casi todos le siguieron. La famosa expresión "la cuarta de Apolo" no hace alusión a otra cosa que a la cuarta función de esas cuatro horas que se convirtió en la principal del Teatro Apolo, la catedral del género chico ahora convertida en banco. Pues género chico se llamó a eso desde el principio.
El género chico tuvo gran éxito pero convivió confortablemente con la zarzuela grande. Era una cuestión de tamaño y formato, nada más. De hecho, los músicos y libretistas de la zarzuela grande y del género chico fueron indistintamente los mismos.
Precisamente en estos días se repone en Madrid un excelente sainete da la última época creativa de la zarzuela, casi en el límite de su agostamiento. Se trata de "La del manojo de rosas" que es un sainete, e incluso un sainete madrileño, pero que no pertenece estrictamente al género chico sino que es una zarzuela en dos actos. Que el sainete, fuera del formato que fuere, se vio influido por su dedicación al género chico,cierto. Pero no deben confundirse.
En un primer momento de su esplendor, la zarzuela grande no se distinguía teatralmente de la ópera más que en el idioma y las partes habladas. Así Peña y Goñi podía concluir en que no había que luchar por la ópera española puesto que ésta era ya la zarzuela. Los libretos podían tratar las cosas más variadas y muchas veces se traducían de piezas francesas adaptadas. Después, la temática se va españolizando y en el género chico asistimos al triunfo del costumbrismo y, más todavía, del costumbrismo madrileño en el que sobresale, pero no es ni mucho menos el único, Carlos Arniches. Mientras tanto y muy curiosamente, la zarzuela grande de la época final se va metiendo en el terreno del regionalismo poblándose de lagarteranas, murcianas, manchegas, andaluzas o lo que sea, casi siempre llenas de un costumbrismo blandengue, que acaba por acuñar la palabra "zarzuelón" que me temo que sí es peyorativa y no género chico como algunos creen.
La zarzuela y su subespecie, el género chico, guardan algunas de las mejores páginas de nuestra historia musical. Para su calidad, es indiferente que se trate de formato grande o pequeño, ya que el talento no atiende a las dimensiones. El género chico es tan bueno o malo como el grande según la obra de que se trate. Y cuando lo es de verdad, no está nunca mal llamado sino muy bien llamado género chico.