Image: Mar de fondo

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Primera palabra

Mar de fondo

17 octubre, 2001 02:00

La evolución biológica dejó al hombre en la playa de la historia. Entonces comenzó la gran evolución cultural, la ardua humanización del hombre mismo y de la realidad. Aparecieron el lenguaje, las herramientas, las religiones, el arte, las formas de querer, de odiar, de entenderse y de malentenderse. El gran Sófocles lo resumió en una frase genial: "¡Qué cosa más extraña es el hombre!: se ha dado a sí mismo el lenguaje, el pensamiento alado y la furia constructora de ciudades". Siglos después, el renacentista Pico della Mirandola completa la descripción: todos los animales tienen su naturaleza definida. Tan sólo el hombre tiene que elegirse a sí mismo. Somos una especie a la búsqueda de definición. La historia de la cultura -en su sentido profundo- es la crónica de ese empeño. Sin duda alguna, los grandes maestros religiosos (Zoroastro, los autores de los Vedas, Buda, Mahavira -fundador del Jainismo-, Lao-Tzu, Confucio, Jesús, Mahoma) han sido los personajes que más han influido en esa evolución. Sin embargo, nuestro sistema educativo, y una parte de nuestros intelectuales, consideran que todo esto son antiguallas, y que una persona puede ser culta sin saber nada de tales personajes y de las religiones que fundaron. Estamos fomentando una cultureta de purpurina.

Ni siquiera en una sociedad laica, como la europea, podemos comprender el presente sin conocer su genealogía religiosa. Incluso nuestra organización económica depende de ella, como estudió hace años el gran Max Weber. Desde el atentado terrorista de Nueva York se ha despertado en la prensa un gran interés por el Islam, por las civilizaciones, por las religiones en general. De repente nos hemos dado cuenta de que por debajo del oleaje de la economía, de los dicharachos políticos, de los fastos de la cultura cinco estrellas, de los cincuenta mil libros publicados en España, hay poderosísimos mares de fondo culturales. Sin conocerlos estaremos columpiándonos como niños en una idea ornamental de la cultura.

Acabo de escribir un libro sobre Dios y las religiones. Los acontecimientos que comento han puesto sangrientamente de manifiesto la actualidad del tema. En Europa tenemos la idea de que la religión anda de capa caída, cuando lo cierto es que su importancia social crece en el mundo. Peter Berger, un importante sociólogo americano, afirma que el agnosticismo es un fenómeno exclusivamente europeo. Estados Unidos, en cambio, continúa siendo un país muy religioso. No me extraña que Harold Bloom, ya saben, el erudito autor de El canon occidental, insista en la necesidad de escribir crítica religiosa, además de crítica artística. Lo ha intentado en un interesante libro titulado La religión en Estados Unidos.

No basta con conocer. Hace falta actuar, crear culturas nuevas. Aprovechar las ocasiones que tenemos para influir en esos mares de fondo. Por ello, sigo con mucha atención el proyecto del "Foro de las culturas", que se celebrará en Barcelona en el 2004. Puede ser una espléndida ocasión para tratar los problemas de la cultura profunda, de las creencias básicas, de la multiculturalidad, de las religiones, de la convivencia global. Me gustaría que de ese encuentro mundial salieran tres libros humildes y maravillosos, aprovechables para la educación básica en todo el planeta.

El primero, un texto de ética transcultural, universal, que subrayara los principios morales comunes e indispensables para hacer habitable el mundo. Muchos pensarán que no es posible, pero muchos otros pensamos que es, además de posible, imprescindible. La Declaración de los Derechos Humanos fue un paso importante, que no ha resuelto, sin embargo, difíciles problemas culturales. En la actualidad, desde el campo del derecho, de la filosofía y de las religiones se están elaborando muchos trabajos previos. Les recomiendo, por ejemplo, la colección The Library of Global Ethics and Religion, publicada por la editorial Oneworld, de Oxford. Enfrentados a una globalización incierta, no podemos evitarla, sino pedir más globalización. No hay que globalizar sólo los mercados y la tecnología, sino el derecho, la democracia, las seguridades jurídicas, la ética, en suma..

El segundo libro sería un canon literario universal, es decir, una colección de los libros de todas las culturas, que sería conveniente que todos leyéramos. Los expertos de cada país deberían seleccionarlos y explicar al resto del mundo su belleza, su importancia, su grandeza. La gran literatura contiene la sabiduría de la humanidad. Es patrimonio común. Las artes plásticas y musicales ya han conseguido universalizarse, por eso me refiero sobre todo a la literatura.

En tercer lugar, un texto sobre las religiones mundiales, en el que creyentes explicaran a no creyentes la esencia de su fe. No se trata de una especie de sincretismo absurdo, sino de un serio propósito de explicación y comprensión.

Los sistemas educativos han universalizado la ciencia. Me parece necesario universalizar también los saberes acerca de ética, de literatura y de religión. Forman la historia compartida. Ni que decir tiene que en este intento de hacer navegables los mares de fondo, todos tenemos un papel. Y por supuesto, El Cultural, también.