Image: Mensaje a una ministra nueva

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Primera palabra

Mensaje a una ministra nueva

3 mayo, 2000 02:00

Juan Antonio Marina

Espero que la ministra triunfe, por la cuentaque nos tiene, y que facilite el nacimiento de unas mayorías ilustradas y de una sociedad española más inteligente. Una brevísima advertencia: sea cauta, la ideología neoliberal no da para tanto

Blanca Berasátegui me pide un pliego de avisos para la nueva ministra de Educación y Cultura. Comenzaré formulando dos deseos: que no se deje fascinar por el relumbrón de la Cultura de cinco estrellas, la que aparece en titulares; y que no se aburra del humilde, minucioso y magnífico mundo de la educación. Ya lo dije y puedo seguir adelante. ¿Cuáles son los problemas más graves que tiene sobre la mesa? En Educación, la aplicación y la mejora de la LOGSE, su financiación, la urgentísima reforma de la formación profesional, y conseguir no hablar del tema de las humanidades hasta que no tenga algo sensato que decir.

Más cosas: la recuperación para la sociedad de una universidad autista y, en parte, maleada. Y, sobre todo, movilizar, animar y prestigiar al medio millón largo de profesionales de la educación. Los últimos gobiernos han tenido una política descarnadamente laboral. Los profesores han sido, poco más o menos, enemigos pagados, lo que es disparatado. Son una fuerza creadora o no son nada. Es imposible mejorar la enseñanza sin dignificar el papel del profesor.

En Cultura hay muchos contenciosos abiertos, relacionados fundamentalmente con la gestión de bienes culturales propiedad de organismos públicos (museos, por ejemplo), y con las complejas relaciones con la industria cultural. La concentración vertiginosa de estas empresas va a exigir que el Estado tenga que proteger antes o después un espacio de creación libre. La vergöenza de las televisiones públicas, compitiendo por programas de calidad deleznable, me hace dudar de su interés y capacidad para conseguirlo. El propósito de Gallardón de despilfarrar cincuenta mil millones de pesetas en su televisión me parece desolador.

Pero sería idiota por mi parte pretender decir en una página algo sensato sobre temas tan complicados. Voy a disparar por elevación. La finalidad del Ministerio de Educación y Cultura es colaborar desde el Estado para que la sociedad española sea más inteligente. éste es el tema del momento. Ahora vemos con claridad que los grupos -parejas, familias, sistemas de enseñanza, empresas, partidos políticos o sociedad civil- pueden ser, como tales grupos, inteligentes o estúpidos. Y que nuestro bienestar personal y social depende en gran parte de la inteligencia de esas asociaciones en que estamos integrados.

¿Qué es una sociedad inteligente? Aquella que está organizada de tal manera que cada ciudadano, por el hecho de vivir en ella, puede desarrollar mejor su capacidad personal para comprender la realidad, resolver problemas laborales y personales, tener mejor acceso a la información. Es una sociedad que premia el mérito, la creatividad, la generosidad, que confiere prestigios merecidos y no babea ante personajillos deleznables. Una sociedad capaz de atenerse a razones, de argumentar y debatir, sin fanatismos ni rencores. Una sociedad que no olvida sus grandes metas de justicia y buena convivencia, que inventa formas cálidas y satisfactorias de relaciones afectivas, que amplía las posibilidades de actuar de todos los ciudadanos. Una sociedad estúpida es la que deprime la energía de sus gentes, fomenta la envidia y el recelo, se empantana en problemas que se enconan cada vez más, que copia y no inventa, que favorece un individualismo salvaje y de sálvese quien pueda.

La misión del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte es una misión ética. Tengo, como habrán visto, un concepto muy amplio de cultura. Cultura es todo aquello que la inteligencia humana crea para hacer habitable el mundo: el arte, la literatura, la ciencia, el derecho, la filosofía (es decir, la cultura cinco estrellas), pero también las relaciones sociales, la generosidad o el egoísmo, la zafiedad o la cortesía, las costumbres, los estilos afectivos, los modos del amor y del desamor. El Estado debe crear un ambiente propicio a la creación y al rigor, a la novedad y a la crítica. No es protagonista, sino animador. Y en estos momentos tiene que favorecer la inteligente y crítica asimilación de novedades. Un asunto para el que España no está históricamente preparada, pues nunca ha sido amiga de ellas.

En 1611, Covarrubias, en su magnífico Tesoro de la lengua española define así la palabra "novedad": "Cosa nueva y no acostumbrada. Suele ser peligrosa por traer consigo mudanza de uso antiguo". Hasta Luis Vives, tan progresista, llegó a sostener en uno de sus escritos políticos que la virtud, como hábito de conducta en lo moral y social, era enemiga de novedades. El exabrupto de Unamuno, al decir "que inventen ellos", está en la misma línea. Y también lo están los nacionalismos. No olvidemos que el lema de Sabino Arana era: "Dios y Ley Vieja".Espero que la ministra triunfe, por la cuenta que nos tiene, y que facilite el nacimiento de unas mayorías ilustradas y de una sociedad española más inteligente. Una última y brevísima advertencia: sea cauta, la ideología neoliberal no da para tanto.