Primera palabra

“El conjunto es de incertidumbre”

4 julio, 2001 02:00

"Falta también la nobleza y burguesía dispuestas a jugarse algo por el Rey. A favor de esta flojedad de ánimos, intentos logrados de deshacer las fuerzas monárquicas, atrayendo a algunos de sus jefes con dádivas. La capacidad de soborno llega a límites geniales. Hasta el punto de que ha hecho inútil la persecución de los agitadores monárquicos: es más fácil comprar-los. Iracundia de las izquierdas"

Ahora que vuelve a debatirse sobre la guerra civil española, El CULTURAL publica un nuevo documento histórico: la correspondencia inédita, reveladora y apasionante, entre Salvador de Madariaga y Gregorio Marañón en los años trágicos de la guerra civil y la posguerra. Esta carta, fechada en 1944, analiza el papel de los monárquicos en el primer franquismo

Querido Salvador: Le escribo en Toledo donde siempre le recordamos especialmente, cuando al pasar vemos su ángel Guerra [su cigarral]. El cielo y el sol, inmanentes, y las campanas de la Catedral nos dan la lección de lo eterno y de la fugacidad de nuestras pasiones. Me parece admirable, y ahora más que nunca, el que haga Vd. la Introducción de mis libros. Será para mí la mayor satisfacción que me han dado. No sé qué libros míos van a editar. Si uno de ellos es el Conde Duque convendrá esperar, muy brevemente, al envío de la segunda y definitiva edición. De aquí, ¿qué quiere usted que le diga? Si fuera posible resumir lo que se recoge en el ambiente, he aquí lo que le diría: en lo interior: baja progresiva del crédito del Gobierno que ha llegado a la total impopularidad. Localización máxima (y no siempre justa) de la responsabilidad en Falange. Prácticamente, desaparición de ésta como fuerza ideológica aun cuando aún tenga la política que da el usufructo del mando. Desilusión de la juventud que de buena fe hizo la guerra, creyendo que salvaba a España. Terrible descenso de la autoridad de dos fuerzas radicales en España: Iglesia y Milicia (me refiero a la autoridad moral). Parte importante que en esta baja de valores tiene el espectáculo de la orgía del presupuesto y los negocios al amparo oficial.
Desaliento de los monárquicos. No sólo les falta el Cánovas, sino lo que ahora se ve que era más importante que el Cánovas: el Martínez Campos. Falta también la nobleza y burguesía dispuestas a jugarse algo por el Rey. A favor de esta flojedad de ánimos, intentos logrados, de deshacer las fuerzas monárquicas, atrayendo a algunos de sus jefes con dádivas. La capacidad de soborno llega a límites geniales. Hasta el punto de que ha hecho inútil la persecución de los agitadores monárquicos: es más fácil comprarlos. Iracundia de las izquierdas. La insensatez con que han sido perseguidas las hace olvidar el sano arrepentimiento de sus propias culpas, que tan útil hubiera sido para que su barbarie no se repitiera. De estas izquierdas iracundas, hay que restar muchos grupos de obreros, cansados de sufrir y prestos a soluciones moderadas: pero, en cambio, se han incorporado a ellas elementos burgueses que han sido cruelmente perseguidos.

Entre los dos extremos crece y se ennoblece el grupo de los liberales, de los que quisieran la concordia; pero como siempre, son los menos capaces para imponerse a los extremistas, pues al energúmeno sólo le domina otro más energúmeno. Solidez momentánea del ejército; aun los jefes que no están conformes con lo actual murmuran, pero no osan discrepar. Esta unión de la fuerza armada no es sino la expresión del sentimiento que hoy domina en España sobre los otros: el miedo a nuevas guerras y revoluciones. Esta es la gran fuerza de F. [Franco] que hace de él, por ahora y por paradoja, el gobernante con menos fuerza personal, pero con más fuerza política de cuantos ha conocido España. En lo exterior: el grupo izquierda, íntegro, y el grupo medio liberal, íntegro, son aliadófilos. Y también muchos del grupo derecha (clero, milicia, aristocracia, banca, etc.). Buena parte de las antiguas e importantísimas fuerzas de Gil Robles con aliadófilas. La lectura de los periódicos españoles no puede dar idea de esto. La actitud de los gobiernos aliados, restricción de gasolina etc., vista desde dentro, es desacertada, porque da argumentos fáciles a los adversarios. Tal vez desde fuera no se den cuenta de la dificultad en que esas medidas colocan no al gobierno sino a la opinión aliadófila. Tal vez una generosa y oportuna rectificación compensara favorablemente este matiz adverso actual. Casi todo el mundo cree firmemente en el triunfo de los aliados, incluso muchos de los que aún son germanófilos. Es mucho menos unánime el juicio de lo que ocurrirá cuando la guerra termine. Aquí también domina el miedo a la revuelta que unos identifican con el comunismo y otros, más perspicaces, con la propensión anárquica de nuestras masas. El conjunto es de incertidumbre, de sensación de interinidad, de temor a nuevos cambios. Nunca como ahora puede decirse que el porvenir depende de las circunstancias no previsibles. Le oímos a Vd. puntualmente. Oiga Vd., cuando hable, los aplausos de muchos incógnitos oyentes y los de esta familia que cordialmente le saluda con todos los suyos.