Primera palabra

No corro serio peligro de quedar integrado al aparato cultural

21 noviembre, 1999 01:00

Bien me habría gustado, en el trance de recibir este premio, haber podido reunir en una asamblea informal a los cientos o pocos miles de gente que usan y disfrutan de las cosas que hago para preguntarles por los pros y los contras de recibirlo o rechazarlo.

Parece que el pequeño revuelo que ha armado el que a la BARAJA DEL REY DON PEDRO le hayan dado un Premio Nacional me obliga a algunas explicaciones para el público que, mayoritariamente, no sabe nada de mis andanzas o, lo que sabe, mejor que no lo sepa. Acabaré seguramente por recibir el Premio, en atención, lo uno, a que no va a mí personalmente, sino a esa obra, que bastante desgracia tiene con ser hija mía o al menos llevar ml nombre, y que buena falta tendrá de ayudas para salir adelante en su edición de LUCINA y en la representación que LA ABADíA prepara para pronto, gracias a la estima de José-Luis Gómez, ilustre excepción también, (como lo es la ocurrencia del Jurado de este Premio) entre los hombres del Teatro y de la Cultura, que en general se guardan muy mucho de acordarse de mí ni de lo que hago; y, lo otro, a que no es tampoco un premio de tanto bombo que por él corra yo serio peligro de quedar integrado al Aparato Cultura del Régimen, contra el cual me he pasado tantos años peleando y escurriéndome (no dejándome, por ejemplo, aparecer en la Tele, principal órgano de Formación de Masas de Individuos, y manteniendo una relación esquiva con los otros Medios), y contra el cual Aparato seguiré hablando y combatiendo mientras me quede salud en estos huesos. Esta BARAJA es una ocurrencia inusual dentro de mis producciones para el teatro: pues es, al fin, un drama histórico (no sé si, cuando lo hice, tuvo también culpa el ejemplo de Shakespeare y el acicate de dar la réplica a nuestros infandos dramaturgos del Siglo de Oro que tan mal trataron la figura de Pedro el Cruel en aquellas producciones para masas o vulgo necio, como lo llama Lope, que ahora el Aparato Cultural quiere devolver a una vida que no tuvieron nunca), aparte de sus otras intenciones y las artes de su técnica y su ritmo.

Pero mi dedicación al teatro ha sido constante (entreverándose con las muchas otras artes de lenguaje, poesía, canciones, filología, gramática, lógica, política, por las que me dejo llevar a ratos), desde que andaba, por los años `50, por pueblos de Zamora y Salamanca y luego en Sevilla, representando con estudiantes el Macbeth o los Títeres de cachiporra de García Lorca, pasando por la representación de mi Traspaso y otras, y recitaciones públicas en París de la Iliu Persis (7112 horas) y Feniz o la manceba de su padre (5 horas), y ejercicios, con varios grupos, de la técnica de declamación llamada melopeya (en ella intenté, con Santiago Paredes, hacer El gran teatro del mundo en caricatura), y la producción del Edipo Rey con J-L Gómez y su compañía por Mérida y los otros teatros de verano, por no hablar de mis actuaciones en el Teatro Español, con Chicho S. Ferlosio y Amancio Prada en un combinado de recitación y canto, y luego con Denis Rafter en un esquema dramático hecho con sonetos de amor de Shakespeare en mi versión original y en el original, hasta llegar estos últimos años a los ejercicios de declamación y ensayo con las primeras hornadas de actores de LA ABADíA, que han ofrecido, entre otras cosas, un Retablo con dramas cortos de Valle Inclán y otro con entremeses de Cervantes, y, en fin, otros muchos intentos y ejercicios, diversos, pero siempre luchando por un teatro vivo, juego con el tiempo, en contra del teatro literario al uso (bien siento que el Premio tenga que llamarse de Literatura Dramática precisamente), y en cuanto a la publicación por escrito, ahí están las grandes tragicomedias musicales citadas, Illu persis, que salió en `Akal' y Fenlz en `La Gaya Ciencia', no republicadas todavía, y en teatro breve (de 1 /2hora) las Tres farsas trágicas y una danza titánica, y luego la Ismena (3 horas) y el Rey de una hora (11/2), todas en LUCINA, así como las versiones rítmicas de Aristófanes Los carboneros, Sofoclés Edipo Rey, Plauto Trompicón (Pseudolus), Shakespeare Macbeth y Sueño de una noche de verano.

De manera que la BARAJA DEL REY DON PEDRO, excepcional como drama histórico, aunque también dotada de un ritmo riguroso de palabras, acción y pasos, y con sus canciones entre palo y palo de la baraja, no sale de este taller tan mal acompañada. Y todavía anda por ahí buscando, antes de la publicación en libro, alguna empresa de gran espectáculo que se atreva con ella la comedla musical BOBOMUNDO, la cual tendría especial regocijo en ver salir trotando por las tablas.

En fin, bien me habría gustado, en el trance de recibir este premio, haber podido reunir en una asamblea informa¡ a los cientos o pocos miles de gente que usan y disfrutan de las cosas que hago, lectores, antiguos oyentes de Radio 3, tertulianos políticos del Ateneo u otros, para preguntarles por los pros y los contras de recibirlo o rechazarlo, que ya me lo harían saber, no con sus votos, con sus rumores; porque es esa gente (y no ningunos Tribunales, Academias o autoridades culturales) lo solo que para mí vale con testimonio y reconocimiento. Lo malo es que al pueblo ni se le cuenta en número de almas ni se le junta fácilmente en asamblea.