Primera palabra

Del intertexto al plagio

9 mayo, 2001 02:00

La copia a plana y renglón, sin indicación alguna, de un texto ajeno, el calco descarado, la reproducción fidelísima, el plagio, en fin, más inverecundo y clamoroso, reciben la suavizadora denominación de "intertextos". Sería irritante si no fuera grotesco. ¿A quienes pretenden engañar algunos escritores que resultan ser hábiles transcriptores?

Es un hecho comprobado que la degradación de las palabras, el oscurecimiento voluntario y programado de su contenido semántico, no obedece sólo a miras propagandísticas y magnificadoras, sino al deseo de emborronar la realidad y enturbiar los conceptos. Y ya se sabe: a río revuelto, ganancia de pescadores. La "filosofía" de un nuevo modelo de automóvil, la "cultura" de la violencia o la droga, el "arte" de cualquier coplero irrisorio son perversiones verbales que desfiguran y envilecen las actividades más nobles del ser humano al forzarlas a un maridaje morganático. Ahora, el uso malicioso de las palabras ha llegado al intocable tecnicismo. Y así, la copia a plana y renglón, sin indicación alguna, de un texto ajeno, el calco descarado, la reproducción fidelísima, el trasunto literal, el plagio, en fin, más inverecundo y clamoroso, reciben la suavizadora denominación de "intertextos". Sería irritante si no fuera grotesco. ¿A quiénes pretenden engañar algunos escritores que resultan ser sobre todo hábiles transcriptores?

"Intertextualidad" es el término que Julia Kristeva y otros teóricos acuñaron y difundieron para designar un recurso literario practicado, en realidad, desde hace siglos: la inserción en el texto propio de fragmentos breves, citas, versos o frases pertenecientes a textos ajenos y, por lo general, fácilmente reconocibles por el lector. Las funciones posibles del intertexto son muy variadas: pueden ser un homenaje patente al autor citado, o un reconocimiento explícito de modelos, pero también un indicio para interpretar el texto presente al incorporarle el sentido de la obra o del fragmento que se toma en préstamo. Los intertextos suelen ser fórmulas "citables" archiconocidas para quien tenga un mínimo caudal de lecturas en la memoria. Cervantes utiliza el verso de Garcilaso "¡Oh dulces prendas por mi mal halladas!" en el Quijote, en el Persiles y hasta en obras teatrales, como La guarda cuidadosa o Los baños de Argel. En la égloga II de Garcilaso se dirige Albanio a los dioses: "Recibid las palabras que la boca/ echa con la doliente ánima fuera ...". Pues bien: Cervantes escribirá en La Galatea: "... mi voz lastimera/ saldrá con la doliente ánima fuera". En el Quijote se pide que el canto y la aflicción "salgan con la doliente ánima fuera", y en el Persiles se lee: "Salga con la doliente ánima fuera / la enferma voz...". Numerosas obras del Siglo de Oro utilizan como intertextos diversas acuñaciones de Garcilaso para recalcar la tonalidad lírica de un pasaje. La intertextualidad nada tiene que ver con la copia. Es un procedimiento recomendado, incluso, por los tratadistas del Renacimiento, desde Marco Girolamo Vida hasta Ronsard o Pedro Simón Abril. Se considera que lo original de un texto no reside en sus componentes aislados, sino en el conjunto. Pensemos en una analogía elementalísima: un niño puede tener los ojos idénticos a los de su madre, la barbilla del padre y la frente de una olvidada tía abuela, pero el rostro, la armonización de esos elementos de origen dispar, es único y, por consiguiente, original.

Los escritores continúan hoy acudiendo al uso de la intertextualidad, porque, como cualquier otro procedimiento literario, sigue vigente y a disposición de cualquiera. En la novela Imitación compuesta (1996), de Alfonso Rey -cuyo título alude precisamente al recurso compositivo postulado por aquellos teóricos del Renacimiento que antes recordaba- hay una acumulación de intertextos con los que el autor, profesor de Literatura, parece elaborar un inventario de sus preferencias. Una misma frase puede recordar a Jorge Guillén y a Gimferrer: "David encaraba el perfil estricto de la isla (...) Ardía todo el mar". En otra se rehacen unos versos de la "Oda a Grial", de fray Luis de León: "Y vemos ahora cómo al cabo de seis meses, cuando ya el otoño vuelve amarillos los árboles y el cielo aoja con luz triste el ameno verdor...". También asoma Lorca al relatar que los amantes abandonan la isla "sucios de besos y arena". Y hay muchos otros intertextos que, naturalmente, no son copias ni plagios, sino algo muy distinto, que viene a demostrar una vez más cómo la literatura se nutre esencialmente de literatura. El homenaje no excluye la jocosidad. En La parábola de Carmen la Reina (1992), de Manuel Talens, se lee "El tabernero era un murciano de Lorca, un poco poeta, que se llamaba Federico García". Y en otro lugar se alude al poeta Antonio Carvajal con la cita encubierta de dos de sus libros: "Don José Carvalho (...) había nacido en Albolote, un pueblo de grandes poetas que hablaban de testimonios de invierno y de tigres en el jardín".

Un uso magistral del intertexto aparece en el comienzo de un poema de Aleixandre, perteneciente a la obra Nacimiento último: "Pájaros, las caricias de vuestras alas puras/ no me podrán quitar la entristecida/ memoria". Cualquier lector recuerda inmediatamente el célebre encabalgamiento de Garcilaso ("No me podrán quitar el dolorido/ sentir"), que Aleixandre ha utilizado aquí para marcar desde el principio la naturaleza del poema. El texto de Garcilaso tiene carácter elegíaco -está en los versos de la égloga I en que Nemoroso recuerda a Eloísa, ya muerta-, y es precisamente este sentido el que se trae a la composición de Aleixandre. En cuanto el verso inicial, está formado sobre otro de Rubén Darío ("Cisnes, los abanicos de vuestras alas frescas") e introduce la equivalencia entre pájaros, cisnes y poetas, para exhortar luego, en este poema escrito poco después de la guerra civil, a los "pájaros" jóvenes a que prosigan el "canto" de quienes se han visto acallados por la muerte. Los intertextos iniciales ofrecen las claves para entender el poema de Aleixandre.

Pero ¿qué tiene que ver esto con el plagio? Nada. Esto nos enriquece y eleva al ser humano; el plagio lo hunde en el infierno. O, al menos -y así debe ser- en un juzgado de guardia.