Primera palabra

Arte contemporáneo y mercado

por Tomás Llorens

13 febrero, 2002 01:00

Tomás Llorens, por Gusi Bejer

El discurso del mercado invade y contamina cada vez más el espacio de la creación. En las escuelas de arte, desterrada la ambición de excelencia, se habla sólo en términos de estrategias publicitarias o de poder de mercado

La apertura, un año más, de la popular Feria madrileña ARCO invita a una reflexión sobre las relaciones entre arte contemporáneo y mercado. Según una creencia, estereotipada y antigua, pero que sigue vigente en amplios sectores de la opinión pública, el arte nuevo nacería siempre en oposición frontal a las tendencias dominantes del mercado. Superado el primer choque, la beligerancia inicial fructificaría en una campaña de conquista cuyo resultado ineluctable sería la substitución de las tendencias artísticas anteriormente dominantes por otras nuevas. Por otra parte, una vez consolidadas éstas, volvería a aparecer otro arte nuevo, hostil al anterior, y el ciclo se repetiría otra vez. El modelo recuerda las clásicas reflexiones de Ibn Jaldún acerca de los ciclos de conquista de las ricas huertas de regadío por sucesivas oleadas de sedientos nómadas del desierto.

En su versión más popular este esquema narrativo se suele ilustrar con algunos ejemplos de triunfo artístico póstumo (Van Gogh, Gaugin, Toulouse-Lautrec, etc.) que son de gran eficacia publicitaria pero que lo encajan en unas fechas muy precisas. Al entresiglo XIX-XX, un periodo en el que lo "moderno" se alzaba contra lo "académico", definiendo nítidamente dos bandos enfrentados y hostiles. Uno, el "académico", detentaba el poder institucional. El otro, el "moderno", esgrimía un poder que se había de revelar, a la larga, mucho más temible: la ley de vida de la Historia que todo lo invade y todo lo cambia. Una metáfora militar de éxito persistente vino a enfatizar la imagen del enfrentamiento: los bandos eran como dos ejércitos, uno de ellos, el "académico", en retirada, mientras el otro, el "moderno", avanzaba guiado por unas tropas especiales de exploración y asalto, las "vanguardias", que no eran otra cosa que la encarnación misma del espíritu dinámico de la Historia. Es fácil ver que el modelo supone un escenario bipartito en el que el poder de la novedad se confronta con otro poder conservador, el de las instituciones.

En la primera época moderna esta estructura se substancia por el juego de dos niveles de discurso distintos. Por una parte estaba el discurso institucional, académico, que se encarnaba paradigmáticamente en los museos. Por otra parte, el discurso de la calle, que, a todos los efectos prácticos, era el del mercado. A estos dos venía a sumarse un tercer nivel discursivo que desempeñaba un papel insustituible en el sistema porque era en su seno donde tenía lugar la creación, el discurso del taller o el de la propia producción artística. Así, los artistas, interactuando en todo caso, unos con otros, eran los que generaban la novedad; en un segundo momento los críticos, y los coleccionistas, desde el juego de sus diversos intereses particulares, la apreciaban, es decir le ponían su variable precio de mercado; finalmente, el discurso académico, desde el museo, fijaba su valor seleccionando aquello que, más allá de los intereses particulares y fuera ya del mercado, merecía ser públicamente expuesto, estudiado y recordado. ¿Siguen siendo válidas estas condiciones? La verdad es que las cosas han cambiado mucho.

Uno de los niveles del antiguo sistema, el del mercado, se ha hipertrofiado y sigue presionando para ocupar el espacio de los otros dos. Ha invadido el espacio institucional del discurso público, especialmente el de los museos, cuyos patronos, directores y conservadores son cada vez más vulnerables o impotentes frente a las fuerzas reales del mercado. Por otra parte, y esto es aún más grave, el discurso del mercado invade y contamina cada vez más el espacio de la creación, el discurso del taller, la jerga de los artistas.

En las escuelas de arte, desterrada la ambición de excelencia e incluso la misma noción de calidad artística, se habla sólo en términos de estrategias publicitarias o de poder de mercado. El mismo lenguaje institucional de ARCO nos porporciona una ilustración ejemplar. No se habla ya de "vanguardia" sino de cutting edge. La vieja metáfora militar ha quedado obsoleta por el empuje de la jerga mercadotécnica. ¿Queríamos más? En el desierto de Ibn Jaldún no quedan nómadas. Habitan, sedentarios, las urbanizaciones de chalets adosados que ocupan las antiguas huertas convertidas, hoy, en pura arqueología.