Image: Competencia desleal

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Primera palabra

Competencia desleal

14 junio, 2000 02:00

Blanca Andreu

Una gran mayoría de mujeres sufrimos en la actualidad esta competencia por parte de las peores, las más insensatas, las más necias y las más arpías sin que la sociedad advierta la importancia de ello ni rechace su conducta

Cuenta John Steinbeck, basándose en los textos de Sir Thomas Malory y otras fuentes antiguas, que en cierta ocasión el caballero Lanzarote salió de Camelot con su sobrino Sir Lyonel como custodio de La Paz del Rey, investido de la autoridad real como emblema. Era una misión que se había inventado la Reina Ginebra para combatir los estragos del tiempo de ocio entre los caballeros. Aunque, como le había comentado Lanzarote al Rey, más valía que tal misión se iniciara lentamente.

"Si enviaras -le dijo- cien pares de autoridad, La Paz del Rey irremediablemente entraría en guerra con La Paz del Rey antes de caer el sol".

Sir Lyonel, considerado el peor caballero, había admitido partir con su tío inducido por sus alocados y haraganes compañeros, que opinaban que Lanzarote era un simple y un anticuado y querían reírse de él. Así que, ya en el primer momento de la aventura, el joven comenzó a interrogar a su tío de forma aparentemente ingenua pero hondamente impertinente. Todo fue bien mientras Lanzarote no se percató de la burla, pero cuando se dio cuenta un negro furor se apoderó de él:

"La mano derecha se enroscó en la empuñadura de la espada como una serpiente, y la mitad de la hoja de plata asomó de la vaina. Lyonel sintió en las mejillas las caricias del viento de la muerte".

Entonces, Lanzarote luchó duramente contra su deseo de asesinato en esa batalla que los musulmanes llaman "El gran Yihad", La Gran Guerra Santa, las justas interiores contra el propio yo, en "un combate tan feroz como el que jamás habían entablado dos caballeros". Por supuesto, venció, pero a causa de la fiereza de la lucha, sintió "más sueño del que había tenido en siete años" y se tumbó a dormir como único trofeo de su victoria.

En tanto el caballero dormía, su sobrino, que en ese momento ya lo admiraba enormemente, decidió batirse en su honor con un energúmeno que casualmente pasaba por allí, y fue vencido, amordazado y arrebatado sin que Lanzarote se despertara.

El pobre caballero, completamente indefenso, sobre la hierba, debajo de un manzano, les pareció "Un pastel con miel" a las cuatro malvadas reinas que camino del Castillo de la Doncella dieron con él: entre ellas, Morgan le Fay, la pérfida hermanastra del rey Arturo.Tanto la reina de las Islas, como la reina de Gales del Norte y la del Este eran brujas expertas, pero Morgan le Fay las superaba a todas en maldad y artes nigrománticas. Así que propuso a las demás raptarlo y llevarlo al castillo, que tenía fama de ser guarida de fantasmas y refugio de brujas, y competir por él de forma tan sutil que "la paloma pensara que había elegido las garras del halcón".

Todo esto que les he contado hasta ahora, queridos lectores, ha sido exclusivamente para ponerles en antecedentes del momento en que se produjo el siguiente diálogo,que no puede estar más de actualidad y que suscribe todas mis teorías sobre la competencia desleal que estamos sufriendo una gran mayoría de mujeres por parte de las peores, de las más insensatas, las más necias y las más arpías, sin que la sociedad advierta la importancia de ello ni rechace su conducta.

Habla Morgan le Fay: "-No finjas no recordar. Debes elegir a una de nosotras.

él meneó la cabeza con desaliento.

-No hay opción posible -dijo-. Soy un cautivo.
-Tonterías, te hemos dado a elegir. ¿Acaso no somos bellas?
-No lo sé, mi señora.
-Eso es ridículo.Claro que lo sabes. No hay en el mundo mujeres tan hermosas o la mitad de hermosas. Nos hemos cerciorado de eso.
-Creo que a eso me refería. Habéis elegido vuestras caras y vuestros cuerpos, creándolos con vuestras artes.
-¿Y qué hay con eso? Son perfectos.
-No sé con qué habéis empezado. No sé qué sois. Podéis cambiar de aspecto, creo yo.
-Claro que sí. ¿Qué diferencia hay? No serás tan necio como para creer que Ginebra es tan bella como nosotras.
-Vean, señoras, Ginebra tiene la cara y el cuerpo y el alma de Ginebra. Ella es así y siempre ha sido así. Ginebra es Ginebra. Uno puede amarla sabiendo lo que ama.
-U odiarla- dijo Morgan.
-U odiarla, mi señora. Pero en cambio, esas caras no son las vuestras. Son imágenes fabricadas, las imágenes de lo que os gustaría ser. Una cara, un cuerpo, crecen y sufren con su dueño. Tienen las cicatrices y los estragos del dolor y la derrota, pero también el brillo del coraje y del amor. Y, al menos para mí, la belleza es una prolongación de esas cualidades".

En este momento en que muchas mujeres son capaces de realizarse operaciones de cirugía mayor como grandes intervenciones nigrománticas (sin pensar siquiera, por otra parte,que hay gente en este mundo-pues aunque le llamemos el Tercero es éste y no vale otra historia- que necesita la cirugía mayor por supervivencia y que muere de apendicitis en Asia o áfrica), las consideraciones de Lanzarote, el caballero "más perfecto que haya vivido jamás", ganan otra batalla aquí y ahora: la de la estética.