Primera palabra

Arquitectura para pensar

por Carlos Hernández Pezzi

17 julio, 2003 02:00

Carlos Hernández Pezzi

"El reto más difícil que tiene la arquitectura española es el de hacer posibles las conciliaciones entre los objetos arquitectónicos y los objetivos de ciudad; acordar la esmerada construcción con las consecuencias urbanas de los edificios en ambientes poco gratificantes"

La VII Bienal abre su oferta de la mejor arquitectura española con una invitación a pensar. El abanico de propuestas que va desde el exquisito proyecto de viviendas de Víctor López Cotelo en el borde del casco de Santiago de Compostela a la impresionante terminal de pasajeros del puerto de Yokohama, explica el alcance plural de nuestra arquitectura y su proyección mundial, desde la introspección al expresionismo.

En España asistimos a la ceremonia del boom inmobiliario, exigiendo a la vez el gusto por el sosiego y la pasión por lo responsable. Si se dice que el urbanismo basura es una consecuencia de los espasmos del mercado y la arquitectura de autor una renuncia a los principios de coherencia urbana, tal vez esta muestra paradójicamente resalte lo contrario. Quizá el reto más difícil que tiene la arquitectura española es el de hacer posibles las conciliaciones entre los objetos arquitectónicos y los objetivos de ciudad; acordar la esmerada construcción con las consecuencias urbanas de los edificios en ambientes a menudo poco gratificantes por su baja calidad constructiva y construida.

Asistimos hoy a la eclosión de todas las tendencias de las generaciones formadas en el pluralismo post-racionalista y a su pausada descreencia en la determinación como método de proyecto, a la incorporación de la tectónica como piel estructural que contradice la herencia moderna y a la forma como artificio de las acciones de proyecto más representativas. La introducción de variables caligráficas, artísticas y culturales de la arquitectura acompaña a la progresiva pérdida del complejo de culpa sobre el ornamento y sobre la forma en general. A la vez, a la elusiva discrepancia con el manierismo se conjura con la aportación de un número cada vez mayor de aprecios por la textura, las formas organizadas en los paisajes urbanos y el espacio entendido como recipiente de ideas y sueños. Sueños y fantasías que la ciudad española no permite en la frecuente pesadilla de la proliferación de grúas que construyen la anomia espacial de lo más vulgar de nuestras urbes.

En lugar de resignación por la ciudad genérica o por la inevitabilidad de la arquitectura basura, que es la que hace -no lo olvidemos- el urbanismo basura, muchos arquitectos españoles de la amplia primera fila compiten con la élite arquitectónica de nuestro país empleando armas de innovación. Desacomplejados ante los paradigmas que les ofrecía el mundo anterior al uso generalizado de los nuevos materiales y técnicas, precisos y confiados en el uso de la geometría digital, los jóvenes arquitectos de cualquier edad reestructuran la relación de la obra con su entorno mediante una reformulación de su disciplina y la apuesta por el riesgo.

Hacer escultura con la vivienda social o serialismo con los bloques de manzana abierta en la M-30 puede parecer un ejercicio de protagonismo artístico, pero es un desafío de respeto por los habitantes. La Plaza del Desierto de Barakaldo tratada como una retícula de texturas y colores añade valor a la calidad de vida de los que piensen paseando sobre su trama. Los museos o auditorios enfrentados a su doble condición de referentes o contenedores llaman la atención por su vocación de recintos sin paredes, como los piensa la cultura global. Las viviendas con cualidad tectónica son viviendas cualificadas por que no constituyen hitos ensimismados, sino placeres añadidos al de vivir.

El profuso empleo de los matices en el color, la piedra o la madera son señales de unas vías nuevas de creación y experimentación. El desprejuicio de Zaera y Moussavi en el empleo de los suelos como techos, las barandillas como ventanas, los flujos como cambios de escala y la dinamicidad de las plasticidades puestas en común caracterizan muchas de estas obras multiformes, responsables, apropiadas y bellas, que seguramente no admitirían un análisis de crítica según los cánones clásicos, porque se salen de ellos sin vergöenza alguna. Se salen de la metáfora de los barcos varados a las formas activas de la sociedad de flujos. Del antiguo maquinismo se leen diferentes como poesía conceptual.

Saludar estos ingredientes ayuda a pensar que la arquitectura añade valor al paisaje. Hay que pedir a la sociedad española que se fije en los elementos que hacen más habitable nuestra sociedad global. Esta VII Bienal es un escaparate doble, que saca a la luz lo mejor y, por el contrario, pone en cuestión lo peor de la edificación que padecemos.

La mayoría de los arquitectos aportamos ideas acerca de la forma de construcción de nuestro espacio habitable para que la transferencia de la ciudadanía con su entorno no sea un contrato temerario, sino un acuerdo en el que la calidad de la arquitectura facilite naturalmente la confianza y la adhesión a las propuestas audaces.

Carlos Hernández Pezzi es presidente del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España (CSCAE)