Primera palabra

En torno a Don Quijote

20 febrero, 2000 01:00

He querido que el universo sonoro de mi Don Quijote parta de mi forma de ser compositor. Cada sonido, silencio, cada palabra puede percibirse como un intento para establecer una comunicación sensible con el espectador

Me resulta muy difícil pensar en una música y realizar una partitura que esté "al servicio de..." Siempre he pretendido hacer una música que fuese la principal y única materia para establecer una comunicación con el espectador-oyente. Música que crease la suficiente información para establecer esa comunicación sensible, comunicación que está mas allá de todo su significado, toda razón y toda lógica que no surja de su propio "de suyo", como nos enseñó a decir Zubiri.

He escrito muchas obras sobre textos religiosos y profanos para voces solistas o conjuntos corales. Ahora bien, siempre la palabra, el texto fue para mí el punto de partida para crear una dimensión superior, donde esa palabra se integraba y en la que no iba a ser necesario su total reconocimiento como tal. Crear una dimensión en la que se fundiesen en una "semántica superior", en la que los sonidos ordenados de la música y la fonética de la palabra tuviesen la función de sugerir antes que de narrar.

El libro simboliza para mí el exponente máximo de nuestra cultura. Al no ser naturaleza es sólo fruto del saber y del ingenio. Por él podemos conocer y gozar, mantener viva, criticar y, desde su conocimiento hacer posible la lógica evolución de la cultura en el tiempo. Las acciones de su expurgo, censura. Prohibición y quema son también el exponente máximo de la barbarie, ya que siempre se realizan en paralelo con los actos de la eliminación violenta de seres humanos. Nada mejor que El Quijote para intentar la aventura de exponer estas ideas y sirviéndonos de él, poder crear un espacio viviente -la escena y la orquesta- en el que toda la carga de utopía, cultura, razón, sensibilidad, logos, pathos, belleza, tradición y un larguísimo etcétera que contiene ese libro, se hiciese realidad. Con una música en que la palabra estuviese integrada según mis conceptos y que crea el tiempo real de una representación; con una acción que crease una tensión dramática perceptible, tanto por los sonidos como por los gestos, las luces y el decorado, intente presentar un producto estético de nuestro tiempo en el que la ética estuviese en todo instante presente.

No es éste el lugar para analizar la técnica musical que me ha servido para plasmar sobre el papel unas ideas que están en el tiempo y que encuentran sus límites en la banda física del espectro sonoro de lo audible, pero que se ven ampliadas al afectar al complejo mundo de la percepción y sensibilidad humanas. No obstante, y a pesar de los muchos elementos que aquí se han puesto en juego, quiero significar que el fundamento sobre el que se integran todos ellos ha sido el "hilo conductor" de la música.

Soy consciente de que al oyente que por vez primera se presente ante mi Don Quijote los procedimientos técnicos le pasarán desapercibidos como otras muchas cosas que pertenecen al complejo de la elaboración de una obra del ingenio. Lo mismo que para quien contempla por vez primera la fachada de poniente del Monasterio de El Escorial no percibe los sistemas que dan unidad y variedad a la ordenación de los espacios y huecos de las líneas de ventanas; no es capaz de captar, a primera vista, la trama geométrica que sitúa los volúmenes en el espacio de un cuadro de Velázquez, El Veronés, Tintoretto o el Greco y no aprehende el orden estructural de un primer tiempo de sonata, una fuga o un rondo. Ahora bien, esto no quiere decir que estos órdenes no estén ahí creando la cohesión interna de la obra desde su estado inicial. Son procedimientos de los que se sirve todo pintor, arquitecto, literato o músico para no crear su obra sólo en función de un pathos sensible sino también para hacer intervenir en ella el logos racional con el que, en su justa proporción se conforma toda obra de Arte. El espectador puede que no sea consciente en el momento de la percepción de un producto artístico de toda la base racional sobre la que se asienta el mismo, ni le hace falta para su completa aprehensión. Ahora bien, el oyente sabe por intuición que una obra de Arte no puede ser simplemente producto del capricho o de las frívolas ganas de llamar la atención de su autor, ya que esto no bastaría para situar la creación artística como la actividad fundamental sobre la que se asienta la convivencia de una sociedad civilizada.

He querido que el universo sonoro de mi Don Quijote parta de estos principios fundamentales de entender mi forma de ser compositor, Cada sonido, silencio; cada palabra, estructura, color, volumen puede percibirse como un intento para establecer una comunicación sensible con el espectador en el momento de la vivencia de mi obra, en el momento del "ahora" de su representación. Pero al mismo tiempo todo ello puede ser analizado como el producto racional de un proceso de creación en el que intervienen muchos de los elementos que estructuran y caracterizan la singularidad del tiempo en que han sido creados.

De no haberlo hecho así hubiese cometido por mi parte una frivolidad imperdonable al haber pretendido traer el mito quijotesco y todo lo que este representa en la cultura universal, para reencarnarse y revivirlo sobre un escenario de opera en el momento que finaliza un siglo y comienza un nuevo milenio.

Haber encontrado en el mito de Don Quijote y en el conjunto de símbolos que éste representa un todo en el que hago intervenir a Cervantes y su circunstancia, haber encontrado en este vasto mundo de imaginación y realidad un pretexto para sugerir al espectador una serie de conceptos para mí fundamentales, sin necesidad de tener que ser narrados para su aprehensión, resolvió mis dudas estéticas como músico ante la creación de una ópera y mis preocupaciones éticas como hombre de mi tiempo. Ahora sólo me queda la esperanzada duda de saber si he acertado. No puede quedar en el tintero mi agradecimiento a Caja Duero, al Teatro Real, a los cantantes -solistas y coro- a los profesores de la orquesta y a su director, al director de escena y a cuantos han intervenido para dar vida a una partitura compleja y difícil e identificarse con esta nueva aventura quijotesca que "hoy estamos atendiendo".